José M. Tojeira
La historia de El Salvador está plagada de operaciones de despojo a campesinos y personas débiles o empobrecidas. Hace no demasiado sufrimos el despojo de la comunidad de El Espino, fruto de negocios llevados a cabo entre gobiernos corruptos y oligarcas tradicionales, amparados con la actuación de un juez arbitrario e injusto, denunciado incluso ante la Corte por sus actuaciones. Dado el escándalo que significaba ver a los desalojados viviendo en la calle de uno de los sectores más privilegiados de El Salvador, el gobierno anterior inició un proceso de apoyo a la comunidad, logrando un terreno para reubicarlos. El nuevo gobierno ha entrado en este caso también con ímpetu dando pasos hacia una solución digna para la gente. Pero la historia de despojo es demasiado larga y lamentablemente todavía frecuente. En la actualidad hemos conocido el caso de la Asociación Cooperativa de Producción agropecuaria El Bosque de R.L. Se trata de una cooperativa de campesinos que viven fundamentalmente de la tierra y que son como la mayoría de los campesinos, gente de bajos recursos.
Resulta que el presidente de dicha Cooperativa señor José Cleto Cruz Meléndez (ya fallecido), consiguió dinero para un proyecto de desarrollo de poco más de 131.000 dólares aproximadamente, firmando dos pagarés sin protesto con un interés normal del 12 % anual más un interés moratorio del 3 % mensual.
El proyecto no resultó, los pagos se fueron dilatando y el sistema judicial condenó a la Cooperativa mencionada el año 2018 a pagar la suma de 848.605 dólares, sumando el capital inicial y los intereses. Por supuesto es evidente que las deudas deben pagarse, pero los intereses usurarios del 3 % mensual, que han agravado terriblemente la deuda, son injustos, claramente violatorios de los derechos al desarrollo de los pobres y en el caso de los campesinos de la cooperativa el Bosque, imposibles de pagar. Establecer culpas de los campesinos, ingenuidades, irresponsabilidades o incluso corrupción, si es que la hubiera habido, no excusa la brutalidad usurera impuesta por la empresa en ese tipo de contrato. Ahora se habla de desalojo de los campesinos y de apropiación de la tierra por parte de la empresa en caso de que no se pague la deuda, pudiendo quedarse los acreedores con más de cien manzanas, cada vez más cerca y mejor comunicadas con Santa Tecla. Un negocio redondo apoyándose en la ignorancia ajena y en los intereses usurarios que van a destrozar la vida de una comunidad numerosa y básicamente decente.
¿No hay solución para estos casos? En justicia debiera haberlos. Los “abogángsters” del dólar suelen decir que la justicia es ciega. Y lamentablemente es cierta la ceguera de una justicia que no mira ni contextos ni injusticias en las que se apoyan jueces y empresarios aprovechados para desvalijar a los pobres. Como es ciego muchas veces el Estado que al emprender reformas desde el legislativo y el ejecutivo, no acompaña ni apoya ni supervisa adecuadamente a quienes se embarcan en nuevas posibilidades de trabajo cooperativo fruto de las reformas. Al final reformas sociales que son justas e incluso necesarias, terminan fracasando por la falta de protección y apoyo estatal a los beneficiarios de las mismas. Beneficiarios que al emprender nuevos modos de relación laboral y productiva carecen muchas veces de experiencia y conocimientos, convirtiéndose en sectores profundamente vulnerables ante la falta de protección legal y la voracidad de quienes desde el poder y el dinero saben manejar los recovecos y entresijos, muchas veces engañosos de la legislación económica y comercial.
El Salvador necesita reformas sociales y económicas. Pero necesita especialmente instituciones sólidas que acompañen a los beneficiarios de las reformas, y una legislación protectora de la nueva institucionalidad que pueda surgir de las reformas. Solo así se podrá conseguir la suficiente confianza ciudadana, especialmente de las mayorías pobres o vulnerables y solamente de esta manera podremos avanzar hacia una libertad democrática que garantice el desarrollo de las capacidades de las personas.