Rolando Alvarenga
@DiarioCoLatino
Con un nivel de altos vuelos, entre los finales de la década noventa y los primeros años del siglo XXI, Allen Iverson desarrolló un exitosa trayectoria de más de diez temporadas en el baloncesto de la NBA. Su extraordinario suceso le permitió ganar más de cien millones de dólares, pero al no saberlos administrar, se retiró en la pobreza financiera.
Jugando de tú a tú contra los ricos y famosos de aquellos años, encabezados por Michael Jordan, “Iver” atrajo la mirada de millones de espectadores dentro y fuera de los Estados Unidos. Su fama llegó a las pantallas chichas de El Salvador y entre los miles que lo vieron estuvo el adolescente basquetbolista, Mario Flores. A Mario le gustó tanto el nivel de “Iver” que se consiguió una camisa de los Sixer de Filadelfia con el número 3 y el apellido de Iverson (Así como hoy en día que tanto trasnochado anda la camisa 10 de Messi, en vez de andar la 11 del “Mágico”).
El caso es que por aquellos años, Mario Flores iniciaba su carrera basquetbolística jugando para el Centro Denver estudiantil, del siempre bien estimado y recordado, Mario “El Puma” Aguilar”. El equipo era piloteado por René “El Cuervo” Montalvo, quien al ver el apellido de Iverson en la camiseta de Mario, comenzó a identificarlo por ese famoso apellido, que para Mario, a pesar de sus buenas condiciones, se constituían en una gran peso y responsabilidad.
Pasaron los años y por su destacado baloncesto ofensivo y defensivo, Mario Flores ascendió a la Primera, jugó en Guatemala, en la Liga Mayor local y por supuesto en las diferentes selecciones nacionales. Con mucha laboriosidad prestó sus servicios a los equipos: UTEC, San Marcos, ITEXSAL, Chiquimula, Quezaltenango, Barberena, Santa Tecla, Aguila, Brujos, Halcones y Metapán. Con su entrega al cien por ciento y siendo un jugador obrero de pura sangre, terminó convirtiéndose en una especie de talismán para la coronación de la mayoría de equipos en los que jugó.
A sus 35 años oficialmente todavía no ha colgado los tenis, pero la misma inactividad basquetbolìstica lo mantiene parcialmente retirado, pero reinventándose en los negocios de los implementos deportivos made in USA y la industria automovilística. Algo así le pasó al “Pelé Zapata” del Fútbol, a quien allá por los años setenta lo etiquetaron con el seudónimo del más grande futbolista de todos los tiempos y el migueleño se hizo histórico anotando el único gol salvadoreño en un Mundial, el de España 82.