Elder Gómez
Colaboración
San Salvador (29 enero).- No, no hubo protocolos de bioseguridad de ningún tipo, ni temor de contagio del mortífero Covid-19, que ya ha cobrado la vida de casi 2 mil salvadoreños desde marzo pasado, cuando inició oficialmente la pandemia en El Salvador.
Las casillas de ventas de boletos para presenciar la «Gran Final» del fútbol salvadoreño, entre el oriental Águila y el capitalino Alianza, el domingo, fueron clausuradas muy temprano el viernes, porque se agotaron las entradas, para unos 50 mil aficionados.
Millares acudieron al Monumental Estadio Cuscatlán, en el sur de San Salvador, para adquirir su acceso al legendario encuentro, retando al coronavirus y sobreponiendo el clásico juego futbolístico, a su salud y la de sus parientes.
No hubo nada, ni nadie, que impidiera monumental aglomeración de aficionados en el mítico estadio salvadoreño, en medio de una escalada nacional de contagios -un promedio de 300 diarios – y de muertes – unos 12 diarios-, por el virus chino.
El Covid-19, obviamente, pululó en el Cuscatlán y, sus consecuencias, según los cálculos epidemiológicos, se verán en 8 días, aproximadamente.