Víctor Corcoba Herrero*
Naturalmente, store cialis durante la transición española, thumb la expresión consenso llegó a estar en todas las agendas de reunión. Era el lema de moda. Y el artífice de esta práctica, sin duda fue Adolfo Suárez. Precisamente, los pactos que dieron lugar a la Constitución de 1978, eran las verdaderas columnas del diálogo. Está visto que cuanto más se consensuan los aconteceres de la vida, las sociedades se vuelven más tolerantes y sí hoy se percibe un consenso casi universal sobre el valor de la democracia, esto se considera un positivo signo de los tiempos. En España, desde luego, fueron esenciales para el desarrollo estos acuerdos que tenían como objetivo activar la convivencia por encima de cualquier propaganda electoralista. El recurso al diálogo, sin ceder al desánimo, fue vital en un país que en otro tiempo cultivo una incivil contienda y que dejó una huella imborrable. De ahí la importancia de este presidente en acometer esta ardua empresa de tejer pacientemente la trama de la reconciliación y de la pacificación, en un instante tan crítico como oportuno. Ciertamente, nos parece un lección altamente inspiradora para todos los que, en los momentos actuales, sientan la necesidad de servir a la ciudadanía.Cuentan las crónicas que el primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez, ha muerto rodeado de los suyos, y también de todos los españoles. Lo acaba de refrendar la persona que representa el símbolo de unidad y permanencia, el Jefe del Estado, “mi dolor es grande, mi gratitud permanente”. Realmente ha sido un hombre aglutinador, que no escatimó entrega para lograr un país más humano, más unido y más justo, sabiendo que una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como nos revela la historia a poco que buceemos por ella. Estos valores no pueden sustentarse en una opinión cambiante del político de turno, sino únicamente en el reconocimiento de una ley moral objetiva, que es siempre el punto de advertencia y relación que tuvo el primer presidente del Gobierno de la democracia en este país. Se nos ha ido, pero su legado queda como referente y como referencia para todos nosotros, los que aquí continuamos. Hoy más que nunca, a mi entender, es necesario que la opinión pública adquiera conciencia de la importancia del consenso para entenderse y, en definitiva, para la supervivencia de una sociedad que aspire a ser verdaderamente democrática.
Los desafíos globales que debe afrontar la familia humana en un futuro, nos debe hacer reflexionar a partir de trayectorias ejemplarizantes como la de este presidente del gobierno. Ahora, que su voz se ha apagado, tras once años de lucha contra una enfermedad que le hizo olvidar hasta de su propia existencia, conviene que meditemos sobre su encomiable dote, que no es otra que una lucha pacífica desde la comprensión. No tienen sentido las relaciones de odio y lucha sangrienta, la violencia entre los seres humanos. El presidente Suárez, supo establecer diálogos interesantes, consenso sin violencia. El mérito es grande. El agradecimiento es grandioso. Pienso que debemos proseguir esa misma línea, para que la política vuelva a ser más esperanza que espectáculo, más autenticidad que bochorno, más conciencia que negligencia, más donación que interés. Su enseñanza, en suma, debe ayudar a respetarnos más como ciudadanos y también a querernos como personas, para que entre todos, podamos traducir sus deseos, y los deseos de otros, en un mundo mejor para toda la especie humana. Convivir tiene que ser posible. Suárez, en España, lo consiguió. ¡Descanse en paz!. (Fin)
/ Escritor