@BautistaAstrid
En la acera que rodea a la plaza El Salvador del Mundo, ambulance Blanca Galdámez tiende una pieza de tela sobre el cual coloca diversos productos con una temática en común: Monseñor Oscar Arnulfo Romero.
A medida que la plaza se llena de un aproximado de seis mil personas que participarán en la peregrinación con rumbo hacia la Catedral Metropolitana de San Salvador, drugstore con motivo de la conmemoración del 34 aniversario del asesinato de Monseñor Romero; Blanca, online a sus 58 años, recuerda con claridad el 24 de marzo de 1980.
“Cuando me enteré por medio de los noticieros que habían asesinado a Monseñor Romero, sentí un gran impacto, un dolor horrible, aún seguimos llorando su muerte, es algo que nunca vamos a olvidar. Después, cuando fue su funeral, no asistí ya que en esa época tenía un bebé, si hubiera asistido, no sé qué me hubiera pasado, tal vez me habrían disparado”, dice Galdámez.
Para Blanca, la represión durante el tiempo de la guerra civil salvadoreña es irrefutable, menciona la falta de libertad de expresión hacia jóvenes y religiosos opositores al Gobierno, y rememora la muerte de uno de sus compañeros de colegio.
“Cuando yo era joven asistía a todas las marchas de estudiantes, iba a todas a las que me invitaban. El colegio en que yo estudiaba era muy reprimido por el Gobierno, una vez salimos a una marcha y agarraron a un compañero mío, a nosotros nos habían dicho que no lleváramos carné de identificación, él era el único de nosotros que llevó carné y nunca más lo volvimos a ver, lo mataron. Él tenía apenas 13 años, desde esa época nuestra mentalidad cambió”, cuenta Galdámez.
Además, recuerda la marcha del 30 de julio de 1975 y como por casualidad se salvó de ser parte del número de víctimas mortales de dicha masacre estudiantil.
“Los militares se habían tomado el Centro Universitario en Occidente, y yo siempre asistía a las marchas en apoyo a la universidad, resulta que ese día cuando íbamos todos los estudiantes por la 25 Avenida Norte, me acuerdo que, como nos habíamos quedado atrás, unas señoras nos dijeron <Niñas, niñas, vengan aquí porque están matando a los jóvenes allá adelante, los están destripando>, esa historia es terrible, por poco y no le cuento la historia”, reflexiona.
Es por ello que para Blanca la figura del mártir salvadoreño es tan importante, porque a su parecer fue la única persona que brindó su voz a un pueblo afónico, dejando por su paso en el mundo un legado de amor y respeto al prójimo, al más necesitado y a la juventud, valores que el país tanto necesita, ya que a pesar de la finalización de la guerra, las heridas producidas por ésta en la psique del pueblo salvadoreño aún no cicatrizan.