EL MÁS NOBLE AMOR

Marlon Chicas

El tecleño memorioso

“El amor de una madre es más grande que todos los demás, incluso cuando todo el mundo te rechaza, la madre te acepta con los brazos abiertos” reza un bello pensamiento de un autor desconocido.

En una soleada tarde de verano, escudriñando junto a mi madre el viejo álbum de fotos corroído por el tiempo, observando estampas de Santa Tecla de antaño, la autora de mis días evocaba la forma de celebrar el Día de la Madre en su tiempo, en nuestra querida Ciudad de las Colinas, decía mi madre que las familias de abolengo organizaban suculentos banquetes para la reina del hogar.

En tanto, para las humildes mujeres que no contaban con recursos económicos, se trataba de un día normal de trabajo, levantándose a tempranas horas del día con la fe puesta en Dios y su decisión de sacar adelante a sus hijos. De inmediato reflexioné sobre el rol de una madre, llegando a la conclusión que una madre es:

Psicóloga: la que con ver nuestros ojos distingue nuestra preocupación o tristeza, dispuesta a escuchar, abriendo su corazón, susurrando al oído una palabra de aliento o el mejor de los consejos, con mensajes de esperanza y fe.

Solidaria: animando sueños y aventuras por convertirnos en personas de bien, con palabras de aliento: “¡ánimo hijo, luche por lo que más quiera!”. Motivándonos a no desfallecer en el intento, por dura que sea la prueba, para que, al final del camino, nos corone con una sonrisa en sus labios y un: “¡lo lograste!”.

Enfermera 24/7: dispuesta al desvelo por salvaguardar nuestra salud a costa de la de ella, sin conocimientos de medicina o farmacia, preparando curaciones y jarabes para todos los males, velando nuestro sueño, con la misión de sanar nuestras penas del cuerpo y del alma.

Protectora: como ángel de la guarda ante el peligro de sus hijos, capaz de ofrendar su vida si fuera necesario por el ser amado, dispuesta en la necesidad aún a costa de su propio bienestar. Así es una madre, sin imponer reglas o condiciones, sacrificando cuanto tiene. “¡Gracias madres por amarnos como somos!”.

Exhortó a los hijos que tienen la osadía de olvidar a la madre o abuela, en un frío y oscuro pasillo de un ancianato, a que reflexionen. Puesto que de ellas recibieron la vida, aun así, el amor de esas madrecitas es tan grande que son capaces de ignorar semejante desprecio. ¡Perdona, madre, al hijo que nunca valoró el inmenso amor que prodigaste en él y que aun así, sigues amando!”

A nuestras amadas madres y abuelas, ángeles protectores que desde el cielo encomiendan una oración al Creador por sus seres amados, que enjugan nuestras lágrimas ante la tristeza… Protectoras frente al peligro, jubilosas en nuestros triunfos, intercesoras ante Dios. Ángeles de la guarda que indican el camino que nos llevará al esperado reencuentro en el Reino de los Cielos.

Sirva este merecido reconocimiento a la madre salvadoreña por su invaluable e infatigable sacrificio, que día con día cumple por hacer de sus hijos hombres y mujeres de bien para una gran nación, El Salvador ¡Gracias Mamá!

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