Wilfredo Mármol Amaya*
Facundo Guardado pone su pie derecho sobre la primera grada de la entrada a la sede del Partido Arena, healing arriba de los escalones el candidato presidencial Francisco Flores, salve de hablar quedito, pausado y temple de audaz político. (Sí el mismo que nos dolarizó en una semana.) Facundo Guardado, de abajo hacia arriba dirige la mirada de lástima y con palabras de sumisa súplica se dirige a Paco Flores y le pide: “Por favor debatamos” mientras le entrega una misiva en la que solicita por escrito lo que estaba expresando de manera verbal.
Esta fue la foto que mediatizó el resto de la campaña, un candidato denominado “pura sangre” empecinado en mendigar un debate con el candidato arriba de las encuestas por diez puntos porcentuales. La foto fue la imagen de la derrota. Paco Flores con sentimiento de victoria y Facundo Guardado, un legítimo perdedor, que ni la “tarjeta roja” pudo contener su debacle interesada en ser derrotada.
¿Cuál es la importancia de los debates presidenciales?
En países de mayor tradición cultural y respeto a las ideas del contrincante o adversario político, el debate es la ocasión para enumerar las fortalezas de las propuestas e incidir en los resultados, en especial aquellos que aún no se deciden hacia donde inclinar la balanza y definir un resultado electoral de gran importancia, tal es el caso de la presidencia de la República. Algunas instituciones definen el debate como la ocasión donde surgen cosas nuevas, “de la discusión nace la luz” y es precisamente el debate la técnica que permite exponer a dos o más personas sus argumentos fundados sobre uno o más temas polémicos, escuchándose mutuamente, para que ellos mismos y el auditorio, puedan aclarar sus propias ideas al respecto, en todo caso para que se dé un debate, debe tratarse de un tema cuestionable con posibilidad de varios enfoques o interpretaciones. La clave del debate está en la argumentación. Cuantas más razones se den para avalar una postura, ésta será más creíble. El debate procede del verbo debatir (discutir o disputar sobre algo) y hace mención a una controversia, discusión o contienda. La premisa de la solvencia y la altura moral de los oponentes es el factor crítico.
En este orden de ideas, el señor Norman Quijano, al igual que Facundo Guardado en el pasado reciente, cuando “imploraba un debate” para despotricar al contrincante, era solo un fin en sí mismo, y no una oportunidad para presentar propuestas versátiles y esperanzadoras.
En nuestro país, en la presente coyuntura electoral, el partido que ha impulsado una campaña electoral basada en el temor, la mentira, el engaño, el rumor, la prepotencia y un fiel defensor de la corrupción, con la capacidad incluso de mantener en la clandestinidad a su principal asesor electoral y ex presidente, Paco Flores, está esperanzado en un debate para “ganar adeptos” tratando de hacer creer que Norman Quijano, a pesar de habérsele demostrado que le construyeron pozos en sus terrenos con el apoyo institucional de ANDA, en los tiempos de Carlos Perla, es la carta que el país necesita para “recuperar El Salvador.” Así las cosas, ¿Un debate para qué?
El candidato presidencial por el FMLN ha realizado una campaña propositiva, asertiva, limpia en imágenes y en contenidos, incluso no ha aceptado provocaciones, le han llevado a ganarse la credibilidad de la sociedad salvadoreña. La actitud altamente consultiva de Salvador Sánchez Cerén y Oscar Ortiz, llevada a lo largo y ancho del país, les ha permitido un panorama realista de lo que el país necesita para su desarrollo y progreso y sus propuestas gozan de credibilidad.
Seguir debatiendo cara a cara con la población es la estrategia más importante en función del 9 de marzo, mientras los contrincantes se enclavan en la idea de forzar un debate que en las condiciones actuales es innecesario, al menos mientras los asesores del partido Arena sigan siendo prófugos de la justicia y esa actitud de jugar sucio en sus candidatos sea su brújula cotidiana.
La imagen derrotada de Facundo Guardado, de abajo hacia arriba, con la mirada de lástima y con palabras de sumisa súplica, se repiten con Norman Quijano, “por favor debatamos.”
*Psicólogo y escritor viroleño.