César Ramírez Caralvá
Escritor y Fundador Suplemento Tres mil
Aprender a leer fue una fuente de fantasía, al principio yo no tenía dotes de lectura, pero sustituía eso con la memoria, me aprendí el libro de texto de primer grado, eso no lo detectó mi maestro hasta que nos pusieron a competir uno por uno. El maestro alarmado me reportó a mis padres los cuales me apoyaron con una maestra privada, ella era un ángel de paciencia, recuerdo que me hizo identificar letra por letra, palabra por palabra, así aprendí un día, de pronto vi transformado el símbolo en concepto, podía leer los rótulos que eran una delicia por el recorrido del autobús escolar.
Inicié así el deporte de leer… no sabía que leer me proporcionaría mucha alegría. Durante unas vacaciones de verano a fin de año en aquella solemne institución colegial, apareció una biblioteca de historietas (paquines, comic, muñequitos, caricaturas) esas revistas fueron la prehistoria de los Manga, Anime, Edens Zero o las “Manga en línea” etc. eran series de series, una interminable saga de héroes, muchos de los cuales aún son adorados por los chicos y chicas como Los Vengadores (avengers), los superhéroes etc., aquellos eran los tatarabuelos, pero en esencia las victorias, las dificultades o los villanos no cambian, aunque ahora son tridimensionales, tienen efectos sonoros, además son reproducidos en múltiples formas en miniaturas, trajes para niños o niñas, disfraces, ropas, naves, afiches, loncheras, capas, etc. una fiesta mercantil de héroes y antihéroes.
Aquella biblioteca ubicada en una zona marginal del colegio, tenía unos estantes verticales repletos de historietas, un paraíso para chicos y chicas, era extraña esa biblioteca, había un libro que parecía mi vida, en ese libro me leía (digo alguien escribíó mis días y años)… ese sitio fue mi primera biblioteca infantil jamás fundada, solo tenía libros especiales, era increíble porque del piso al techo se encontraba repleto de series sin repetirse, muchos tenían números de progresiones o la famosa frase: “continuará”, “en el siguiente capítulo”… te dejaban paralizado de pies a cabeza al no terminar el relato, aunque habían de todo tipo, eran a color, en ellas existía el génesis de los superhéroes, las maravillas de hombres contra dragones, historias de amor con enamorados valientes que rescatan a sus amadas combatiendo gigantes en bosque maléficos, luchas de universos paralelos, el mundo bizarro, el absurdo era real, emigraciones de galaxias acosadas por esclavistas estelares, fugas de aristócratas de otros planetas que llegan por accidente a la Tierra, historias piadosas con vidas ejemplares, la rebelión del Santo “el enmascarado de plata”, Chanoc el viejo marinero conocedor de los siete mares… después de devorar muchas historietas, conocía sus fórmulas: héroe uno, acción dos, villano uno acción tres, conjunto de héroes resultado cinco, era una especie de diagramas mentales o algoritmos, podías predecir el futuro y el pasado.
Aun no tenía diez años, pero poseía sed por las narraciones, ellas eran inagotables.
La lectura se volvió un deporte de un día para otro, me transformó.
No sabía para qué me serviría tanta fantasía, lo único posible era predecir el final de las historias conocidas así: un héroe salva a su pueblo de las huestes invasoras, una guerra sin fin que se prolonga por años con muchos hombres y mujeres convertidos en mártires que vencen al opresor, un imperio que cae por la astucia de unos pocos personajes rebeldes, el canto de la victoria, el retorno a casa, las muertes en sus diferentes expresiones, historias de hombres mortales pero su génesis es un Dios aunque ellos lo ignoran hasta el momento de su muerte, el triunfo sobre la muerte al vencer a los guardianes del Hades, los dioses que habitan entre los pueblos, lobos que alimentan a gemelos, el rapto de las doncellas, el culto a los padres originarios, el castigo del vicio, el premio de las virtudes, la astronomía oculta en fórmulas matemáticas, el ritmo respiratorio del Tibet… aquella condición no era un desperdicio de tiempo, poco a poco, la demanda de complejidad obliga a leer otras obras. La transformación había sucedido, pensar lo jamás imaginado, crear universos.
De pronto vives en las obras, la historieta está en tú psique, con destinos predecibles, con un cambio a la vida real en contabilidad exacta. Otro día ocurre un salto de la historia a la materialidad social, te encuentras desarmado de los instrumentos de los superhéroes pero recuerdas que su formación es la más dura disciplina, la imagen de repetir y repetir hasta que un día el plomo se transforma en oro, los viejos cuentos chinos con mandarines, la sabiduría de viejos monjes frente al mar, la imagen de Hefesto martillando el hierro contra el yunque mientras el fuego forja la espada, también Prometeo entregando el fuego de los dioses, con su dolorosa muerte encadenado vivo mientras un águila lo devora; cada acción genuina tiene un costo, lo comprendes muchos años después, súbitamente el deporte salta a tu rescate, con palabras de los antiguos entrenadores: “debes ser mejor que los demás” “esforzarte más”, recuerdas las frases olímpicas: Altius, Citius, Fortius, más alto, más rápido, más fuerte, con muchas imágenes fulgurantes en tu imaginación… comienzas a crecer.
En algún momento de tu extraño sendero infantil, la memoria comienza a combinar eventos reales e irreales, palabras con imágenes, sonidos con sinfonías, música, cantos infantiles, juegos, la historia de los juguetes animados en otras variantes, nada está muerto solo se transforma, las lecturas de los dioses olímpicos suceden en realidad a cada momento, así como el encuentro con tu destino.
Recuerdas las incomprensibles palabras olvidadas del Olimpo donde residen los dioses que inspiran las historias de los caballeros andantes, los hidalgos con sus trajes dorados, muchas historias europeas se conjugan con las historias de los Mayas, Aztecas, Pipiles, pirámides, calendarios, como un espejo que invita a reflejar en un segundo otras humanidades.
En una historia, yo era viejo, viví miles de historias prestadas, mis muertes se podrían enumerar en viento, fuego, agua, tierra porque yo era mis lecturas, sumaba tiempo, deportes, acciones, meditaciones, juegos, guerras y antiguerras, mis lecturas eran las del mundo.
En aquello existía la virtud en eterno combate a los vicios, era difícil distinguir realidad y ficción, mi sentido de invulnerabilidad disminuía a puro golpe.
En una ocasión mi autobús pasó muy cerca de otro, mi psique creía que yo era un superhéroe, entonces estiré mi brazo para detenerle… por suerte pasó a unos centímetro de mi alcance, el motorista me observó y gritó despavorido, en otra ocasión con una capa me lancé de un muro, no volé ni un metro, por poco me destrozo la cadera de eso tengo una costilla contraída de por vida; como mi velocidad era superior a la humana, en cierta ocasión me lancé de una rueda de caballitos pero aquél “tiovivo” si era real, con tal mala suerte que resbalé, un coche pasó sobre mi pierna; no dudaba de mis poderes extrahumanos de tal forma que sostener mi cuerpo con las manos y hacer equilibrio era mi mejor demostración de ello, me propuse demostrarle a mi madre esa maravilla, recuerdo que regresábamos del mercado con las compras, una de ellas era una caja de huevos para la semana, al llegar a la puerta dije: ¡mira mamá lo que puedo hacer! Sin dar tiempo a nada, me arrojé al piso e hice el giro, con tan mala suerte que mis pies golpearon la caja de huevo, la cual se estrelló sin miseria… aquello me llenó de dolor, me sentía tan culpable, tan mínimo, comprendí mi imaginación… ella me abandonaba, yo solo pensaba en los villanos de las historietas, en sus risas grotescas… entonces muy disminuido me propuse reponer aquél daño.
No tenía ni idea de ¿qué hacer?
Así recordé que los héroes olímpicos demuestran sus habilidades en las dificultades, entonces si puedo sostenerme sobre mis manos y pararme frente al mundo pediré dinero para pagar mi daño, así practiqué y practiqué, era lo mismo que el deporte, fútbol, ajedrez, basquetbol, natación, en todos se inicia con un descalabro y poco a poco la perfección llega.
No debía hacer un solo acto de equilibrio, entonces se me ocurrió caminar sobre una barra, elegí una línea de hierro, la estabilidad sobre ella es difícil, pero la práctica es sabia, aquella barda perimetral de hierro tenía una altura de un metro y veinte centímetros, con una longitud de veinte metros frente al mercado, ella fue mi gimnasio; primero con pasos vacilantes, luego caídas, otras caídas, en cierta ocasión caminé con precisión unos cuantos metros para envalentonarme, para mí infortunio resbalé… en una fracción de segundo intenté corregir mi caída, pero el peso hizo que cayera justo con la barra entre piernas… ¡ayyyy! ¡eso duele!.
El golpe en mis testículos fue horroroso, uno se contrae naturalmente hacia una posición fetal, como en el vientre materno, como los cachorros de los mamíferos, en aquél instante uno es un dolor en ovillo, el dolor se irradia de abajo hacia la garganta, ni siquiera se puedes abrir los ojos, la respiración se corta… todos los amigos te animan, tratan de levantarte, pero tu encogido apenas puedes pujar… pronuncias mmm, mmm, mmm un gutural lamento casi inaudible.
Ahí se te olvida todo.
Solo existe un dolor opresivo que lentamente, pero muy lentamente desaparece, pasarán varios días de esa tortura, incluso ese día orinas sangre, asusta todo, pero no lo dices a tus padres. Caminar como pato es el estigma.
Han pasado unos días e intentas realizar sus acrobacias callejeras, te pones de acuerdo con un amigo, esa decisión es humillante, pero la tomas.
Después de mucho pensar y dudar realizas tus habilidades frente al mercado popular, pero nadie parece observarte, no pasa nada, tampoco surge el milagro de las monedas; realizas la maniobra una, dos, tres veces, pero nada… eres un fracaso te dices… por un prodigio de imagen recuerdas que Orfeo tocaba una lira, entonces se te ocurre cantar en esa extraña posición, el efecto es mágico, las personas parecen hipnotizadas, como las antiguas historias de todos los héroes en caricaturas, historietas, teatros, ellos demuestran algo diferente, tu cantas y equilibras, eso te han dado las lecturas, el deporte te ayuda soportar la adversidad… más adverso, más deporte y lectura.
Después de unos minutos, logras el objetivo.
La alegría te invade, estás lleno de centavos, tienes un pequeño trabajo, la lectura te ha salvado, tu inteligencia no te traicionó, del deporte forjó tu espíritu, puedes hacer muchas cosas más.
Regresas a casa con una caja de huevos… una fiesta.
Hasta el sabor de ese manjar en el desayuno es diferente, tus padres, hermanos, hermanas lo celebran, tu… inicias el crecimiento con imaginación y voluntad, como los héroes que lees.
Tiempo después aquella biblioteca infantil desapareció, ignoro si la destruyeron, la donaron, secuestraron los extraterrestres, si los libros eran del colegio o préstamo, tampoco recuerdo que hubiese un encargado de aquél material, uno entraba en ese reducto y se olvidaba del mundo… ¿existió esa biblioteca infantil?
Ahora que lo pienso bien, esa fue la biblioteca más extraña que he visitado, encontré bibliotecas de nueve o diez pisos, con ascensores y libros por miles, otras son kilómetros de textos, con espacios finamente adecuados para los estudiosos, también rurales con rústicos estantes, incluso bibliotecas móviles con libros gratis para usuarios, pero nunca he visto una biblioteca como aquella diseñada con historietas. El tiempo es muy lejano como si observara ruinosos relojes en sentido contrario y pienso si esa biblioteca solo era para mí ¿acaso una biblioteca personalizada? ¿una biblioteca dedicada a mi imaginación? No lo sé, pero cuando veo a los superhéroes, los comics, todas las variantes me siento privilegiado, comprendo que estaba leyendo el futuro, leyendas, deportes, enseñanzas de los maestros, como letras amigables en chat, fb, WhatsApp, Kindle, e-book, todo estaba ahí, leer tenía sentido es futuro, pasado y presente, es este momento.
Parecía que esa biblioteca fue hecha para mí en el futuro para el pasado o ¿acaso lo contrario?
Un día desapareció.
Nadie dio explicaciones a mis preguntas.
Un día sale el sol iluminando al mar, otro día apenas es posible ver una luz en el horizonte por las nubes, en algún lugar del tiempo, un chico o una chica lee un libro hasta agotar sus historias, inventa un juego que luego comprenderá que repite la misma historia de su pueblo, amará el deporte y con ello a la humanidad, conocerá las reglas del juego limpio… entonces sabrá elegir su destino, quizás un libro les recuerde su infancia, leerán su propia vida, en otra dimensión es posible encuentren aquella colección de historietas, mientras en la biblioteca infantil entre sus manos leerán un libro titulado mi nombre es: “…”