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El Elefante de Claudio Alpízar

Vladimir de la Cruz 

Para Claudio Alpízar Otoya la actividad Política es sagrada. Desde hace poco más de una década abrió espacios de reflexión sobre la Política, como él mismo los llama, con P “mayúscula”. Dos Programas especialmente ha mantenido activos, “Noche sin tregua, la política con P mayúscula” y “Café y palabras”, en televisión y en radio. También incursionó como columnista y ha desarrollado una Revista de análisis de la realidad política, económica y social.

En ambos programas he sido invitado muchas veces, solo y también muy bien acompañado de amigos, analistas, ensayistas, colegas historiadores, comentaristas, escritores, para conversar sobre temas de la realidad nacional, de la realidad Política, que es lo que más le gusta, de temas históricos con alguna frecuencia, sobre todo de aquellos donde hay discusión entre especialistas. A Claudio le gusta escudriñar. Es como un cirujano con su bisturí abriendo un cuerpo para no solo ver qué encuentra del mal que supone existe, sino para tratar de ver también sus posibles ramificaciones.

Claudio es de trato afable, amable, es directo en la conversación. Tiene juicios y apreciaciones bien definidas que las pone a debate, las intercala con el ánimo de provocar más conversación, más pensamiento, y por supuesto discusión.

Es de las personas que no se apropian de la verdad. Tiene su verdad, pero acepta las verdades de los otros en contraste. Es tolerante y respetuoso de los argumentos, porque ha sido formado en ese ambiente de tolerancia, de discusión fraternal, de búsqueda de la verdad y de acercamiento a  la verdad real, la que permite la reflexión perenne. Pone energía en sus argumentos, como lo hacemos todos.

Parte del diálogo respetuoso. Por más contrapuestos que sean los argumentos y las tesis, y por más que se intente demostrar la oposición a las suyas, es de las personas, habituadas a este enfrentamiento verbal y racional, que entiende que una posición contraria, por más dura que le sea, no es un ataque personal, y esto es lo más importante, porque hemos perdido, yo no me ubico allí, tampoco Claudio ni sus invitados a sus programas, la capacidad de discutir, de debatir. Muchas personas que hoy pretenden hacer uso de esta maravilla de la dialéctica discursiva se sienten agredidas, con su contrincante intelectual, y pasan entonces, al ataque personal, al bajonazo de piso, como decimos en el país, y hasta al insulto.

Esta experiencia la veo cotidianamente cuando personas leen escritos en sus títulos, no solo míos, y opinan a fondo sobre el título sin haber entrado al texto, cuando a veces el título es tan solo una frase entresacada del texto, por ello descontextuada aunque pueda ser provocativa, o el título apenas es una invitación, una sugerencia  un reto a la lectura.

De esta experiencia de ver y observar a estos personajes lo me evidencia es la poca capacidad de razonamiento, la poca capacidad de entendimiento y la poca capacidad de comprensión de los textos, que sin lugar a dudas es por falta de la lectura, de la lectura como hábito, como práctica cotidiana, lo que reduce en mucho la capacidad de acercarse a los textos e interiorizarlos porque muchas “palabras” probablemente, para este tipo de lectores, carecen de sentido y de interpretación lo que les obnubila su lectura, haciéndola incomprensible o sin poder ver la claridad de los mensajes y de las cosas que se tratan, además de que evidencian no conocer, y menos usar, los diccionarios. Me causan tristeza y lástima quienes así actúan, y lo peor es que lo hacen con gran prepotencia, y actitud doctoral, como dueños de la Verdad Absoluta.

En este mundo de los Elefantes Claudio nos lleva al liderazgo, al guía, al maestro, al que tiene que hablar, pensar, razonar, convencer, el que debe dirigirse y enamorar a la manada que debe entenderlo, comprenderlo, aprehenderlo en sus palabras, su discurso, en la orientación  que traza.

Si se pierde esa capacidad de la palabra, del razonamiento y del entendimiento, no lo dice Claudio, lo digo yo, nos presenta el mundo en que no habría necesidad de médicos, sino solo de veterinarios, y sobre esas manadas de animales lo único que procedería es un control riguroso, autoritario, de esos Veterinarios “Políticos” para evitar “males” sociales. “Gorilas” se les llamaba como expresión a esos líderes autoritarios. Quizá el término “gorila” mal empleado si se analiza al Gorila, al animal real, como Claudio lo ha hecho con el Elefante.

Ante Claudio, en sus conversaciones, se está de tú a tú, al igual que con sus otros invitados a sus programas, llanamente, sin titubeos, yendo al grano, a atender las cosas que en el momento de la conversación pone como relevantes o principales, que hay que escudriñar y disectar para su mejor apreciación.

Eso es lo que ha hecho Claudio con su reciente publicación “El Elefante, el liderazgo y la Política con “P” mayúscula”, de la editorial Jade, de paso muy bien impreso, en una bella y sencilla edición casi de “bolsillo”, para que su lectura pueda acompañar al lector de cerca.

Se ha metido  Claudio a dividir un animal, un Elefante, en sus cualidades para compararlo con el animal político, el zoon politikon del que nos habló Aristóteles, de ese ser humano que vive en la “polis”, en la ciudad, con sus leyes “naturales”, que para asegurar su existencia y vida en la ciudad, en la sociedad, crea también “maestros” naturales, capaces de gobernar, en el caso de la Grecia antigua, con esclavos naturalmente usados como fuerza de trabajo. Para algunos politicos lo que hay al frente son esos esclavos.

Claudio no nos habla ni describe la ley de la selva de ese Elefante. Nos dice que en la selva de ese Elefante debe haber guías que tengan como modelo las características morfológicas y fisiológicas básicas que él resalta  de los Elefantes guías, maestros, líderes, que puedan orientar, enamorar a los miembros de sus manadas.

En la realidad los Elefantes son de pequeños grupos, en pequeñas  manadas. Hoy muchos de los Elefantes se encuentran en grave peligro de extinción. En este sentido Claudio alegóricamente, me parece, ha llamado la atención sobre ese líder, sobre ese liderazgo que describe en su libro, que aunque no lo dice expresamente, también se encuentra en extinción en la sociedad política contemporánea, por lo menos la costarricense, que es la que de alguna manera pone en el espejo Claudio.

A los Elefantes políticos no se les caza, como se hace con los Elefantes reales, pero se destruye su hábitat político, que es el que ha provocado su paulatina extinción, su desaparición. Ese hábitat político es el conjunto de instituciones políticas, administrativas, de la gobernanza y de la vida social en la que vive y se relaciona ese Elefante político, que se deteriora, como estamos viendo con los procesos de corrupción que se investigan, como gran alerta de lo que sucede en todo el entorno político, por lo que se requiere, interpretando la lectura del Elefante de Claudio, ese nuevo Elefante guía, que todavía puede existir. De los diferentes hábitats quizá el más complejo y difícil es el de la Política, con “P” mayúscula. El hábitat de la política, con “p” minúscula, la “pseudo política, como la llama Claudio, es la de barrial, la del lodo, la de la mentira, la deslealtad,  la del bajonazo de piso, la de la corrupción en general, en la que les place más estar a muchos de esos animales políticos que indirectamente describe Claudio.

Como buen zoólogo humano Claudio se propone señalar cómo rescatar a ese Elefante político que nos describe. No dice simplemente cuáles son las características que debe tener ese líder Político, llevadas no solo a la vida real sino a la vida individual de esos líderes. En esencia, ese Elefante de Claudio debe tener orejas grandes para oír, boca pequeña para hablar lo estrictamente necesario. Debe saber escuchar más que hablar. Los colmillos de los Elefantes como práctica de la vida, de la política, de la experiencia. Ser colmilludo es importante para el líder. El líder para Claudio también deber poseer buen olfato, una nariz grande, o trompa como la del Elefante sería lo ideal para poder distinguir bien, por los olores, donde meterse, actuar y participar. Ser de piel gruesa como la del Elefante es importante para poder soportar los ataques de los otros “animales” de la “selva política”, en la que actúa o vive el Elefante. Poseer una buena y gran memoria es igualmente importante para saber cómo no repetir errores y equivocaciones. Especialmente la cola casi inexistente el Elefante es una características que lo distingue, porque un político sin cola sería un mejor político. Los ojos pequeños del Elefante le permiten agudeza, armonía y “compasión”, según Claudio. Su huella, la del Elefante es distinguida, es inevitable, deja trazo indeleble. Así deben ser los Políticos. Finalmente nos destaca Claudio que el líder de la manada de Elefantes sabe cuando debe dar paso al nuevo líder, sabe cuando el Elefante viejo debe ceder el lugar al Elefante joven.

Claudio nos invita a comportarnos como manadas de estos Elefantes.

Invito a mis lectores a buscar este libro de Claudio Alpízar. Lo van a disfrutar. Es de rápida lectura, como para cualquiera de estos días de fin de año.

Muchas gracias Claudio por recordarnos nuestra animalidad, por recordarnos zoológicamente la sociedad de humanos.

 

(Artículo publicado en la Columna Pizarrón del periódico La República, edición digital,larepublica.net, el miércoles 15 de diciembre del 2021)

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