Por David Alfaro
29/10/2024
Oswald Spengler, en su obra «La Decadencia de Occidente», plantea que las civilizaciones pasan por un ciclo de vida similar al de los organismos: nacen, crecen, alcanzan su plenitud, envejecen y, finalmente, mueren. Para él, cada cultura tiene una vida propia, única e irrepetible, que se desenvuelve en etapas predeterminadas. Este ciclo es inevitable y lleva a cada sociedad desde su desarrollo inicial hasta su desaparición. Spengler describe esta sucesión de fases como el destino inevitable de las civilizaciones, sin importar cuán prósperas o avanzadas sean.
En la fase final de una civilización, surge lo que él llama Cesarismo, en alusión a César. Esta etapa se caracteriza por el colapso de las instituciones democráticas y republicanas, las cuales dan paso a la concentración del poder en manos de «figuras carismáticas y autoritarias». Según Spengler, este fenómeno ocurre cuando una sociedad en declive busca desesperadamente estabilidad y orden, a menudo sacrificando sus valores democráticos y cediendo el control a líderes fuertes y autocráticos que terminan siendo dictadores. Sin embargo, en lugar de restaurar la vitalidad de la civilización, el Cesarismo marca el comienzo del fin. Es el último acto en el ciclo de una cultura, simbolizando la muerte, como en un organismo vivo, de esa civilización al eliminar los valores y estructuras que antes la definían.
Spengler ve en el Cesarismo no una solución, sino el síntoma final de la decadencia de una cultura. Esta fase representa el declive irreversible y el eventual colapso de la sociedad, que sucumbe bajo el peso de su propia grandeza pasada, entregando el poder a líderes autocráticos que, aunque aparentan resolver los problemas, realmente son el último capítulo de esa civilización antes de su disolución…
La teoría de Oswald Spengler sobre la decadencia de las civilizaciones nos plantea que cada cultura, al igual que los seres vivos, pasa inevitablemente por un ciclo de vida: nace, crece, florece y, finalmente, entra en un período de declive que culmina en su muerte. Aunque este ciclo aplica a grandes civilizaciones, también es evidente en las sociedades modernas de menor escala. En este sentido, la sociedad salvadoreña, a pesar de no ser una civilización en sí misma, forma parte del cosmos de la civilización occidental y vive los mismos síntomas de agotamiento cultural y político. El actual mandato de Bukele encarna la fase del «Cesarismo», el último capítulo en el ciclo de una sociedad, donde los ideales democráticos se abandonan en favor de una autocracia que, lejos de revitalizar, apunta hacia la decadencia.
La Sociedad Salvadoreña y los Síntomas de Decadencia
La sociedad salvadoreña ha experimentado durante décadas una profunda crisis estructural. Problemas como la violencia, la corrupción, el desempleo, y la pobreza crónica han erosionado la confianza en las instituciones y la esperanza en un futuro de justicia y prosperidad. En la visión de Spengler, estos síntomas de decadencia representan el final de una era, en la cual las estructuras de poder que alguna vez sostuvieron la vida social se ven ahora incapaces de satisfacer las demandas de la población. Las promesas de cambio ofrecidas en la transición hacia la democracia en los años 90 se han visto cada vez más huecas, dejando a la sociedad en un estado de desilusión y escepticismo.
Ante esta situación, las instituciones republicanas, como el sistema judicial y el legislativo, han perdido credibilidad y relevancia. La corrupción y la ineficacia de estos organismos no solo destruyen la funcionalidad del sistema, sino que provocan un vacío de poder que abre el camino al surgimiento de un líder carismático que promete acabar con el desorden. Este es el punto que, según Spengler, marca el paso de una democracia debilitada al Cesarismo, donde el anhelo de estabilidad y la falta de alternativas conducen a la concentración del poder en manos de un solo hombre.
Bukele y el Cesarismo en El Salvador
El ascenso de Bukele representa la llegada del Cesarismo a la sociedad salvadoreña. Bukele, una figura que proyecta autoridad, cercanía y modernidad, ha sabido capitalizar la desesperación de la población, presentándose como la única solución viable ante un sistema fallido. Con un discurso populista y de confrontación, ha logrado consolidar un control sin precedentes sobre el aparato estatal. Su carisma ha permitido que su figura sea percibida como incuestionable y que su estilo autoritario sea aceptado en nombre de la «seguridad» y la «prosperidad» prometida con un «milagro económico».
En esta fase de Cesarismo, la sociedad ya no busca instituciones fuertes o un sistema democrático estable, sino una figura que pueda, con mano dura, restaurar el orden. Sin embargo, lo que Spengler advierte en este punto es que el Cesarismo no es un renacimiento, sino una especie de «fase terminal». Lejos de revitalizar la sociedad, la concentración de poder en un líder autoritario que desarticula las instituciones y elimina los mecanismos de control solo acelera la descomposición social. La autocracia de Bukele, con sus promesas de grandeza y su rechazo a cualquier tipo de oposición, es el síntoma de una sociedad en su etapa final de decadencia.
Reflexión Final
El Cesarismo, según Spengler, es un estado de muerte cultural. La fase en la que la sociedad deja de ser un organismo dinámico y se convierte en un sistema rígido y autoritario que vive su última etapa. En El Salvador, el mandato de Bukele no representa una renovación sino una profundización de la crisis. La promesa de orden que él ofrece es solo una apariencia, una fachada que enmascara la pérdida de libertad y de pluralidad. En el fondo, lo que sucede es la consolidación de un poder que no resuelve los problemas estructurales, sino que los posterga, en un ciclo interminable que promete estabilidad a cambio de sumisión.
Spengler sugiere que el fin de una civilización llega cuando la sociedad pierde su capacidad de autocrítica, cuando los ciudadanos aceptan una autocracia como la única salida posible. En El Salvador, esta fase está en marcha, y aunque Bukele pueda aparentar grandeza, la historia indica que el Cesarismo es solo el preludio de la desintegración final.