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El hombre ante la muerte

 

EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA

 

 

 

 

Por Eduardo Badía Serra,

Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

 

 

Había una vez un pobre hombre que andaba en busca de un padrino para su hijo. Pasó frente a él un tipo raro.

 

  • ¿Quién eres? – preguntó el hombre.
  • Soy la muerte, quien ve a todos por igual.

 

El hombre se alegró.

 

  • Tú eres justa. Tratas al rico como al pobre sin distinción. Tú debes ser entonces el padrino de bautizo de mi hijo.

 

La muerte estuvo de acuerdo.

 

Cuando el muchacho creció, la muerte le condujo al bosque y le mostró una rara hierba.

 

  • Haré de ti un médico famoso. Cada vez que seas llamado a la cabecera de un enfermo, debes estar atento en donde me sitúo. Si estoy a la cabeza del lecho, el mal será curable. Entonces da al enfermo un poco de esta hierba y sanará. Si en vez de eso me sitúo al pie del lecho, no habrá nada qué hacer.

 

Y en breve el joven deviene famoso gracias a sus infalibles diagnósticos. Un día se enfermó la hija del Rey y la muerte se situó al pie del lecho. El médico entonces, sin titubear, hizo girar el lecho 180 grados y rápidamente la princesa se sintió mejor.

 

Thánatos, la muerte, parte del mito, hermana gemela de Hipnos, el sueño, y enemiga de Keres, la violencia. Los romanos la conocieron como Mor, parte también de su mitología. En su significado, criatura de una oscuridad escalofriante, hija, al decir de Homero y de Hesíodo, de Nix, la noche. El arte la recoge como un hombre joven con barba llevando una mariposa, una corona, o una antorcha invertida, en sus manos, a veces con dos alas y una espada sujeta a su cinturón. Thánatos e Hipnos discutían cada noche quien de ellos se llevaría a cada hombre. Keres no discutía, simplemente, actuaba, violenta como era…….

 

Freud la entendía como una pulsión opuesta a Eros…..Aquella, pulsión de muerte, deseo de abandonar la lucha de la vida para volver a la quiescencia de la tumba; esta, pulsión de vida. Y aunque el psicoanálisis abandona en su tratamiento el carácter mítico buscando colocarla dentro de la ciencia, siempre ineludiblemente, pulsión, pulsión enorme que lleva a la tristeza, y con ello, a su eterna e inseparable compañera, la angustia.

 

“El mal más horrible, la muerte, no es cosa de considerar, porque mientras existimos la muerte no es, y cuando arriba ya no somos más. Por eso no se considera ni en los vivos ni en los muertos; porque a los primeros no los toca y los segundos no existen. Las gentes, naturalmente, a veces se refieren a la muerte como el mal más malo; otras veces la buscan como alivio a los males de la vida. El sabio, al contrario, no teme la vida ni teme el no vivir”.

 

Así decía Epicuro en su elegante disquisición filosófica. Los epicúreos colocaban a la muerte lejos de ellos. Como máximo, hacían incidir su imagen sobre el espejo para gozar la vida de un modo todavía más consciente.

 

Pero la muerte está ahí, en los hombres, flotando sobre su existencia y provocándole las más angustiosas situaciones. El hombre, ante la muerte, se entristece, y como colofón, se angustia. Es, así, la muerte, una de las más sentidas categorías del sufrimiento humano.

 

Jaspers, existencialista alemán, decía de la muerte que era una de las más angustiosas “situaciones límites”, situaciones estas que al hombre le es imposible evitar. “El hombre es un no-poder-no”, y por tanto, así como no-puede-no-nacer, no-puede-no-sufrir, no-puede-no-ser-culpable, y también no-puede-no-morir. Este no-poder-no le lleva a la tristeza, y con ello a la angustia. La muerte, decía Jaspers, “es una situación límite de la existencia, referida esta como la experiencia indefinible de la libertad y de la posibilidad que constituyen la verdadera esencia del ser para quienes son conscientes de ‘lo abarcador’, es decir, de los límites últimos del ser, de ese horizonte indefinido en el cual puede desarrollarse cualquier experiencia subjetiva y objetiva, y que no puede comprenderse por vías racionales”. Situaciones límites que el hombre, en su existencia, no puede evitar, no puede eludir…..el azar, el sufrimiento, el conflicto, la culpa….. ¿Tratar de decir de la muerte, de la tristeza, y de la angustia, lo que son, racionalmente? Vana intención, inútil desafío.

 

De la muerte se ha hablado también muy dulcemente. Y ese ha sido el afán de los poetas. ¿Hablar dulcemente de la muerte? ¿Cómo desangustiar, si ello fuera posible, la posibilidad de lo inevitable? Sólo con el verso de algunos que saben hablar esculpiéndolo todo en el sentimiento y en la belleza, aún en situaciones dolorosas y rechazables, como lo supo hacer nuestro bardo enorme Oswaldo Escobar Velado en uno de sus Poemas con los ojos cerrados:

 

Valiente la policía.

Orden de los coroneles.

En los días más amargos

mataron a dos mujeres.

.

.

.

.

Heroínas populares

duermen el sueño celeste.

Desde que ustedes murieron

se hizo más grande la muerte.

 

¡Se hizo más grande la muerte! Ya lo he dicho. No es con la razón con lo que puede explicarse la muerte. No hay estrofa razonable, ni menos aún poema lógico. El poeta, delicado por naturaleza, incluso la engrandece con su verso sutil y bello, fino y delicado, aun y cuando de ella hable dolorosamente, con la angustia en el alma redoblada, y el dolor en un cuerpo agonizante. 

 

 

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