Licenciada Norma Guevara de Ramirios
En el momento crítico que vive nuestro país y el mundo, se requiere fortalecer valores, o hacerlos surgir donde no existen para enfrentar los problemas de pobreza de recursos para alimentarse, para atender la salud, para visualizar colectivamente soluciones actuales y futuras que hagan menos dramático el impacto de la pandemia por el coronavirus.
La solidaridad es la capacidad de compartir, de apoyar o de apoyarse mutuamente en condiciones de dificultad, sin esperar por ello compensación alguna, es la cercanía afectiva con otros y otras, y es a lo que debemos apelar ante la ausencia de políticas públicas de protección inmediata a las personas y grupos vulnerables.
Hay lugares en los que esta capacidad ha crecido de manera importante, también como forma de responsabilidad para con uno mismo y para con los demás; una amiga daba testimonio de como su comunidad se preparó para sanitizar, tomar temperatura, para auxiliar a quienes no tienen alimentos, no se trata de un grupo típico de personas con ingresos suficientes, sino que dentro de sus limitaciones han ganado conciencia de la importancia de apoyarse, de prever los riesgos y procurar protección.
A nivel mundial, el ejemplo por excelencia es Cuba y sus brigadas de médicos que han ayudado ya a decenas de países, a unos proveyendo apoyo de medicamentos, asesoría y atención directa a las crisis como las que vivió Italia y España, no es casual entonces que se promueva la iniciativa de reconocer ese gesto de amor a la humanidad con el premio Nobel para la Paz; Cuba brinda salud y lo hace por conciencia.
Que miserables lucen quienes intentan frenar este flujo inagotable de solidaridad, intentando imponer sanciones a los países que reciben la solidaridad cubana.
La solidaridad cubana no se da por primera vez, ni solo ante esta emergencia mundial, pues incluso en nuestro país, cuando no teníamos relaciones diplomáticas, bajo el gobierno de Francisco Flores y ante la epidemia de dengue, tuvimos el apoyo directo, los conocimientos científicos al servicio de nuestro pueblo hasta superar aquella crisis.
China también ha sido ejemplo apoyando a países de distinto tamaño y en diferentes continentes, no es que estos países tengan de sobra o no tengan sus propios problemas y necesidades; comparten lo que saben y lo que tienen, por principios, como expresión de solidaridad y amor por la vida y la humanidad.
En esta doble crisis de salud y económico social, hemos visto el apoyo de alimentos, mascarillas, dineros, equipos médicos que sin duda han representado y representan soluciones dentro del mar de necesidades de nuestra gente.
Los actos de los médicos y personal de salud, además de ser un servicio profesional, a nuestra gen te representan ese noble valor, de preocuparse y entregarse a salvar vidas, a recuperar salud, y es lamentable al respecto que el sector privado de salud, este limitado de sumarse a fondo en el abordaje de la pandemia, por decisiones política y monopólicas de los funcionarios de Gobierno. No hay distancia social para la solidaridad, hay cercanía de la más profunda, y es otra dimensión de los consejos para afrontar la pandemia. Lo que se hubiera perdido, lo que se hubiera debilitado en la construcción de comunidades armoniosas, hoy tenemos la oportunidad de recuperar para actuar unidos como pueblo, de la mano de entidades formales, gubernamentales o no, con capacidad de ayudar.
Dar un consejo a tiempo, estar pendiente del enfermo, comprar a quienes viven de su pequeño comercio, estimulará sin duda valores en general y la solidaridad en particular. Los programas gubernamentales denominados Comunidades Rurales Solidarias, Comunidades Urbanas Solidarias, surgidas en los últimos tres gobiernos no debieran debilitarse, sino contribuir a que en esos lugares y colectividades, se enfoquen los apoyos estatales que puedan existir, a crear y fortalecer el sentido de COMUNIDAD.
Expreso mi solidaridad con los gobiernos municipales, con los empleados municipales, con las organizaciones comunales, que asumiendo el riesgo del contagio han estado cerca de las familias que enfrentan dificultad, por lluvias, por salud, o por necesidad de alimentos.
Que la pérdida de calidad en la salud, que evidentemente hemos tenido por un nuevo problema como el COVID-19, y las consiguientes pérdidas de vidas de seres queridos, no nos arrebate también la condición humana y la capacidad de ser solidarios.
Desde las esferas de Gobierno prever y atender una nueva condición es una obligación; desde el pueblo sin esa responsabilidad, es humanismo, es responsabilidad, es solidaridad y a eso estamos llamados todos y todas para que cuando pase la tormenta, como dice el poema, seamos mejores y enfrentemos unidos los efectos de esta crisis, que no serán pocos.