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EL COSTOSO ENGAÑO DEL CAMBIO CLIMÁTICO Y EL CALENTAMIENTO GLOBAL.

EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA.

 

 

 

 

Por Eduardo Badía Serra,

Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

 

 

CUARTA PARTE:

EL PRINCIPIO ANTRÓPICO.

 

Les mostró sus maravillas

para que se fijaran en ellas.

Ecli.17.8

 

Digamos algunas cosas sobre el Principio Antrópico.

 

No es nuevo este concepto del Principio Antrópico. El mismo principio del relativismo radical de Protágoras podría considerarse una expresión del Principio Antrópico. La expresión de Teilhard de Chardin de que “el hombre es el producto supremo y necesario de la evolución, el que da sentido al fenómeno general de la vida sobre la Tierra”, es una expresión del Principio Antrópico. La vida sólo tiene sentido si avanza hacia el hombre, afirmaba el filósofo y teólogo jesuita, tratando de conciliar evolución y creación, en una expresión de radical antropomorfismo. La filosofía ha gastado muchas horas de reflexión sobre ello. Pero la ciencia, coincidiendo en esencia con la posición filosófica, hace de tal principio una expresión diferente. Voy a referirme a ello utilizando la expresión que del mismo hace el físico y matemático inglés Roger Penrose.

 

El universo se origina, dice Penrose en “La mente nueva del Emperador”, (Roger Penrose, La mente nueva del Emperador, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Fondo de Cultura Económica, México, 1996),  a partir de un gas difuso del cual se condensaron las estrellas, y que fue literalmente “escupido” según la teoría estándar, como consecuencia de la gran explosión, el Big Bang. Sin embargo, no fue esa una explosión ordinaria en la que el material se expele a partir de un punto central hacia el espacio preexistente. Aquí, el propio espacio es “creado” en la explosión, y no existe ni existió punto central.  No hay, entonces, “espacio vacío preexistente” en el cual se vacíe la materia producida por la explosión; el mismo espacio, es decir, la superficie del globo, nace de la explosión. Con ello, agrega, no hay porqué considerar que la conciencia necesariamente provenga o se origine en la selección natural, pues bien esta conciencia, que aparece en el hombre, pudo haber sido producto de dicha gran explosión, producto de la Creación en un solo acto único y unitario.

 

¿Qué importancia tiene la conciencia para un universo en su totalidad? ¿Podría existir un universo sin habitantes conscientes? ¿Están las leyes de la física especialmente diseñadas para permitir la existencia de vida consciente? ¿Hay algo especial en nuestra localización particular en el universo, ya sea en el espacio o en el tiempo? Estas son las preguntas claves que se hace el Principio Antrópico, que en su expresión llamada “débil” se refiere a la localización espacio-temporal de la vida consciente o inteligente. El Principio antrópico en su forma “fuerte” va aun más lejos, pues no sólo se interesa en nuestra localización espacio-temporal dentro del universo sino de una infinidad de universos posibles. En opinión de Penrose, este “Principio Antrópico Fuerte” tiene un carácter algo dudoso, y los físicos tienden a invocarlo cuando no tienen una teoría lo bastante buena para explicar los hechos observados. El “Principio Antrópico Débil” al contrario, le parece incuestionable, siempre que se utilice cuidadosamente. El Principio Antrópico, en cualquiera de sus expresiones, sostiene que la conciencia es inevitable en virtud del hecho de que tendría que haber seres sensibles para observar el mundo, lo cual implica que no es necesario suponer que  la sensibilidad tenga alguna ventaja selectiva. Claro que esos “seres sensibles” observadores del mundo somos nosotros, los hombres, y en la expresión “débil”, se puede establecer una razón para que la conciencia exista sin que tenga que ser favorecida por la selección natural. Sin embargo, Penrose no cree que sea el Principio Antrópico la razón auténtica, o al menos no la única razón, para la evolución de la conciencia. Para él hay suficientes pruebas procedentes de otras direcciones para convencerse de que la conciencia tiene una poderosa ventaja selectiva, y no cree que el Principio Antrópico sea necesario.

 

En esto del origen de la vida, en apoyo a esto último que hemos dicho apoyándonos en Penrose, hay muchas posiciones, opiniones y teorías. Robert Clarke, en su libro “Los nuevos enigmas del universo”, (Robert Clarke, Los nuevos enigmas del universo, Alianza Editorial, El libro de bolsillo, segunda edición, España, 2015), señala cuando menos, las tres siguientes: a) Las primeras moléculas biológicas llegaron del espacio, y sembraron la Tierra bajo el impacto de meteoritos o cometas; b) Las primeras moléculas verdaderamente biológicas, como las que componen los ácidos nucleicos, son demasiado complejas para poder haber aparecido de manera espontánea. Hubo una especie de vida mineral que precedió a la vida orgánica, y que pudo surgir en forma de cristales u otros compuestos minerales como las piritas, o bien en arcillas cuya arquitectura se asemeja a la de las grandes moléculas biológicas; después estas se emanciparon de su soporte mineral para hacerse autónomas; c) La vida pudo aparecer en el fondo de los océanos, y las extrañas bacterias que se ven hoy en esas fumarolas que salen a más de 100 °C de las profundidades del planeta, en las grietas situadas a más de 20,000 metros bajo la superficie marina, son los vestigios de lo que se denomina “arqueobacterias”, los ancestros de todos los seres vivos. Schrodinger, en su importante libro “¿Qué es la vida?, (Erwin Schrodinger, ¿Qué es la Vida?, Canto, Cambridge University Press, UK, 2010), sostiene que la parte más esencial de una célula viva, la fibra cromosómica,  está constituida por sus famosos “cristales aperiódicos”, que son los portadores materiales de la vida. El “cristal aperiódico” es la estructura química del gen abstracto de la genética básica, la “molécula maravillosa”, y con él se moleculariza el gen de la genética clásica.

 

El mundo es asombroso, el universo lo es más. La física nos muestra que la flecha del tiempo tiende hacia el desorden; la termodinámica nos muestra que un sistema aislado tiende naturalmente hacia el desorden; los seres vivos se desorganizan envejeciendo. Es lo que llamamos “Entropía”. Sólo en nuestra galaxia hay más estrellas que seres humanos hayan existido jamás. Para contar las moléculas que existen en un centímetro cúbico de aire, a un ritmo de una molécula por segundo, haría falta diez veces más tiempo que el transcurrido desde el nacimiento de nuestro universo, hace más o menos 15,000 millones de años, lo cual significa que en un centímetro cúbico de aire, un espacio más o menos como el que ocupa un grano de maíz, hay unos cinco millones de millones de millones de moléculas, 5 x 1018 moléculas. Y tantas maravillas más que podríamos contar del universo y de la tierra. Por eso, bien dice la Escritura: “Les mostró sus maravillas para que se fijaran en ellas”, (Ecli.17.8).

 

Podríamos expresar el Principio Antrópico diciendo, como dicen Hawking-Mlodinov  en “The Grand Design”, (Stephen Hawking-Leonard Mlodinov, The grand design, Bantam Books, New Yok, 2010): “Vivimos en una región del universo adaptada a hospedar formas de vida inteligente”. Los defensores y propulsores del Cambio Climático y del Calentamiento Global sonríen alegres con tales expresiones, esta u otras, y confirman su antropomorfismo radical mostrándose superiores a la naturaleza y al cosmos mismo. Pero Hawking-Mlodinov definen luego lo que es el universo y lo que es el hombre: “El universo – dicen-, es una ‘hidrógeno-forma de vida’; el hombre es una ‘carbón-forma de vida’ ”, con lo cual quitan al hombre del centro de todo, y dejan en este a la naturaleza. ¿A qué viene entonces esa pretensión del hombre de considerarse el centro de todo el cosmos, y de querer dominar a la naturaleza, corregir su rumbo, y pretender que con sus actos, este se está alterando negativamente?

 

Volvamos a algunas cuestiones fundamentales que, luego de este corto recorrido, merecen considerarse de nuevo:

 

¿Es el hombre, la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son, y de la que no son en tanto que no son?

 

¿Es el hombre, el centro de todas las cosas, el fin absoluto de la naturaleza y punto de referencia de todas las cosas?

 

¿Es la existencia del hombre lo que da sentido al universo?

 

Continuará.

 

 

 

 

Ver también

Amaneceres de temblores y colores. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil. Sábado,16 noviembre 2024