German Rosa, s.j.
La etimología de la palabra “líder” es de origen indoeuropeo que quiere decir “salir”, “avanzar”, “ir hacia adelante”. Modernamente se define como el que guía, dirige o va a la cabeza. El post COVID-19 demanda un liderazgo que tenga la capacidad para ver las cosas desde el punto de vista de los más afectados por esta pandemia, es decir, desde la perspectiva de los grupos vulnerables. Además, compartir una utopía como horizonte común, empoderando a estos mismos grupos para ser los protagonistas de su propio crecimiento. El punto de partida es conocer la realidad para transformarla. Y para ello se necesitan las herramientas adecuadas para gestar procesos de planificación estratégica.
Pero, ¿cómo nos afecta el COVID-19? Y, ¿cuál es el tipo de liderazgo que exige esta realidad? Pensemos sobre esta situación.
1) Aumentará el número de personas “fantasmas” o “la población celofán”
El COVID-19 o coronavirus es un agente infeccioso invisible que ha dejado consecuencias catastróficas muy visibles y cuantificables. Nos damos cuenta de los millares de víctimas que han muerto a causa de esta pandemia, de tantas personas que han podido sobrevivir y tantas familias afectadas por la enfermedad. Hoy podemos cuantificar el impacto del coronavirus con el incremento del desempleo, la pobreza, la desigualdad, la violencia delincuencial, la inseguridad sanitaria, la inseguridad alimentaria, etc. Pero hay también terribles consecuencias de esta calamidad que no son cuantificables, como la huella en la psicología humana que ha causado una inseguridad en la comunicación gestual, en la proximidad y en las interrelaciones normales entre las personas y también ha causado profundas heridas a quienes ni siquiera pudieron acompañar a sus familiares en los hospitales ni en los cementerios por los riesgos infecciosos del COVID-19.
Desafortunadamente aumentarán los millones de “personas fantasmas” o de “habitantes celofán” en el continente y en el planeta a causa del incremento del desempleo, la pobreza y la exclusión social. Estas personas son las que están en la base económica y productiva de nuestros países, personas que “miramos” pero que no “vemos”, y a quienes no se les reconocen muchas veces sus identidades, sus derechos, sus aportes y su presencia. Ellos son los protagonistas anónimos de las economías familiares, que pasan desapercibidos y que se vuelven invisibles.
El incremento de la pobreza, la exclusión y la desigualdad muy probablemente será el detonante de las bombas sociales que causarán los estallidos políticos y delincuenciales más fuertes en los próximos años. Los grupos vulnerables serán los más golpeados por las consecuencias de esta pandemia.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CPAL) señala que la crisis de la pandemia del COVID-19 provocará 11.5 millones de nuevos desempleados en América Latina y el Caribe.
La CEPAL estima que para el 2020 la tasa de pobreza aumentará hasta 4,4 puntos porcentuales y la pobreza extrema 2.6 puntos porcentuales con respecto a 2019. Esto implica que la pobreza alcanzaría entonces a 34.7% de la población latinoamericana (214,7 millones de personas) y la pobreza extrema a 13 % (83.4 millones de personas). También se espera un aumento de la desigualdad en todos los países de la región, con incrementos del índice de Gini de entre el 0.5 % y el 6.0 %.
En este contexto, no se puede pensar en una reactivación económica sin un fuerte componente de formación, educación en seguridad y sistemas de salud adecuados (Cfr. https://www.cepal.org/es/comunicados/que-la-reactivacion-productiva-empleo-post-covid-19-sea-segura-saludable-se-requiere).
2) El liderazgo post COVID-19 y sus peligros
El liderazgo implica tener la capacidad de dirección, gestión, relaciones humanas e instituciones. También desarrollar técnicas de gestión de conflictos, habilidades comunicativas, gestión de valores, acompañar procesos organizativos con creatividad para el cambio, tener capacidad de cultivar la inteligencia emocional, etc.
Pero, existen dos peligros reales que asechan a los liderazgos de grupos vulnerables en los distintos campos. El primero es lo que se conoce como “la trampa del mesías”. Los líderes que caen en esta trampa están convencidos que solo ellos pueden liderar los grupos vulnerables y creen que lo pueden hacer mejor que los demás. Estos líderes no solamente terminan totalmente agotados, desmotivados, frustrados, desencantados porque ellos se convierten en un verdadero obstáculo que impide crecer el liderazgo colectivo de los grupos vulnerables. Normalmente estos liderazgos demuestran problemas personales no resueltos y la ayuda a los demás se convierte en un intento fallido de ayudarse a sí mismos.
El otro peligro es que estos líderes terminen como “el buen samaritano desilusionado”. El fuerte desequilibrio entre las demandas y los recursos, las expectativas y capacidades de responder, el abismo entre el ideal y la realidad, terminan desbordando y apagando el liderazgo. Estos líderes que se dedican a ayudar a los demás, la exigencia del servicio que realizan los agotan, los lleva a la huida y las personas a las que desean ayudar son abandonadas. La relación coste-beneficios resulta continuamente desequilibrada. Se está demasiado expuesto al fuego y el individuo acaba quemándose (Cfr. Sadrín, L. 2019. La resiliencia. La fuerza para caminar con el viento en contra. Cantabria, España: Editorial Sal Terrae, p. 80).
Estos peligros son el resultado de un largo proceso. Comienza con el entusiasmo idealista, luego ocurre un estancamiento, y poco a poco aparecen los bloqueos y frustraciones porque los resultados no son los esperados y los problemas vuelven continuamente, surge la crisis y el desenlace. Hay que aprender a superar los retos con las propias fuerzas y las ayudas de los demás. Los retos nos hacen crecer y nos transforman. La objetividad, el realismo, la justa distancia relacional, el sano compromiso y el horizonte común son elementos fundamentales para empoderar a los grupos vulnerables de su liderazgo colectivo.
Esto peligros pueden constituirse en graves obstáculos para los líderes comunitarios, de organizaciones de base, políticos, pastoralistas, religiosos, gremios, trabajadores, empresarios, etc. Ante la magnitud de los retos que plantean el post COVID-19, estos peligros pueden impedir el sano crecimiento de los grupos vulnerables para superar su indigencia.
3) El liderazgo de los grupos vulnerables
El post COVID-19 demanda un estilo de liderazgo de los grupos vulnerables con audacia y emprendimiento. El que tiene liderazgo posee un talento natural que va acompañado de un talante. Al tener estas dos cualidades se puede lograr un estilo de liderazgo de grupos vulnerables fecundo y creativo.
El liderazgo apunta a dos cosas fundamentales: cuidar las personas vulnerables y caminar juntos hacia un proyecto común, hacia una utopía compartida. Es un tipo de liderazgo transformacional y de servicio. Se busca transformar las personas, su cultura organizativa y se busca su crecimiento y desarrollo humano. Se plantea la tarea de una forma de vida que a través del servicio a los demás y la satisfacción de sus necesidades fundamentales se deja un legado a la sociedad.
Los líderes de los grupos vulnerables conocen, quieren, aprecian y cuidan a su gente. Los líderes de grupos vulnerables se arriesgan, se exponen y son capaces de salir de su zona de confort para ir hacia adelante. Dada la magnitud del impacto y las consecuencias que tiene el COVID-19, hoy el liderazgo se plantea cómo salir juntos de tanta vulnerabilidad a la que está sometida la población e ingentes grupos que ya estaban en esta situación antes de la pandemia. Hoy se requiere mucha creatividad y soluciones sistémicas, y no solamente respuestas inmediatas a la emergencia que estamos viviendo. La gravedad de los problemas desencadenados por la pandemia, precisan soluciones estructurales y sostenibles.
Los grupos vulnerables requieren un liderazgo que ofrezca una visión estructural de su propia realidad, unos objetivos y un horizonte común para cambiar su situación deplorable, con capacidad de empoderar a los mismos grupos vulnerables, y cuyos líderes sean capaces de rendir cuentas con transparencia. Los liderazgos de los grupos vulnerables asumen su misión de cambiar la propia realidad de estos mismos grupos, jugando juntos como un equipo de futbol que busca ganar el partido.
Este liderazgo se realiza tejiendo transversalmente las propias competencias y capacidades personales, sociales y estratégicas de los grupos vulnerables. Las consecuencias de la pandemia nos exigen un liderazgo a la altura de las graves y complejas situaciones que ha desencadenado. La vulnerabilidad es una gran oportunidad y ofrece la posibilidad de desarrollar la fortaleza de los grupos vulnerables.