German Rosa, s.j.
Vivimos respirando el aire de una atmósfera contaminada. Las grandes transformaciones causadas por la globalización y el impacto que se ha hecho sentir en la posglobalización, han creado una atmósfera bajo la cual habitan todas las culturas. Y sin darnos cuenta respiramos el aire contaminado del “fetichismo” del capital. Este nos introduce en un mundo de relaciones cuasi mágicas y pareciera que la seducción más importante de nuestro tiempo es la que causa el capital, que tiene tal fuerza de atracción que puede persuadir, ilusionar, fascinar de manera irrefrenable.
1) El oráculo del “fetiche” del capital
El capital se ha convertido en el objeto del deseo compulsivo que condiciona profundamente las relaciones humanas y sociales. La riqueza es el “gran sueño” que desencadena en cascada otros sueños… Tal absolutización mágica e idolátrica del capital es una negación práctica de la diversidad de los valores de innumerables culturas. En realidad vivimos en un mundo pluricultural y pluralista. Pero esta tendencia idolátrica hacia el capital es capaz de construir un mundo ficticio e imaginario con un estilo de vida en el cual todas las relaciones humanas y sociales están sometidas a este “Dios” implacable. De esta manera, se ha cultivado un modo de vida en el cual todo tiene un precio, incluso la ecología está sometida a las leyes del mercado.
El “fetiche” del capital ha causado el más gran espejismo de nuestra época. Bajo apariencia engañosa, este “fetiche” nos exige todo tipo de sacrificios y una gran parte de la humanidad es víctima de esta forma de idolatría. El oráculo de este ídolo es invertir para crecer ilimitadamente, acumular para alcanzar la plenitud de la felicidad… Pero este “oráculo” no advierte una contradicción implícita: quien tiene recursos escasos y muchas necesidades no puede crecer económicamente de forma ilimitada, ni tampoco nos hace descubrir que hay tantas personas infelices que poseen “todo” menos la felicidad.
Este aire contaminado es el que se respira en todo lugar, y nos impulsa a convertirnos en verdaderos buscadores de negocios prósperos incluso a costa del medio ambiente, siendo indiferentes ante el sufrimiento y el impacto que esto tiene en la vida de los demás, esta es la violencia que un modelo utilitarista de crecimiento no quiere ver. Y también es un modo de vida individualista que poco a poco va imperando en las culturas sin sospechar que va en detrimento de la vida futura de las personas y de los pueblos por el creciente deterioro medioambiental.
2) El Sínodo de la Amazonía, una mirada de la crisis ecológica con los ojos de los vulnerables
La Amazonía simboliza una de las regiones en dónde se debaten las grandes esperanzas de los pueblos de nuestro tiempo, y es el espejo de los grandes problemas de la crisis ecológica y del cambio climático global. El Sínodo expresa que: “La Amazonía, también llamada Panamazonía, es un extenso territorio con una población estimada en 33.600.000 habitantes, de los cuales entre 2 y 2.5 millones son indígenas. Este espacio conformado por la cuenca del río Amazonas y todos sus tributarios, se extiende por nueve países: Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil, Guyana, Surinam y Guayana Francesa. La región amazónica es esencial para la distribución de las lluvias en las regiones de América del Sur y contribuye a los grandes movimientos de aire alrededor del planeta; en la actualidad es la segunda área más vulnerable del mundo con relación al cambio climático por la acción directa del hombre” (Documento Final del Sínodo de la Amazonía, nº 6).
El proceso de preparación para tal evento nos muestra cómo se tomó en serio la realidad de los pueblos de la Amazonía y es importante destacar el trabajo realizado previamente por la Red Eclesial Panamazónica (REPAM): “En la consulta sinodal animada por la REPAM participaron 21.943 personas, de los cuales el 53 % son mujeres y el 47 % hombres. Tal como revela el informe, del total de participantes se pudo distinguir las siguientes características de su población: 6.337 laicos (3.601 mujeres y 2.736 hombres); 477 religiosos, 1.973 jóvenes, 492 sacerdotes y 12.664 obispos. Igualmente, se ha logrado hacer una estimación de todas las personas que, aunque no participaron de los espacios formales de escucha, estuvieron involucrados en los espacios preparatorios en sus comunidades, aldeas o parroquias: un total aproximado de 65.000” (https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2019-07/proceso-consulta-sinodo-amazonia-red-eclesial-panamazonica.html). Fue un proceso de escucha activa y directa.
En definitiva, la participación durante el proceso de preparación y realización del Sínodo de la Amazonía fue de más de 87.000 personas, de ciudades y culturas distintas, además de numerosos grupos de otros sectores eclesiales y los aportes de académicos, y de organizaciones de la sociedad civil en los temas específicos centrales (Cfr. Documento Final del Sínodo de la Amazonía, nº 3).
El Sínodo de la Amazonía abordó el problema del deterioro de la ecología que ocurre en esta región del mundo en clave de fe y justicia, con la mirada de los empobrecidos, los excluidos y las víctimas del cambio climático y la crisis medioambiental. Sopesar las implicaciones que tiene la crisis ecológica en la Amazonía fue un tema fundamental que se analizó durante el Sínodo, destacando su impacto sobre los sectores sociales más vulnerables, los niños, los jóvenes, las mujeres y también la misma tierra amazónica. Así lo formuló el Sínodo: “apropiación y privatización de bienes de la naturaleza, como la misma agua; las concesiones madereras legales y el ingreso de madereras ilegales; la caza y la pesca predatorias; los mega-proyectos no sostenibles (hidroeléctricos, concesiones forestales, talas masivas, monocultivos, carreteras, hidrovías, ferrocarriles y proyectos mineros y petroleros); la contaminación ocasionada por la industria extractiva y los basureros de las ciudades, y sobre todo el cambio climático. Son amenazas reales que traen asociadas graves consecuencias sociales: enfermedades derivadas de la contaminación, el narcotráfico, los grupos armados ilegales, el alcoholismo, la violencia contra la mujer, la explotación sexual, el tráfico y la trata de personas, la venta de órganos, el turismo sexual, la pérdida de la cultura originaria y de la identidad (idioma, prácticas espirituales y costumbres), la criminalización y el asesinato de líderes y defensores del territorio. Detrás de todo ello están los intereses económicos y políticos de los sectores dominantes, con la complicidad de algunos gobernantes y de algunas autoridades indígenas” (Documento Final del Sínodo de la Amazonía, nº 10).
3) El Sínodo de la Amazonía, conversión y éxodo
El sínodo de la Amazonía ha desenmascarado el fetichismo del capital, esta forma de idolatría que destruye nuestra casa común. El documento final estructura su reflexión proponiendo cuatro caminos de conversión que nos conducen a la apuesta real por una ecología integral (Ver https://www.diariocolatino.com/el-fuego-de-la-amazonia-hace-arder-el-espiritu-misionero-al-servicio-de-una-ecologia-integral/). Estos caminos de conversión son: pastoral, cultural, ecológico y sinodal. Conversión es un proceso de transformación de la inteligencia humana y del modo de vida, cambio de dirección, y retorno a Dios. Si queremos hacer una comparación, la conversión es un auténtico “éxodo”.
El éxodo es un proceso de liberación histórica que vivió el pueblo de Israel, pero también análogamente es un proceso de liberación universal de la humanidad que sale de una tierra y una experiencia de esclavitud en búsqueda de la tierra prometida que mana leche y miel (Cfr. Éxodo en la Sagrada Escritura). El éxodo es un horizonte profético y utópico. El éxodo nos lleva a un cambio de contexto histórico y cambio de estilo de vida. Se pretende constituir una comunidad, un pueblo que habite un “mundo” sin víctimas ni victimarios. Un mundo liberado de las idolatrías que degradan y conculcan la vida, la dignidad humana y la creación.
El proceso de la desmitificación del capital, la liberación de la conciencia y la apuesta por un horizonte de una nueva relación sin absolutizar el recurso del capital es un proceso profundo de cambio, conversión y éxodo. La conversión, cambio o transformación de la conciencia y de la inteligencia humana se da porque ocurre un auténtico éxodo, y en sentido literal “éxodo” es salir de un camino para encontrar otro camino que conduce a un lugar o punto de llegada diferente. El éxodo nos saca de un camino y nos conduce por una ruta larga para llegar a la tierra de la promesa, un proceso de larga duración que implica opciones y preferencias, las cuales se concretan en tácticas y estrategias que nos llevan a un nuevo contexto histórico y a la construcción de un nuevo estilo de vida.
Obviamente que el capital es necesario, incluso puede ser un recurso fundamental para revertir el impacto de la crisis ecológica, pero ante la tendencia irrefrenable de invertir, de obtener ganancias fáciles a costa de depredar la naturaleza, necesariamente estamos confrontados a la opción por una ecología integral para restañar la dignidad humana vulnerada y reconocer que todos los seres humanos tenemos la misma dignidad, esto implica dar lugar al reconocimiento de los derechos de los grupos humanos más vulnerables que han sido violentados por las causas y la crisis misma del cambio climático.
La dignidad humana es el valor de los valores y sobre el cual se fundan todos los demás valores. La dignidad humana no tiene precio o valor de mercado, pues su valor se aprecia por sí mismo. Esto indudablemente implica salir de esa atmósfera del “fetichismo” hacia el capital para dar lugar a la dignidad humana como valor fundamental para nuestra convivencia humana y social en la casa común que todos compartimos. Reconocer la dignidad humana universalmente es aceptar la particularidad de los seres humanos, con sus propias tradiciones, valores, y las innumerables maneras posibles de existencias comunitarias o colectivas geográficas e históricas, en el contexto de la gran pluralidad y diversidad cultural.
Ante esta situación nace la necesidad de construir universalmente una humanidad que apueste por la ecología integral. Nos referimos a un “universal” que es posible por la comunicación de las culturas, que involucra a toda la humanidad y que sea reconocido por todos, y no solamente por grupos de poder o por los sectores representativos de nuestra casa común.
El Sínodo de la Amazonía ha producido dos dinamismos: un movimiento que apuesta por la conversión y la ecología integral para avanzar hacia un horizonte de paz y solidaridad en armonía con la naturaleza; y también una fuerza que impulsa a cambiar la realidad de la injusticia y la violencia en relación con el medioambiente. Seguiremos tratando sobre esta temática en una próxima ocasión.