Grego Pineda*
Las pinturas de Henry Ramírez son matices con imágenes claras, definidas, pero con un trasfondo inquieto que le dan cierta perspectiva enigmática al conjunto, un movimiento plástico que atrapa al espectador acucioso. Subyace cierto misterio en su propuesta estética. Es una pintura de escuela, pero su mensaje es intuitivo, es como si hay deseos de contar una Historia pero que por A o B razón, no logra articularse.
Interesantes por demás, con curiosos detalles incrustados en la temática que le dan aires de transfiguración, como si su propuesta estuviera retenida por el hálito creativo o por fantasmas que aguijonean la cosmovisión del artista. A veces emergen sombras que insinúan sabiduría ancestral, donde sus pinceladas entrelazan imágenes con mensajes encriptados que claman ser decodificados.
La obra de Henry Ramírez es ecléctica, no por falta de estilo, sino al contrario, porque explora, busca, ensaya y ha decidido no detenerse, no echar raíces y terminar repitiéndose: ¡todos conocen que es mía por las formas, aunque no tenga mi firma! En este sentido Henry es esquivo, se vigila a sí mismo y no deja escapar detalles que vayan por allí, develando y revelando a su creador, él prefiere difuminarse, escaparse en cada pintura, pero sin ser luz, ni color relevante o determinado, sino sombra y el mensaje oculto.
Frente a la fascinación que me ha causado la obra de Henry Ramírez opté por buscar opiniones de sus colegas quienes viven cada uno en sus castillos creativos desde donde aportan a la historiografía de la pintura salvadoreña y por eso les solicité a David Duke Mental, Marco Valencia y Miguel Ángel Ramírez, sus opiniones sobre la obra del pintor que ahora nos ocupa.
Duke me dijo: «Te comento cómo miro a Henry Ramírez y su pintura: Henry es la montaña pasiva cuando es vista desde lejos pero cuando te acercas tiene sus estructuras pesadas que parecen marañas, esas casas sin terminar, que parecen escombros que están camuflados en la montaña, a veces salen rostros de esos lugares, personas sin protagonismos como es Henry, personajes anónimos como él quiere pasar a veces por la vida».
Sigue David Duke: «Henry es una voz desde la periferia, surge de los márgenes, y retrata eso en su búsqueda continúa, su obra y trayectoria hay que verla con lupa porque de alguna manera se ha ido metiendo en las grietas de la alta sociedad, siendo su obra una voz cruda llena de símbolos que a simple vista se puede ver abstracta. Desde la periferia mira la ciudad como utopía alcanzable, algo que en la vida real ya alcanzó, pero él siempre se mira en el borde desde lejos».
Por su parte Marco Valencia, cuya obra engalana un palacio español, compartió: «La obra de Henry para mí es un viaje entre el abstracto de mucho color y la figura humana, un diálogo entre los temas, que es evidente en sus pinceladas, no teme invitar a los rostros difusos o miradas dentro de su abstracto, contemplamos esa obra con reflexión humana, nos abstrae. Quizás nos dice algo profundo, pero debemos descifrar dentro de sus maravillosos colores y texturas. Un artista con una visión particular y excepcional del abstracto».
Y desde su Casa Taller Encuentros en Panchimalco, Miguel Ángel Ramírez, comparte sus recuerdos así: «Hace unos años conocí la callada búsqueda de Henry. Iniciábamos un camino en las calles empedradas de Panchimalco soñando utopías de que el Arte es un cielo que nos pertenece a todos, pero llueve. Yo me quedé en la acera mirando el potencial de hombres y mujeres que caminan en paisaje recién pintado con colores primarios. Henry, que he guardado en una postal, palabra extraña en estos tiempos que escondo en los esfumados espacios de una ciudad abandonada: eso miro en una pieza magistral del espíritu de estos años de nuestro amigo».
Miguel me compartió que conserva una de las obras donadas por Henry a la colección privada de su Fundación que labora intensamente por incentivar y desarrollar el potencial artístico de niños y niñas que buscan en el arte una manera de crecer. Con satisfacción y camaradería Miguel A. Ramírez recuerda que Henry comenzó su vida artística en el proyecto cultural que con los años se consolidaría como la Casa Taller Encuentros en Panchimalco.
El pintor Henry Ramírez, nació en El Salvador en el año 1979, realizó sus estudios en la Casa Taller Encuentros, Centro Nacional de Artes (CENAR), y en la Universidad de El Salvador. Ha participado en diversas exposiciones colectivas, en las que destacan, Palmares Diplomat, Pintura Joven Centro Cultural de España 2003, III Bienal de Arte Paiz, IV Bienal de Arte Paiz, Salón de Dibujo, Arte en Mayo (Guatemala), Subasta de Arte Latinoamericano Juannio 2010, Museo de Arte El Salvador Hocus Pocus 2012, Galería 123. Su obra pertenece a colecciones privadas en Guatemala, México, Estados Unidos, Alemania y El Salvador.
*Escritor de la Diáspora salvadoreña en Washington DC, Magister en Literatura Hispanoamericana.
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