José M. Tojeira
Los que trabajamos en el campo de los derechos humanos (DD.HH.) nos preguntamos siempre por el desarrollo y el futuro de los mismos, especialmente cuando vivimos en sociedades en las que las desigualdades, la pobreza, las inercias y desatinos del poder, crean verdaderos problemas, claramente calificables como violaciones de dichos derechos. En particular en El Salvador, los avances han sido notables, si nos comparamos con los tiempos previos a la firma de los tratados de paz. Pero en algunos aspectos, especialmente en el campo de los derechos económicos y sociales, queda todavía un recorrido largo por hacer. Por otra parte uno puede observar que los políticos, en vez de utilizar los DD.HH. como una ayuda y un instrumento programático de gobierno, los miran, al menos un buen grupo, como un estorbo. Y no solo los políticos, sino jueces, abogados y colegios profesionales de los mismos, desprecian los DD.HH. desde una práctica codiguera y autoritaria de sus funciones, o incluso desde sus votos a candidatos a la Corte que estaban a favor de la ley de amnistía o simplemente de negar algunos de sus derechos constitucionales a la ciudadanía.
En la actual coyuntura política, con un triunfo arrollador de ARENA en las elecciones para la Asamblea, y con unas elecciones próximas tanto para la Presidencia de la República como para la Corte y la Sala de lo Constitucional, así como para la Fiscalía General, conviene preguntarse por el futuro de los DD.HH. Un partido que idolatra a su fundador que está vinculado a graves violaciones de DD.HH., y que goza simultáneamente del apoyo de los más ricos en un país de pobres, no ofrece buenas perspectivas: Ni de respetar derechos económicos y sociales, ni de frenar abusos de poder de diferente estilo. ARENA ha vuelto a retomar posiciones y poder en El Salvador. Como partido ha sido el promotor en el país, cuando ha estado en el poder, de la mano dura y de la mano “súper dura”, que tanto descalabro ha causado dentro de una institución policial todavía permeada e impregnada de esa prepotencia que lleva al abuso de poder y, en ocasiones, a la brutalidad y a la franca violación de los DD.HH.
Sin embargo, no hay que contemplar con negatividad el futuro, aunque divisemos sombras en el mismo. Los DD.HH. son una especie de moralidad, de ética, externa al poder político, que crece cuando tiene dificultades. Y que persiste en el tiempo. A pesar de que ignorantes y prepotentes repetían durante la guerra civil que los DD.HH. eran un arma e instrumento comunista, a pesar de que fueron asesinadas personas claramente comprometidas y con liderazgo en el campo de dichos derechos, a pesar de la ley de amnistía y de tanto esfuerzo de encubrimiento de crímenes de guerra y de lesa humanidad, la gente conoce cada vez mejor sus derechos. La Constitución que tenemos está profundamente enraizada en el pensamiento y doctrina de los DD.HH. y nuestro pueblo la conoce cada vez mejor. Y cada vez hay mayor conciencia de los derechos tanto humanos como constitucionales, a pesar de que quienes juran cumplir la Constitución y hacerla cumplir la tratan con frecuencia como si fuera papel mojado, viejo e ilegible.
Los jóvenes, desde muy diversos grupos y organizaciones, tienen una sensibilidad diferente a la de los carcamales que con frecuencia pontifican desde la política y desde los medios de comunicación de los poderosos. Son más abiertos a los cambios estructurales, más sensibles frente a los derechos de los pobres y vulnerables, más solidarios en momentos de tragedia o de vulneración de derechos.
Ante la politiquería barata se organizan como sociedad civil para impulsar logros en el campo de la transparencia. Ante la pobreza buscan caminos para superarla. Ante la desigualdad son más sensibles con la igual dignidad de la persona humana. Y frente a la injusticia tienen capacidad de rebeldía. Incluso el feroz individualismo consumista que enferma nuestra cultura, encuentra en la sociabilidad de los jóvenes un freno. Aunque hay nubes que ensombrecen el futuro, la lucha en favor de los DD.HH. se presenta con ventajas. Hay más conciencia y hay más decisión y empeño en respetarlos de parte de la sociedad civil que viene. Exigir que los DD.HH. sean tema de debate en los próximos meses es necesario.