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«El desorden de las cosas». Por Wilfredo Arriola

 

Por Wilfredo Arriola

 

El depresivo tiene como magna tarea levantar la ropa tendida y algunos platos por lavar. Titánico. Puede parecer una exageración, pero no lo es, hay momentos en que todo se nubla, momentos que pasan a ser una forma desequilibrada de las cosas por hacer. Muchas veces malinterpretada con desdén o pereza, hay algo más, la honda desilusión de no poder cargar más con la vida, que resulta imposible, levantarse, ordenar y poner en orden aquello, en primer lugar, lo que está en la mente para luego sacudir un poco el polvo de las cosas que nos recuerdan que algo está mal.

 

La casa nos refleja, nos da pistas de lo que somos. Los que llegan, los que se van, a los que invitamos y tienen la gentileza de guardar silencio de las cosas que no tienen incidencia en ello, simplemente disfrutan de la compañía y se guardan para su fuero personal lo que cambiarían, pusieran o limpiaran. Lo silencios también nos definen. Con seguridad cada uno guarda algunos detalles que posterga para el después. Una bodega, un lugar que sirve para guardar u olvidar los objetos que se cree usar a futuro, futuro que nunca llega… La casa como la mente, hay algo apilado que no sabemos solucionar, ya lo decía Jung: “A lo que resistes, persiste”.

 

De vez en cuando viene bien, sacudir un poco el polvo de las cosas, hacer inventario de lo que guarda una esperanza errónea que nubla el presente, que nos quita espacio, que aguarda un incómodo lugar, haciéndonos el puntual recordatorio de lo que hay que hacer, no porque se quiere, sino porque se debe. Aprender a vivir con ello, normalizarlo será entonces una cruz o la liviandad. Un orden que dice: acá está (o acá estoy) o un desorden, que dice: después, siempre después.

 

Volver a ver el entorno y reparar en él, como se repara en las cosas que nos gustan, ver los detalles y fiarse de ellos. No es tarea fácil, como no lo es para el depresivo que le pesa igual que un ancla, limpiar su habitación, simplemente su habitación. El verdadero inicio del éxito, bien lo dicen, empieza por ordenar la cama, quizá nos dicen en esa máxima, quién no repara en los pequeños detalles no reparará en las cosas que demandaran más atención. Empezar, por el polvo, por los platos, por los zapatos viejos, empezar por la mente, empezar por sabernos decir que debo ordenar primero en mí para ver después lo demás, ojalá y no sea muy tarde.

 

 

 

 

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