César Ramírez
@caralvasalvador
En lugar de celebrar que un partido político posea o no representación política en los órganos legislativos y municipales, deberíamos guardar un minuto de silencio por el moribundo evento electoral; hemos presenciado con horror: la reelección presidencial inconstitucional, el cambio de reglas electorales a escasos meses del magno evento, la crisis institucional por la ausencia de independencia de poderes, la ilegalidad de sustituir a miembros de la Juntas Receptoras de Votos, duplicación o triplicación de votos, el fallo del sistema de transmisión de datos, el conteo irregular de sufragios y muchos actos que oscurecen el recién ejercicio democrático.
En el panorama social salvadoreño no olvidemos que el Régimen de Excepción cumplirá dos años en forma continua en el territorio nacional, ese fenómeno suprime derechos constitucionales junto a la presencia del Ejército y la Policía Nacional desplegada en ciudades y centros urbanos, presencia que comunica una amenaza constante a cualquiera ¿quién en su sano juicio tomaría una bandera roja opositora frente a un pelotón de policías o soldados y gritaría: ¡Vivan los pobres del mundo! ¡muera la dictadura! ¡No al régimen de excepción! u otros gritos desesperados e inofensivos que conocemos desde el siglo pasado, cuando los policías o soldados son jueces de la calle; en ese rubro es del conocimiento público la existencia de miles de inocentes prisioneros sin cargos judiciales, sin derecho a defensa y llevan cautivos el mismo tiempo que el decreto del Régimen de Excepción, mucho de los cuales han fallecido bajo custodia el Estado ¿es de celebrar la muerte de ciudadanos inocentes?
Cuando hablan de derrota de la izquierda uno piensa en la Historia, cuando hablan de Victoria de otro partido uno piensa en su origen, sus promesas incumplidas, la corrupción sin freno, el nepotismo, el dinero de las pensiones usados para financiar al Estado, el impago de alcaldías, despido de empleados públicos etc. Es tal la celebración por un evento electoral que por arte de magia ha desaparecido la indigencia, la exclusión, la emigración, la cultura de la violencia contra los desdichados que al final son los culpables de todo, olvidan que sin los asalariados tampoco gozarían de sus privilegios extremos, cuando el único extremo que conocen los pobres es la miseria.
Las denominadas derechas guardan un silencio avasallador ante estos hechos del despojo de las pensiones de los trabajadores, el cierre de Insaforp o la reelección inconstitucional; recordemos hace unos años la fabulosa campaña del “robo del siglo” que pretendió acusar a la izquierda del daño a las pensiones, mientras ahora… es tal el silencio que explota cada mañana en el campanario de Don Rúa a las seis de la mañana con el Ave María Gratia Plena de Shubert, quizás recordando las plegarias de los pobres por vivienda digna y la vida de sus hijos. Imaginemos que la izquierda hubiera efectuado la reelección de sus gobiernos… pero en 2024 no son los comunistas, ni la izquierda la que amenaza sus ahorritos en los mejores bancos o las Offshore de los paraísos fiscales ¿en realidad hay algo que celebrar?
Celebran que vencieron a los pobres ¿y cuando han ganado en El Salvador los desamparados? ¿ha existido acaso una Comuna de París? ¿Una revolución victoriosa campesina o de asalariados?…
Las elecciones del 4 de febrero y 3 de marzo 2024 han sido el mayor fracaso electoral en transparencia y ejercicio libre del voto ciudadano, comparables a los desórdenes electorales de 1932 por el cacicazgo, suplantación de planillas, régimen de excepción; los fraudes de 1972 y 1977 pero ahora transmitido en vivo por redes sociales, además las constantes amenazas a la prensa nacional ante observadores internacionales etc.
En tales circunstancias emitir un voto y delegar las decisiones políticas no legitima al modelo en general, es una ofensa a la inteligencia nacional, es una vergüenza, así lo comprendió la enorme población que se abstuvo de votar el 3 de marzo.
Es muy triste el panorama que vivimos como ciudadanos, uno no sabe si de pronto somos acusados de cualquier “complot de conspiración” y recorremos ese camino infortunado, en general no tenemos nada que celebrar, pero existe una buena noticia: al menos el evento electoral no lo es todo, nos esperan grandes desafíos ciudadanos.