Oscar A. Fernández O.
Dos años después de llegar a la ciudad de Nueva York en 1929 García Lorca publicó otro libro que ayudó a consagrarlo internacionalmente: Poeta en Nueva York. En la generalidad de sus poemas, la memoria de los negros está presente, pero mucho más en una serie de tres poemas dedicada exclusivamente a ellos; se titula así: Los negros, y consta de los poemas Norma y paraíso de los negros, El rey de Harlem e Iglesia abandonada (Balada de la gran guerra).
Todo interesado en este autor sabrá de lo primordial que ocupó el papel de la música en su vida. Esa llegada del poeta, que tantas consecuencias ha acarreado para la posteridad, coincide con el movimiento literario de la Harlem Renaissance o Renacimiento Negro en su máximo auge. Este movimiento refleja la inmensa fuerza que están teniendo los escritores negro-americanos en los años veinte. El jazz es esencial en la vida del negro, que late en la multitud del corazón de Harlem, que se mueve furioso con la música por Lenox Avenue, la zona donde los poetas del Renacimiento Negro comercian y truecan sus versos con toda comodidad.
En su hiperactividad se incluirán varias visitas a cabarets y a barrios de población negra, la que habita en los lugares más empobrecidos de la ciudad. También frecuentará iglesias metodistas, donde los afroamericanos, o muchos de ellos, sienten su lugar sagrado.
Como poeta posmoderno, elementos como la muerte, el viaje y la confusión aparecen predominantemente en su obra, algo que también tiene bastante que ver tanto con las tribus nómadas como con la esencia del mestizaje y con los grandes pueblos precristianos. Ese caos existencial, ese destierro social, humano, oscuro, se ve reflejado tanto en el marco del campo andaluz como en el de las calles de Harlem.
Los temas característicos del blues y del jazz se encuentran en la contagiosa atmósfera neoyorquina. En el blues hallamos motivos directamente relacionados con Lorca a través de la cultura jonda: los conflictos amorosos, las venganzas, el desamparo más tenebroso, los destinos desdichados, la protesta social. Por otro lado, el jazz ofrece una visión similar, aunque afincada en el territorio urbano.
En la fusión entre el lamento rural del blues y la urbe asfixiante se crea la nueva identidad musical del negro: el jazz. Por eso, el negro del barrio de Harlem, que ha nacido y ya ha sido criado allí, podría representar a un tipo de negritud específica, la que arrastra todo un pasado de persecución desde tiempos tan lejanos, la que tanto hechiza al espíritu lorquiano. El poeta ya siente y conoce de sobra el lamento gitano; lo ha retratado con su pluma antes de su llegada, por lo cual le será muy fácil familiarizarse con los cantos que provienen tanto de una vertiente rural (blues) como de una vertiente urbana (jazz). Ambas se hallan en esta alterada Norteamérica.
Si Lorca es uno de los integrantes del “veintisiete” más pródigo en la metáfora sorprendente y violenta, en Poeta en Nueva York seguirá manteniendo esa actitud poética, aún más reforzada por el hecho de que el paisaje y las situaciones que contempla y vive le ayudarán a escribir estrofas sumamente atractivas, plagadas de contrastes sintácticos y semánticos. La crítica solamente podrá acercarse a estos textos de manera prudente, sin asentar interpretaciones objetivas, pero subrayando, al menos, el deslumbramiento fonético de éstos. Al hablar del trabajo particular del poeta, nunca sabremos con certeza si algunos versos de Los negros son fruto de un fraseo casi automático extraordinariamente inventivo o se trata más bien de una especial concepción lírica de arrebatos metafóricos moldeados por su mano magistral. Podríamos pensar también que son fruto de ambos intereses creativos.
No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos, a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro, a tu violencia granate, sordomuda en la penumbra, a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje.
Hemos de recordar que una década y media más tarde nacería la que se conoce como Beat Generation, especialista en poemas libres de larguísima extensión.
El jazz es el tipo de música que más número de veces ha sido asociado directamente con el concepto de libertad. En términos musicales, la improvisación consiste en alterar la línea melódica por parte del ejecutante y en ampliar la estructura armónica, basadas ambas en los acordes originales de la obra que se ejecuta. Trasladada esta premisa al ámbito de la creación literaria, vemos que, teniendo como base uno o dos versos, se va desencadenando la narración poemática, recurriendo, entre otras cosas, a la repetición de cierta sintaxis en el inicio de algunos versos, y que, cambiando de sintagmas y construcciones temáticas, consigue crearse una grata variedad de imágenes impactantes y revelaciones desoladoras para quien las lee y las imagina.
Es importante, por eso, insistir en la función de la anáfora como constante presencia del grito lorquiano; en Poeta en Nueva York se nos transmite con sonidos ahogados y sulfurosos. Es fundamental la redundancia para que el discurso poético cobre más intensidad, y Lorca practica este recurso con el fin de que la repetición del mensaje, con su terquedad, penetre significativamente en el lector-oyente, con su fonética y su contenido: