Hugo Fajardo Cuéllar*
El mundo marchaba con toda aparente normalidad tras el pasar de los días y las noches bajo la dinámica de la sociedad capitalista, en medio de la modernidad que, al cierre de la segunda década del presente siglo XXI, seguía reproduciendo un estilo de vida impuesto por las elites del poder político y económico mundial y local a las grandes masas de trabajadores, que en su gran mayoría reproducen consciente o inconscientemente ese estilo de vida que cada día es generador de menos vida.
Así marchaba este mundo donde todo parecía normal y lleno de felicidad, las noches de fiestas y algarabía en Hollywood y New York, seguían su curso, los paseos de los cruceros por las aguas del Pacífico, Atlántico, el Mediterráneo y otros océanos seguían surcando las aguas de la alta mar, los vuelos de las grandes aerolíneas seguían sus rutas en los cielos conectando con diferentes destinos, los estadios de Europa y de América recibían a los equipos de futbol y sus barras de aficionados, las escuelas y universidades recibiendo a profesores y estudiantes para las clases; en fin todo mundo se movía en búsqueda de realizar y resolver sus propios intereses y necesidades.
Pero de repente aparece un fenómeno desconocido llamado Coronavirus. Este es un virus que según los expertos se origina en la ciudad de Wuhan, China a finales de diciembre de 2019 (de ahí que es conocido como COVID-19 19), y luego se expande por Europa y todo el mundo. El problema es que, para la medicina y las ciencias de la salud, dicho virus aún no tiene vacuna que lo prevenga ni que lo cure y se transmite a gran velocidad por medio del contacto entre las personas o con las cosas tocadas por las personas que han sido contagiadas.
Nunca nadie quizá se imaginó que el mundo se paralizara por un virus tan microscópico que, aunque no se puede ver ni tocar a simple vista, pero sí ha sometido a la gente y los poderes políticos y económicos de todo el plantea a encerrarse en sus propias casas. Es decir, es un virus que independientemente que haya sido creado por la misma naturaleza o por la mano del hombre, está demostrando que ningún poder establecido por los seres humanos puede estar por encima del poder de la naturaleza.
Este virus vino a poner al desnudo la profunda crisis general por la que atraviesa el capitalismo mundial desde finales del siglo XX y el transcurso del siglo XXI, poniendo al descubierto la fragilidad de los Estados capitalistas que han sido reducidos a su mínima expresión por un modelo económico inhumano y depredador de la naturaleza como lo es el Neoliberalismo. Esto nos lleva a entender que el COVID-19, no es la causa, sino más bien una de las consecuencias de dicha crisis, ya que la generación y propagación de este virus es producto de la lógica diabólica de dicho modelo, fundada en el consumismo, la corrupción y la acumulación desmedida de riquezas por unos pocos en detrimento de las grandes mayorías de pobres en todo el mundo.
Es por eso que se puede afirmar que “el coronavirus es más que un virus”, porque más allá de su contenido infeccioso epidemiológico, que hasta el momento (14-05-2020) sigue siendo objeto de investigación para los científicos expertos en búsqueda de un antídoto para su cura, su impacto en la sociedad mundial pone al desnudo las contradicciones e incoherencias del sistema capitalista, que durante toda su existencia le ha dado más importancia a la búsqueda del máxima ganancia del libre mercado que a la protección de la salud y la vida de las grandes mayorías por parte del Estado.
El impacto social de este virus también pone al descubierto, el mito de la superioridad de los países desarrollados ante los subdesarrollados, ya que, los primeros, siendo potencias mundiales han dado una respuesta muy frágil para defenderse del mismo; mientras que algunos países pobres y subdesarrollados como el caso de El Salvador, pese a algunos errores cometidos han dado una respuesta de contención y defensa ante el virus muy exitosa, que incluso ha sido aplaudida por muchos países del mundo.
Algunas cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran el impacto en términos de contagios y muertes, que a la fecha (14-05 2020) este virus ha generado en la humanidad: EE. UU. a esta fecha tiene 1,450,136 contagios y 86,607 muertes, Rusia 262,843 contagios y 2,418 muertes, Italia 223.096 contagios y 31,368 muertos, España 230,183 contagios y 27,459 muertes, México 42595 contagios y 4477 muertes; mientras que El Salvador tuvo el primer caso de coronavirus, el 19 de marzo y a dos meses de iniciado la cuarentena se tienen 1210 contagiados y 23 muertos. Mientras tanto China que fue la cuna del virus, dice haber superado la crisis, pero llegó a tener 82,933 contagios y 4,633 muertos.
Este virus ha venido a demostrar que nuestras sociedades ya estaban enfermas, pero que la ceguera política y moral de nuestros gobernantes y de los sectores del gran capital, nunca lo han reconocido. El virus social de la pobreza, el desempleo, la corrupción, la migración y otros más han sido puestos en jaque por este nuevo virus que, más allá de amenazar y sentenciar de muerte a esta humanidad, la llama a reflexionar para que después de esta pandemia se proceda a curar también esos virus sociales que agobian a los más pobres de este mundo.
Pero pese al impacto social y económico mundial de este virus, la clase capitalista empresarial se resiste a las medidas de protección y aislamiento social decretadas por el Gobierno de El Salvador, porque les preocupa más la perdida de ganancias debido al cierre de las empresas y negocios, que la pérdida de vidas humanas como consecuencias de la pandemia, a tal grado que la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) y los diputados de la Asamblea Legislativa hicieron el intento de suspender a mediados de abril de 2020, las medidas del Régimen de Excepción del Gobierno, pero que gracias a la presión ciudadana no lo lograron, y en la plenaria del jueves 14 de mayo nuevamente fue sacada de agenda, la petición presidencial de prorrogar dicho régimen.
Finalmente hay que decir que el COVID-19 vino ha demostrar que ningún poder político ni económico de este mundo debe estar por encima de la naturaleza, ya que esta es capaz de cobrar con altos costos humanos la actitud de irrespeto y voraz depredación de los humanos ante su mismo hábitat; de tal manera que el distanciamiento social y encarcelamiento familiar a que nos ha sometido este virus nos lleve a reflexionar en la urgente necesidad de repensar como reunificar a nuestra sociedad después que pase esta pandemia, para seguir en la ruta de construir un mundo más justo y humano para las grandes mayorías.
*Sociólogo, abogado y notario, máster en Derechos Humanos y Educación para la Paz, docente de la Universidad de El Salvador, Facultad Multidisciplinaria de Occidente.