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Alan González Figueroa, Representante FAO El Salvador
Cada 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, como parte de la Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas 63/278, con el propósito de invitar a la reflexión y a tomar acción ante la problemática del deterioro ambiental global y el impacto que tiene en nuestro planeta y en nosotros mismos.
La Tierra se compone por una diversidad de ecosistemas que son nuestro hogar; por tanto, es necesario buscar el equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales para las generaciones presentes y futuras, todo bajo una responsabilidad del colectivo global fomentando la armonía con la naturaleza tal como lo señala la Declaración de Río de 1992.
La implementación de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se convierten en una gran oportunidad para que los países aborden frontalmente la problemática a través de una agenda común encaminada a recuperar los principales ecosistemas planetarios. Para hacer frente a esto se cuenta con 17 objetivos y 169 metas establecidas que han sido adoptadas por los países como parte de sus acciones a nivel nacional, cuyo propósito final es contar con un mundo más sostenible.
En la actualidad, la medición de la huella ecológica pone de manifiesto la necesidad de tomar medidas urgentes en la búsqueda del equilibrio planetario, ya que el uso de los recursos naturales está excediendo la cantidad que el planeta puede proveer, estamos tratando al planeta como un proveedor ilimitado de recursos, cuya disponibilidad real es limitada.
De acuerdo con Deutsche Welle (DW), en su artículo titulado “Los límites de regeneración del planeta” señalaba que al 2 de agosto de 2017, habíamos consumido ya todos los recursos que nuestro planeta tenía la capacidad de generar durante el año; y Mathis Wackernagel señalaba lo siguiente: “Actualmente, nuestro consumo excede un 70% lo que nuestro planeta puede renovar”.
El Sexto Informe sobre las Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GO6), elaborado por la UNEP, señala en sus resultados que en América Latina las economías regionales son dependientes de los productos primarios y de los recursos naturales, en aproximadamente el 50% de los bienes que exporta. Asimismo, el documento expone que las zonas urbanas continúan expandiéndose en toda la región y en la mayoría de los casos, la concentración de la población, los patrones de producción y consumo asociados con la urbanización están magnificando la degradación ambiental; la calidad del aire ha empeorado en las ciudades; y el futuro de las economías de la región y la capacidad de los países para combatir la pobreza y desigualdad, depende en gran medida de su capital natural.
Bajo este contexto es importante considerar una buena gestión de los recursos hídricos, manejo sostenible de los recursos naturales, aumento de la producción de energías verdes, reducción de emisiones de CO2, reducción de los desperdicios de alimentos, reducción de la tala indiscriminada de bosques, la contaminación por vertidos industriales, los patrones de consumo desmedidos, reducción de la emisión de desechos sólidos, en especial, de los plásticos en todas sus categorías que se están convirtiendo en un serio problema global.
Acciones como el desarrollo de programas de reforestación, uso de riego por goteo como alternativa de ahorro de agua, mejora de los suelos, diversificación productiva y protección de los medios de vida, sistemas productivos y alimentarios sostenibles, pueden ser contribuciones significativas para minimizar esta problemática. Todo esto representa un desafío para proteger el planeta Tierra, de manera que podamos frenar la tendencia de deterioro actual y transitemos hacia un planeta más sostenible.
Unámonos para cuidar nuestro planeta para las futuras generaciones y construyamos un mundo libre del hambre.
