ES INDUDABLE: LA FALTA DE TRANSPARENCIA DE ESTE GOBIERNO, ESCONDE UNA CORRUPCIÓN JAMÁS ANTES VISTA.
Por David Alfaro
22/08/2024
«𝙇𝙖 𝙝𝙤𝙣𝙚𝙨𝙩𝙞𝙙𝙖𝙙 𝙣𝙤 𝙨𝙚 𝙙𝙚𝙘𝙡𝙖𝙢𝙖, 𝙨𝙚 𝙙𝙚𝙢𝙪𝙚𝙨𝙩𝙧𝙖 𝙚𝙣 𝙡𝙖 𝙡𝙪𝙯 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙩𝙧𝙖𝙣𝙨𝙥𝙖𝙧𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖, 𝙚𝙣 𝙡𝙖 𝙙𝙞𝙨𝙥𝙤𝙨𝙞𝙘𝙞ó𝙣 𝙖 𝙨𝙤𝙢𝙚𝙩𝙚𝙧𝙨𝙚 𝙖𝙡 𝙚𝙨𝙘𝙧𝙪𝙩𝙞𝙣𝙞𝙤 𝙥ú𝙗𝙡𝙞𝙘𝙤 𝙮 𝙚𝙣 𝙡𝙖 𝙫𝙤𝙡𝙪𝙣𝙩𝙖𝙙 𝙙𝙚 𝙧𝙚𝙣𝙙𝙞𝙧 𝙘𝙪𝙚𝙣𝙩𝙖𝙨 𝙘𝙤𝙣 𝙡𝙖 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙙𝙖 𝙘𝙡𝙖𝙧𝙞𝙙𝙖𝙙».
En tiempos en los que la transparencia y la rendición de cuentas deberían ser pilares inquebrantables de cualquier gobierno que se diga «democrático», nos enfrentamos a una paradoja bajo la presidencia de Bukele en El Salvador.
El cinismo se viste de ironía cuando #Bukele proclama su gobierno como «el más honesto de la historia», al tiempo que acusa de ladrones a ex gobernantes, mientras simultáneamente despoja a la ciudadanía del derecho fundamental de conocer en qué y cómo se emplean los fondos públicos. Bajo la oscuridad de leyes impuestas con la prisa de un sello oficial, se esconde un velo opaco que cubrirá durante siete largos años el rastro del dinero del Estado, el dinero del pueblo.
¿Cómo puede ser su gestión gubernamental la «más honesta», como él repite, cuando cierra las cortinas sobre las compras, gastos y contrataciones públicas? La honestidad no se declama, se demuestra en la luz de la transparencia, en la disposición a someterse al escrutinio público y en la voluntad de rendir cuentas con la debida claridad.
Esta carencia de transparencia no es sólo una sombra que oscurece la gestión actual, sino un insulto a la confianza depositada por los ciudadanos en la administración pública. Es un desprecio a la democracia misma, a la esencia de un gobierno que debe servir y rendir cuentas a quienes lo sustentan: el pueblo.
Las sombras de la opacidad en el uso de los recursos estatales no solo son preocupantes, son inaceptables. En un país donde durante decenuoa la corrupción ha corroído la confianza en las instituciones, estas acciones solo profundizan la desconfianza y alimentan la indignación de una sociedad que exige transparencia, no excusas, y que reclama el ejercicio pleno de sus derechos.
Que la voz de la indignación sea un llamado a la acción, una exigencia de responsabilidad y transparencia. Porque la honestidad no se declara, se demuestra. Y en el manto opaco de estas leyes, se oculta no solo el dinero del Estado, sino la confianza y la esperanza de un pueblo que merece saber y exigir cuentas claras y honestas.