Escritor y poeta
Por una gentileza de mi muy fraterno amigo, click doctor David Saúl Rodríguez Araujo, look ha llegado hasta mi biblioteca, try un ejemplar del libro “Divagaciones”, del escritor alegrino Ricardo Arturo Hernández Fagoaga (1933-1978), entrañable tío de David.
Pero, ¿quién es este autor desconocido para mí, del cual habla con tanta devoción el doctor Rodríguez Araujo? No he encontrado su nombre en ninguna antología, tampoco en los archivos literarios a los que tengo acceso. Sin embargo, aquí está este pequeño volumen, publicado por su familia en junio de 1983, y que me ha permito el contacto con una gran sensibilidad lírica, quizás sólo posible entre el azul y el verde de la ciudad que le vio nacer y partir: Alegría, allá en las alturas del Tecapa, departamento de Usulután.
En efecto, la vida de Ricardo Arturo Hernández Fagoaga (hijo del también poeta y escritor alegrino, don Miguel Fagoaga Bernal, a quien en próximas ocasiones nos referiremos) estuvo signada por una cruel enfermedad que lo postró, desde su adolescencia hasta su muerte. Padeció una terrible anquilosis, inicialmente en piernas y rodillas, que luego se extendió por su cuerpo hasta identificarse como osteoporosis. Sufrió amputaciones en sus piernas, ceguera, sordera, y finalmente, una total inmovilidad. Sin embargo, nunca dejó de cultivarse de forma autodidacta, y de atender sus actividades como caficultor. Asimismo, mantuvo, según testimonios de quienes le conocieron, una constante fe, optimismo, y amor por la vida; la sonrisa fresca, y el ánimo siempre alegre y dispuesto, a pesar de sus tormentos físicos.
La espiritualidad profunda, la lectura incesante y su práctica de escritura lo fortalecían. Así, dedicó parte de su tiempo a escribir concentradas y motivadoras prosas, que fueron dedicadas, en su gran mayoría a la juventud. Los periódicos y semanarios del oriente salvadoreño, guardan esas publicaciones, que su familia recogió, cinco años después de su muerte y que editó bajo el título de “Divagaciones”.
El libro está precedido de una sensible nota firmada por el doctor José Adán Nieto, quien asistió al autor en sus dolencias, y por una carta que Mons. Óscar A. Romero, dirigiera a la madre del escritor, doña Mercedes H. de Fagoaga, con motivo de la muerte de éste.
Hernández Fagoaga, tuvo como fuente inspiradora, a los jóvenes. Para ellos escribió. De su pluma de hombre noble, brotaron estas palabras: “Un hombre honrado, cumple dentro de su libertad, las restricciones a que está condicionado en la vida, tanto por las leyes naturales o divinas y por las leyes terrenales”. Su afán moralizador hacia la juventud, se inscribe en la línea de otros ilustres mentores y escritores nacionales, como sus coterráneos: Alberto Masferrer y Camilo Campos; o como Saúl Flores, Alfredo Betancourt, Juan Ramón Uriarte, Ceferino E. Lobo, Lisandro Argueta, y otros, que dedicaron su vida a instruir, formar y acompañar a los jóvenes, con el ejemplo edificante y con la palabra orientadora ¡Cuánta falta hacen en esta hora de grandes extravíos!
Mentira que la juventud actual esté sumergida totalmente en el fango vil de la autodestrucción. Trabajar por ella, por sus grandes potencialidades, es el reto. Insuflarle esos luminosos ideales, al tiempo de construirle mejores condiciones de vida, debe ser el gran compromiso. El testimonio vivo del escritor Ricardo Arturo Hernández Fagoaga; su palabra tan actual, debe ser conocida y valorada por todos. En él, en el hombre que hizo prevalecer la alegría sobre el dolor, está expresado un enorme legado de esperanza y de vida.
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