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El dilema/odisea del escritor nacional

RenanRenán Alcides Orellana

El dicho popular “repicar, viagra sale oficiar la misa y pasar la balanza”, unhealthy para significar que alguien realiza todas las actividades (proceso) de un proyecto, seek parece ser una constante que define la labor del escritor salvadoreño, quien -valgan las mínimas excepciones- para dar a conocer su obra, la crea, se  autopublica y se va por el mundo, casa por casa, de amigo en amigo, para poder promoverla y resarcir un poco -nunca toda- la inversión que hizo en la imprenta.

Y si -por esos milagros, en este caso inexistentes- el escritor lograra recuperar el total de lo desembolsado ¿quién le reconocerá la creatividad, el talento, la redacción a veces de años y, lo más grave, el esfuerzo personal para la divulgación y promoción de su libro? Además, del lento movimiento en las librerías. Con mínimas excepciones aquí, una quijotada saldorojística.

Publicar un libro -toda vez que constituya verdadero aporte cultural- es un trabajo y un trabajo de especial importancia para el país; por tanto, si siendo ese aporte  significativo, recibir respaldo oficial no es simple necesidad sino innegable derecho. Durante los últimos gobiernos -y casi siempre- una verdad culturalmente triste ha sido ver marginada la Cultura, como una cenicienta. Casos de grandes artistas -en este caso escritores- son fehaciente prueba de la indiferencia y falta del reconocimiento debido a grandes pensadores nuestros. Un ejemplo significativo y emblemático fue el de Claudia Lars. Por la profesión y vecindad habitacional, conocí un poco el ser y quehacer de sus últimos años. Varias veces conversé con ella y la entrevisté en su oficina del Pasaje Contreras, La Rábida

En mi más reciente libro Juicio Paralelo (Talleres UCA, abril 2014), hay la siguiente referencia a su labor, su longevidad  creativa y el escaso reconocimiento: “… Claudia Lars, la poeta de mayor renombre en el país, a su avanzada edad continuó trabajando para obtener un modesto salario mensual que, a lo mejor, no correspondía a su desempeño intelectual, menos para la vida digna que su condición de renombrada poeta merecía. Claudia Lars -como otros intelectuales reconocidos- debió haber dejado de escribir para vivir y vivir para escribir… Claudia Lars -termina la mención de mi libro- continuó hasta su muerte con su labor burocrática, la cual, a pesar de todo, no fue obstáculo para desarrollar su admirable fecundidad en una maravillosa y abundante producción literaria, mercancía de Dios, que sin duda alguna pudo ser mayor, si se le hubiera permitido vivir únicamente para escribir…”

 A nivel cultural, se necesita, por lo menos, una esperanza de mejores días para la Cultura.  Los indicios actuales para enderezar este entuerto, parecen prometedores y, de seguir así, borrarán poco a poco la realidad histórica de la falta de apoyo y de promoción que siempre han sufrido la Cultura y sus creadores: los artistas en general. Particularmente, hay confianza en que el conocido antropólogo Ramón Rivas, haga girar la rueda de la fortuna en Secultura y, con un poco de suerte y mucho, pero mucho, respaldo oficial y de la ciudadanía, le de nuevos brillos e impulso al ámbito cultural salvadoreño, tan menospreciado y poco atendido por las administraciones pasadas. Una reinventada y resurgente Secultura, será una buena muestra de cambio para bien de las presentes y futuras generaciones.

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PUNTO Y APARTE. ¿Hay alguien por ahí -versado en la materia y, necesariamente, honesto- que explique y devuelva la confianza y credibilidad a la población honrada, sobre esto de la reserva del Juez  y otras lentitudes que ponen en duda la captura de Francisco Flores, otorgándole visa de cuasi impunidad? (RAO).

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