Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso
Cómo olvidar los vientos de octubre en Santa Tecla, entre pájaros de papel de múltiples colores, surcando libremente por los aires, en aquella infancia que ya no volverá, en la que los más diestros alcanzaron fácilmente el reino del pájaro y la nube.
Con relación a esta peculiar entretención, sabe usted ¿dónde se originó? En torno a ello, existe incertidumbre sobre sus comienzos, sin embargo, algunos historiadores afirman que fue en China dónde se inventó; el primero de estos voló alrededor del año 400 a.C, en dicho país asiático. A Europa llegó en el siglo XII, en el que se usó con motivos científicos y militares; los movimientos y colores de estos indicaban una serie de mensajes con lo que se comunicaban a distancia las milicias.
En América fue conocido como cometa y posteriormente como papalote del náhuatl papalotl, que significa “mariposa”. En otros países se le llama culebrina, piscucha, milocha, barrilete, pandorga, volantín, chichigua, chiringa, cometa de viento y papagayo entre otros calificativos. Con el correr del tiempo se popularizó su uso convirtiéndola en juego para niños y desde entonces muchas personas se dedican a su fabricación.
Con relación al anterior párrafo, Santa Tecla no es la excepción, ya que esta ciudad cuenta con habilidosos artesanos que, con su destreza en la manufactura de estas, han alegrado la vida de chicos y grandes como el caso de Rogelio Antonio Hernández, el constructor de piscuchas, quien dedicó parte de su vida a elaborarlas en la Colonia San José del Pino al sur de la ciudad, y quien aún vive.
Rogelio Antonio Hernández, nació en Santa Tecla el 16 de septiembre de 1956, hijo de Transito Cardoza López (+) y Ana María Hernández. Su educación escolar la realizó en la antigua Escuela Centroamérica, donde cursó la primaria hasta el plan básico como se conocía con anterioridad al Tercer Ciclo.
Su labor de constructor de piscuchas inició a petición de su hijo Eleazar, quien siendo un niño le pidió fabricar una para él, por lo que don Rogelio le elaboró una de estas, utilizando papel periódico y varas de bambú, sin pensar en el éxito que tendría entre los otros niños del pasaje que, de inmediato le solicitaron una similar.
Con el pasar del tiempo, fabricó cientos de ellas de varios tamaños y colores junto a su esposa Milagro del Carmen, quien se encargó de decorarlas, utilizando papel de china y plástico, así mismo don Rogelio utilizó carrizos secados al sol para su producción. Estas piscuchas eran amarradas en carretes construidos por los carpinteros del lugar, las que se sujetaban con nylon de pesca.
Algunos lugares emblemáticos en la ciudad que se caracterizaron para elevar piscuchas en la ciudad fueron los predios aledaños al Oratorio Salesiano, Hospital San Rafael, El Cafetalón y predio Dueñas. En sus recuerdos don Rogelio Hernández, jamás olvida la alegría que causo entre los niños y jóvenes sus fantásticas creaciones de papel, por lo que siempre es recordado como ¡El constructor de piscuchas!
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