Por: Rolando Alvarenga
@Bachiboxx55
El reciente robo que sufrió la púgil salvadoreña, Argentina Solórzano, en los Juegos Panamericanos de Lima, se constituye en un ejemplo más de los abundantes casos de atletas cuscatlecos en eventos internacionales.
La pugilista, categoría 57 kilogramos, hizo su máximo esfuerzo ofensivo y técnico para sumar puntos en el combate contra Yarizel Ramírez, de Estados Unidos.
Sin embargo, al sonar la campana, Solórzano se llevó una sorpresa mayúscula al escuchar la decisión de los jueces, pese a marcharse a su esquina con la convicción de haber ganado.
Tras el trago amargo y decirle adiós a la ansiada medalla, las cosas no cambiaron por la falta de un delegado con jerarquía que presentara la debida protesta con la fianza económica.
Estos “robos”, por lo general, ocurren en los deportes de combate, en donde la última palabra siempre la tienen los cuestionados jueces.
La experiencia periodística me ha demostrado que los jueces siempre van a inclinar su mano a favor del poderoso, en detrimento de los atletas de un país modesto o tercermundista.
Y creo que fue eso lo que motivó a David para tumbar a Goliath y así no someterse a los jueces en su destino.
Por tanto, mientras El Salvador no tenga jerarquía internacional y sus dirigentes no tengan peso y dinero, siempre estará expuesto a que le roben sus triunfos y no pase nada.
Cosas similares le han ocurrido a la gran esperanza de la marcha, Gilberto Menjivar, orgullo de San José Guayabal e inminente sucesor de Cristina López, en torneos internacionales.