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El día que el FMLN iluminó los cielos

Elena Freeman

Ese 25 de noviembre de 1989, la ofensiva “Hasta el Tope ¡Febe Elizabeth Vive!” tenía quince días en marcha. Por primera vez en la historia de la guerra, el FMLN logró afianzarse en centros urbanos como Mejicanos, Ciudad Delgado, Soyapango, Cerro San Jacinto, Zacatecoluca, San Miguel, Santa Ana y Usulután y atacó simultáneamente a importantes blancos militares y políticos. Al ver en jaque su control de las ciudades, las Fuerzas Armadas respondieron con bombardeos de la población civil en las zonas donde la guerrilla se había concentrado.

Estos bombardeos mostraron nuevamente, que la fuerza del Ejército residía en su poderío aéreo. En 1982, los EE. UU. invirtió en el fortalecimiento de la fuerza aérea, hecho que convirtió la aviación en el factor determinante en la ventaja militar de la FAES. Además, en ella residía la fuerza moral del ejército; pues era la “garantía” de su superioridad, cuando sus fuerzas terrestres eran abatidas por la osadía guerrillera.

Por esto, contar con misiles tierra–aire se convertía cada vez más en una necesidad militar para el ejército popular del FMLN. En 1984, el presidente Duarte, como parte de una argumentación fabricada con el equipo de Ronald Reagan, acusó falsamente a la guerrilla de albergar estos misiles. En el momento, la comandancia del FMLN respondió que, aunque esto no era cierto, y formaba parte de un discurso que buscaba consolidar la ayuda militar norteamericana, la fuerza insurgente reafirmaba su “derecho irrenunciable a realizar todos los esfuerzos por armarse eficazmente para enfrentar y derrotar la escalada intervencionista del gobierno de los Estados Unidos, que vuelca sobre nuestro pueblo armas sofisticadas de gran volumen de fuego (…)”.

Pero para 1989, poder poner en jaque a la fuerza aérea, cosa que solo se había logrado una vez, en 1982, con un exitoso ataque a la base de la FAES en Ilopango, parecía cada vez más un sueño realizable. Los misiles tierra-aire, que serían utilizadas para derribar dos aviones y un helicóptero en los años siguientes, un golpe mortal a la moral enemiga y el empuje final a la firma de los acuerdos de paz, dejaron de ser una fantasía lejana.

En este afán, y en medio de los bombardeos de las zonas populares, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional consiguió una avioneta Cessna y con una gran emoción, una emoción que, lastimosamente, se sobrepuso al cálculo, la llenó con armamento, municiones, pero especialmente con misiles tierra-aire que podrían neutralizar la fuerza aérea del ejército.

Cuatro valientes y comprobados revolucionarios del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) iban en el vuelo que salió de Managua: Walter Oswaldo Alfaro Aguiñada -Luis, originario de San Salvador-; Isidro Posada -Denis, originario de Río Seco, municipio del Divisadero en Morazán-; Elo de Morazán y Santiago Rauda Posada -Wiliam el Pulgoso de San Juan Opico-. Capacitados en el uso de los misiles, les esperaba una gran misión en El Salvador.

Pero la avioneta iba sobrecargada y la carga no iba bien asegurada. En el giro cerrado para dirigirse a la pista de aterrizaje en una hacienda algodonera en Usulután, la avioneta se averió y cayó en un campo de Puerto Parada, del mismo departamento. Denis, Elo y Wiliam murieron instantáneamente y Luis, el piloto, herido gravemente de la columna y con la claridad que ya llegarían a capturarle las fuerzas enemigas, utilizó una bala en la pistola que portaba para callarse para siempre.

Al día siguiente, el gobierno de Alfredo Cristiani rompió relaciones con Nicaragua por su apoyo a esta misión; acusó a Nicaragua de intervenir en asuntos nacionales. Daniel Ortega respondió, “Me siento orgulloso como nicaragüense de que ese gobierno asesino rompa relaciones con Nicaragua”. De esta manera, reivindicó políticamente no solo al pueblo nicaragüense y el FSLN, sino también al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Aunque posteriormente fue necesario devolver misiles al Ejército Sandinista para enmendar situaciones circundantes a la tenencia de misiles, en ese momento, la solidaridad revolucionaria prevaleció sobre la diplomacia impuesta.

Relación El Salvador-Nicaragua, nuevamente en riesgo

Aunque se espera que un rompimiento de relaciones entre El Salvador y Nicaragua no se repita, Bukele fue contundente, en su campaña presidencial, en sus primeros discursos como presidente electo, y en su práctica que estas relaciones están en riesgo; no fue casualidad que sus primeras declaraciones al respecto se realizaron en un evento de la ultra conservadora Heritage Foundation en Estados Unidos donde dijo que “(Daniel) Ortega y (Nicolás) Maduro pueden irse despidiendo de sus aliados en El Salvador”. Ahí mostró que la extrema derecha estadounidense podría contar con él. Hasta la fecha, el presidente salvadoreño, además de amenazar con romper relaciones con Nicaragua, ya las ha roto con la República Árabe de Saharaui Democrática y ha expulsado la representación diplomática de la República Bolivariana de Venezolana del país.

Hoy es cuando hay que devolver la solidaridad a Nicaragua. Así como lo hicieron Denis, Wiliam, Elo y Luis, estos cuatro compañeros, algunos de ellos que habían combatido a la contrarrevolución en Nicaragua antes de esparcir su sangre, semilla de libertad, sobre las tierras de su patria.

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