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El diamante del Acelhuate[1] Caralvá

 

Caralvá

Intimissimun

Me dicen Pachago y soy minero, no crean que mineros de los tradicionales, soy de los que busco en el río Acelhuate, una que otra sortija o alhaja suelta por ahí, así todos los días y salgo a minear en ese río que tiene de todo.

Vivo en la Colonia Gallegos 2, que aparte de ser pobre odia el abandono en que tienen ese río.

A cada rato el perfume que expelen los intestinos del Acelhuate es tan insoportable que salimos a otro lugar a esperar que pase esa oleada infernal, hay cosas a las que uno no se acostumbra, una de ellas es a ser pobre y otra vivir aquí.

Al estar mineando uno saca cada cosa del agua de lo más extraordinario, pero no solo es encontrarse con algo, a veces las cosas lo encuentran a uno, como usualmente sucede, puesto que aquí en la zona de Lourdes, existe un recodo donde un hospital tira desechos humanos, así que usualmente se pueden ver pedazos de cuerpos humanos.

Sí, sí, hemos avisado a las autoridades, vienen y se van de la misma manera, con una indiferencia que cala los huesos, cala en la arena, debí decir, puesto que aquí los pedazos de vida se clavan en el fondo de ese río.

Hace algunos días, me encontré con pedazos de brazos flotando, cosas esponjosas como vísceras, fetos en descomposición que duran muy poco porque son devorados por las hormigas y otras cosas que acechan en las orillas de ese río fétido.

Mi casa es la mejor de la zona, tiene una vista que atrapa la luz todo el día, continuamente es arrullada por una cantidad de agua que corre del negro río Acelhuate, vivimos en la zona de Lourdes, en la colonia Gallegos 2, en la periferia de otra ciudad periférica llamada San Salvador, donde nos aferramos con las uñas a un pedazo  de tierra para vivir, ahí convivimos con los barrancos, con los pedazos de tierra que saltan sobre las aguas de ese río depositario de todo, me parece que el Acelhuate es heredero de los desechos universales.

Este río noble y sufrido es descubierto cada día por gente interesada, cada día antes que los ambientalistas lo descubrieran ya los había descubierto los industriales, los curtidores de pieles, los hospitales, los beneficios de café o los amables vecinos que por no dar unos pasos deciden tirar sus productos derruidos al río, como si tirasen una pelota en la cancha de básquetbol, entonces un enjambre de desechos pestilentes cae sobre el río.

El Acelhuate es un río de colores, a veces amanece con espuma y rodeado de aguas viscosas, a veces no podemos adivinar qué color tendrá al siguiente día, los detergentes y los desechos forman extrañas siluetas, los bordes parecen obras de arte-funerario, puesto que pedazos de llantas, cocinas, zapatos, ropa, papel, troncos, animales muertos… todo forma una compleja fotografía de un cuadro-social-cadáver, a pesar de todo ese talego de cadáveres que flotan a nadie parece importarle, ni los cadáveres, ni el futuro de este río muerto.

Nuestra casa tiene el calor suficiente para que no pasemos frío cada noche, somos pobladores de este humilde reducto de pobreza, mucho más ahora con esta pobreza coyuntural que anuncia nuevas alzas de precio y despidos de empleados. Este río es una monumental obra de arte, con la muerte en cada trazo, en cada palabra, en cada escena.

Hoy me levanté temprano, me fui a “minear”, es febrero y me gustan las mañanas porque todo lo que la noche arrastra usualmente es prodigioso, la noche es silenciosa y plagada de misterios, aunque también está llena de zancudos y mosquitos que no dejan dormir.

En fin, en mi trabajo, llevo un guacalito y una redecilla que sirve para colar las escorias de los objetos de valor, ya he encontrado uno que otro tesoro en medio de la mierda, porque no se puede llamar de otra manera a la masa que emerge de estos depósitos de gelatinas incoloras, a lo mejor alguno que otro ciudadano se indigesta con monedas de oro y esas monedas no tienen otro destino que este río, pero de todos modos un pedazo de oro bien vale rescatarse, aunque este rodeado de tanta basura.

Toco el agua con mis piernas, puesto que me arrollo los pantalones y busco de piedra en piedra en los recodos donde se agrupan clavos y metales, ahí meto mi guacalito; he recorrido el mismo camino de siempre, hoy la suerte me acompaña puesto que he encontrado algunas piezas de oro sueltas, pequeñas piezas de aretes, pulseras que brillan bastante y se distinguen porque no se corrompen con el agua, no se ensucian, además son flexibles.

Pero ahora un objeto muchas veces más brillante que el oro apareció en mi guacalito, era como una gema cortada, brillante, brillante; así feliz por el hallazgo lo envolví en mi pañuelo y lo guardé en mi bolsa derecha, donde están mis otros tesoritos.

Al terminar la jornada, me fui directo a la casa a mostrarlo a mi mujer y mi hijo, esa cosa brillaba mucho, sin embargo, como era casi de noche, al mostrarlo a Lina, salió corriendo gritando: ¡Pachago!

¡Pachago!

¡Eso es cosa del diablo!

¡Tirá eso!

Y corrió por ahí santiguándose.

¡No Lina! solo es un diamante, solo que un poco caliente, fíjate que la pierna donde lo traía, me está doliendo y las otras piezas de oro se han doblado, es extraño.

En fin, trataré de dormir.

¿Ya llegó Chago? quiero enseñarle este diamante.

¡Ya te dije Pachago, que eso es cosa del demonio, a mi hijo no lo metas en tus cosas!

De todos modos, se lo mostraré.

Así traté de dormir, pero mi muslo lo sentía más y más caliente, en la madrugada me levanté y me vi…

¡AAAAAAAAH! ¡Lina! ¡Lina! -dije- estoy quemado, mira mi pierna.

¡Santo Dios, Ave María Purísima! ¡las Tres Divinas Personas! Te dije que eso es cosa del diablo, ¡a saber para quien iba ese mal y vos lo agarraste!

¡Lina, Lina, me duele el muslo, mañana voy a tirar esta cosa!

Así me fui al día siguiente con Chago al río, pero me sentía muy débil, Chago me ayudó a levantarme cuando desfallecí, entonces devolví el diamante en el recodo de la gallegos del río Acelhuate por Lourdes, justo donde lo había recogido.

Regresamos a la casa y no tenía hambre, ese mismo día se me empezó a caer el pelo, eran tiras completas, pronto no tenía pelo, al día siguiente me llevaron al hospital, ese hospital tira los desechos en el ríos Acelhuate; la cara de los médicos  era de total asombro, como si no pudiesen creer lo que veían, mi cara se fue deformando, mientras la quemadura avanzaba a otras partes del cuerpo… se les prohibió a mis familiares llegar a verme, pero Chago se las ingenió para burlar la seguridad del hospital, entonces llegó a mi cama y no me reconocía, hasta que le llamé, entonces comprendió con horror que estaba deforme.

Los médicos dicen no saber cuál es la enfermedad, pero uno de ellos le dijo al otro, muy quedito. ¿Ya sabes el diagnóstico del paciente de la cama 7? está radiado, algún idiota tiró la bomba de cobalto a río, esto es un desastre.

¡Cállate, Boris! ¡nadie a parte de este viejo lo sabrá, por eso no permitimos que lo vean sus familiares.

Entonces el conté todo a Chago.

 

Nota: esta historia fue transmitida por Chago a muchos amigos, uno de ellos la relató tal cual está.

Pachago falleció la misma semana que encontró el diamante del Acelhuate (febrero 1990) y Chago un año después (febrero 1991) con similares síntomas, ambos reposan en la bermeja y sus tumbas emiten brillos visibles por la noche… constantes y permanentes.  amazon.com/author/csarcaralv

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[1] La minería olvidada. Publicado el 7 de enero de 1995 en Diario Co Latino.

 

 

Ver también

Ser Azul. Foto de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil, sábado 4 de enero de 2025