Oscar A. Fernández O.
Desde el siglo XIX Estados Unidos ejecuta “doctrinas” de neo colonización. Para fundamentar la expansión territorial, sovaldi los políticos y gobernantes de Estados Unidos se apropiaron de la alucinación nacida del “destino manifiesto” esbozado por el periodista John L. O´Sullivan en 1845 que, en síntesis, considera que la divina Providencia eligió a los Estados Unidos para ser una potencia política y económica, una nación superior, que debía y podía imponerse a las demás naciones y pueblos de la Tierra, inferiores a la raza anglosajona. El arrogante, delirante y torpe decreto firmado recién por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunciando que Venezuela es una amenaza para la seguridad nacional de Washington, sigue fiel a esa doctrina.
El pueblo venezolano es un pueblo pacífico. La única experiencia que registra la historia sobre la salida de fuerzas armadas venezolanas más allá de las fronteras, data del siglo diecinueve, cuando las tropas dirigidas por el Libertador Simón Bolívar, salieron a luchar, junto a los pueblos de Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, por la independencia del imperio colonial español. Nunca, desde entonces y hasta el presente, se ha conocido la presencia de sus ejércitos en acciones bélicas fuera de sus fronteras.
Según un comunicado difundido este lunes por la Casa Blanca, se declaró la “emergencia nacional” por la “situación política venezolana”, por lo cual, el país sudamericano amenaza la seguridad nacional estadounidense. Millones de Estadunidenses ni siquiera saben dónde queda Venezuela, más allá de lo que piensan de sus excelentes peloteros que juegan en las ligas de beisbol norteamericanas.
La explicación de la Casa Blanca de que se trata de un procedimiento “legal normal” ya usado con países como Irán, Siria o Birmania, entre otros, lleva a muchos también a preguntarse ¿qué paralelos pueden existir entre la situación venezolana y la de gobiernos que Washington considera hostiles y terroristas?
Lo mismo con Bush Jr. que con Obama, Estados Unidos lleva quince años de guerra no declarada contra Venezuela mediante acciones que violan flagrantemente el derecho internacional. Pero Obama y el Congreso de Estados Unidos metieron “jonrón”, en noviembre pasado e iniciaron un camino muy peligroso al atribuirse la ilegal facultad de sancionar a funcionarios venezolanos, cuyo único delito ha sido proteger al pueblo y al Estado de los criminales planes golpistas y desestabilizadores de la contrarrevolución, alentada y financiada precisamente por Estados Unidos. Además se ha comprobado la falsedad que los funcionarios citados por sus nombres en el decreto presidencial, sean responsables de la muerte de cuarenta y tres “estudiantes” y la violación de derechos humanos.
Las incongruencias no acaban, un alto funcionario de los “halcones”, declaro a la prensa internacional “Que el gobierno de Estados Unidos ha identificado como una prioridad el hecho de estar comprometido con el apoyo a los derechos humanos y los procesos democráticos… Estados Unidos piensa que socavar esto genera una amenaza a la seguridad nacional”… (sic!) Si esto fuera así, por qué han mantenido un silencio cómplice mientras autoridades mexicanas asesinan a seis estudiantes y desaparecen a 43 normalistas en Ayotzinapa, Iguala, Estado de Guerreo, México.
Todas las insensateces expresadas por Obama en esta campaña siendo “Premio Nobel de la Paz” y otrora un abogado luchador y honesto de Illinois, que cuando Diputado propago su mensaje de cambio, tanto en política interior como exterior, en la que defendió un mayor protagonismo de la acción diplomática en detrimento del recurso a la fuerza, resultan hoy dignas de un estudio psiquiátrico.
La famosa “orden ejecutiva” de la Casa Blanca entre otras majaderías dice ““Yo, Barack Obama, (…) considero que la situación en Venezuela (…) constituye una amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad nacional y la política externa de Estados Unidos (…)” Es sin duda una declaración de guerra velada. No hay duda de que el mito de la superpotencia estadunidense sigue siendo un compromiso emocional muy fuerte para los organismos de poder.
La verdadera amenaza a la seguridad del pueblo de Estados Unidos está en Estados Unidos. Son los lobbies corporativos militares y financieros, que consideran que una región sin guerras y con recursos que no pueden controlar, es un peligro para sus intereses económicos y de poder profundamente antidemocráticos y fascistas. Sectores que se sustentan en el ataque a otros pueblos, en la desinformación y utilización del pueblo norteamericano pudiente y de piel blanca, y del empobrecimiento, encarcelamiento y persecución de los norteamericanos e inmigrantes de piel oscura, sostiene Adolfo Pérez Esquivel.
Estamos frente a una época caracterizada por el debilitamiento de la unipolaridad liderada por Estados Unidos y el surgimiento de bloques de poder, que nos dirige a un mundo multicéntrico y multipolar, como lo podemos advertir claramente con las agrupaciones de países que han unido sus esfuerzos para el desarrollo, tanto en América Latina, como en el resto del mundo, entre los cuales podemos resaltar el BRICS a nivel mundial, y ALBA, UNASUR y CELAC en América Latina.
Ante este escenario, Estados Unidos ataca visiblemente a los centros de cambio que se oponen a su hegemonía en cada región: Rusia, Irán, Venezuela, entre otros, y muestran su descontento con el avance incuestionable de China. Todos son países sancionados que, no casualmente, critican las pretensiones estadounidenses de gobierno mundial. Mientras, Washington el centro del Imperio capitalista, se desvela pensando en cómo mantener su hegemonía, entre otras cosas, para sostener su sistema financiero especulativo, basado en una moneda sin respaldo. Un sistema que enfrenta una crisis incuestionable, aún más allá de lo monetario, poniendo en peligro a la humanidad entera.
Las naciones latinoamericanas y caribeñas debemos entender y apropiarnos de la idea que sometiendo a Venezuela, Estados Unidos lograría dar una herida grave a los procesos de transformación y de independencia política y económica que vive la región, los cuales se expresan en organismos de integración como la Unasur, Petrocaribe, Alba, el Banco del Sur, etc. Casos en otras regiones son muestra clara que no solo el país atacado viviría una total inestabilidad sino que la región saldría perjudicada. La conciencia sobre esta realidad debe llevarnos a consolidar la importante unidad regional, para impulsarla como un bloque de desarrollo y paz. América Latina una zona de Paz, eso debemos de defender hasta las últimas consecuencias. El Salvador debe sumarse sin dilación a este esfuerzo.