El mejor paso

EL MEJOR PASO

Por: Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y editor Suplemento Tres mil

El tiempo es uno de los grandes recursos de la humanidad, que dependiendo de su uso y aunado al conocimiento pueden ser la diferencia entre la tristeza y la felicidad, la tranquilidad y la desesperanza.

Y el uso del tiempo tiene mucho que ver con los hábitos de las personas y sus oportunidades, así como de la ubicuidad. Porque la gente no tiene las mismas garantías, mismos derechos o privilegios. Mucho depende de la cuna en que se cría.

El ocio es una oportunidad, dicen. Al menos resulta así si es aprovechado. Tal como los griegos lo demostraron gracias al apoyo de sus incontables esclavos, que gracias a todo el tiempo libre que dispusieron desarrollaron la filosofía. ¿Pero cuántos dependen de esclavos para tener acceso a este ocio? Solo las personas que descienden de ascendientes con holgura económica. El resto de mortales debemos de enfrentar la vida con las limitantes que encontramos en nuestra cancha de juego. Ya no se digan los artistas, el arte requiere dedicación, sin esta es poco probable que llegue a desarrollarse. En tanto, como también es una vocación se pelea contra el tiempo y contra el hambre. Sobre todo, los poetas que se enfrentan al hambre en múltiples ocasiones, de igual forma que los titiriteros y la lista sigue… Muchos artistas viven eternas escaramuzas con el hambre para hacer lo que aman (más en el Pulgarcito de América), pero lo hacen por amor.

La verdad es que todo oficio o actividad para ser elaborado con excelencia requiere disciplina, dedicación y constancia. En estas cosas no existe el azar (si es que el azar sea una explicación para las cosas).

Aquel dicho de “tantas veces va el cántaro al río que se quiebra” o “de gota en gota la piedra se quiebra” tienen tanta validez. El acto de la perseverancia es como un árbol inmenso que produce abundante fruto, para lo que se debe ser paciente y diligente.

Así lo comprobé en estas vacaciones de Semana Santa. Los libros que tenía semanas avanzando con lentitud de pronto fueron devorados y asimilados. Gracias a que tenía tiempo para hacerlo, a que tenía la tranquilidad para ejecutarlo. Si no es así, el estrés habitual me presiona a obligarme a leer. Lo confieso, no soy el de antes, cuando los libros pasaban a llenar mis horas. Hoy el gusto de leer se pelea la atención con redes y medios sociales, tanto que hasta de descansar nos podemos olvidar.

Sin embargo, el tiempo existe. El detalle es la disposición de este. En esta etapa de sociedad líquida ya no se trata sólo de voluntad, de tener ganas de hacer algo. Ahora se debe luchar contra la esclavitud del celular y sus múltiples aplicaciones que, en lugar de facilitarnos la vida, la complican. Y ya no solo es el uso de nuestras horas, sino también la mayor cantidad de energía eléctrica e incluso de los accesorios que nos acuerpen de la mejor forma para enfrentar estas nuevas necesidades de mantenernos conectados.

¿Y qué podemos hacer? Ahora en los trabajos nos exigen estar todo el tiempo conectado, aunque esté prohibido el acceso a los medios sociales. Así como tras estas cuarentenas de una pandemia que parece cambiar los paradigmas de la sociedad también cambia y potencia los hábitos relacionados a estar conectados, eternamente conectados. La tecnología es una herramienta que puede brindar múltiples oportunidades, pero sin dirección ni guía termina en naufragio. Quizá el mejor momento es detenerse y reflexionar en cómo dar el mejor paso.

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