Samuel Amaya
@SamuelAmaya98
La misa de la Cripta de Catedral Metropolitana de San Salvador fue presidida por el padre Nelson Menjívar de la parroquia San José de la Montaña, quien recordó a los feligreses que han transcurrido 50 días de la resurrección del señor y a lo largo de este tiempo, “Jesús nos fue preparando en primer lugar, para la partida que él iba a tener a la diestra del padre, también nos preparaba para recibir el Espíritu Santo”.
Menjívar sostuvo que la fiesta del Espíritu Santo es recordar y hacer memoria de la Santísima Trinidad. “Si estamos esta mañana aquí no ha sido por pura casualidad, sino porque ha sido el Espíritu Santo quien nos ha traído para celebrar el misterio de Jesucristo; siempre es él quien nos motiva a hacer una cosa buena ante los demás, es siempre quien nos va recordando la misericordia que Dios nos tiene”.
El líder religioso añadió que el Espíritu Santo, sobre todo se da para poder perdonar los pecados y que efectivamente queden perdonados. “Podríamos hacer hoy un examen y preguntarnos si verdaderamente nosotros confiamos en esa misericordia de Dios por medio, principalmente, del sacramento de la confesión, porque él nos espera ahí para podernos dar ese amor”.
“¿Somos nosotros capaces también de perdonar a los demás?”, cuestionó el padre a la comunidad de la cripta, ya que el evangelio dice que se da el Espíritu Santo para que se pueda perdonar. “Alguna vez entre la voz popular se dice: ´yo te disculpo, pero el que perdona únicamente es Dios´, yo creo que no es así, porque Dios nos da esa misma capacidad de ser como él, nos da esa valentía de verdaderamente cerrar las heridas que los otros nos han podido causar”, remarcó Menjívar en su homilía.
Al Espíritu Santo “no hay que hablarle tanto”, sino “saberle escuchar” porque él es quien impulsa en cada momento a hacer las cosas “y a veces nosotros, por la pereza, desánimo o por tantas situaciones, no le hacemos caso al Espíritu Santo pensando que quizás son cosas de un valor menor. No, él es quien nos va impulsando, ese Espíritu Santo, por ejemplo, era el que impulsaba a Monseñor Romero a predicar con valentía, fuerza y evitar ese temor ante las tripulaciones, era el Espíritu Santo quien estaba en él, quien le iluminaba y que le daba la fortaleza necesaria para presentarse ante los demás como verdaderamente hijo de Dios, pastor de este pueblo”, concluyó el religioso.