Germán Alcides Vásquez
Narrador salvadoreño.
_ Cuando Ud. se case con Alicita les voy a llevar a la luna de miel en mi Mercedes rojo don Germán – Me dijo una vez mi amigo Luis Ibarra. Se había hecho amigo mío porque tenía una camioneta llamada la San Luis que viajaba desde Ahuachapán para Sonsonate todos los días. Pasaba por Apaneca a las siete de la mañana para Sonsonate y regresaba para Ahuachapán a las tres y media de la tarde. Dejaba dar un estruendo bocinazo para todo el pueblo un enorme pitido que toda la gente sabía que era la San Luis del negro Luis. Era muy amigo de la familia de mis esposa Alicia. Todas las mañanas la niña Carmen le tenía una taza de leche caliente que su esposo mi suegro don Luis Tobar llevaba corriendo a la camioneta estacionada contiguo a la puerta de su casa esperando el abordaje de algunos pasajeros. El “Negro Luis” le decían cariñosamente de apodo pues no era propiamente negro, quien saboreaba rápidamente aquella leche caliente espumeante, a veces con un pedazo de pan de torta, sin bajarse del bus, quien devolvía la taza ya vacía al mismo tiempo que se limpiaba los espesos bigotes, dando las eternas gracias para seguir con precisión camino a Sonsonate.
El Negro Luis era muy simpático con todo mundo y era originario de la ciudad de Atiquizaya. Todos le llamaban el “Negro Luis” con sentido de cariño. Había comprado el bus nuevecito recién salido de una agencia distribuidora de vehículos allá en San Salvador. Solamente él, la manejaba y aquel enorme bus estaba muy nítido, sin ningún rasguño, bien limpio, brillante y oloroso a espray, además adornado por dentro y fuera con toda clase de decoraciones que colgaban de todas partes y frente a él en su timón se levantaba imponente un cuadro de San Cristóbal con el niño Jesús al hombro, el patrono de los viajeros. Solía alegrar el ambiente del viaje con toda clase de música, desde los Beatles hasta las canciones rancheras de Pedro Infante, Lucha Villa, Jorge Negrete, el trió de los Panchos y hasta el famoso trió de los Hermanos Cárcamo de Atiquizaya, aquella música con bafles andaba a todo volumen. En su rostro siempre había sonrisa a los pasajeros y en su boca generalmente a carcajadas. Un motorista siempre con expresiones y gestos de amabilidad, respeto y nunca una mala expresión vulgar por su boca. No tenia cobrador solamente un ayudante que serbia de peón para cargar y bajar los bultos del camastro. Los pasajeros siempre entraban por la puerta de adelante y ya sabían cuanto valía el pasaje y lo depositaban sobre la tarima del motor cubierto por una alfombra de lana de colores. Toda la gente gozaba en aquel viaje con aquella alegría de las melodías musicales durante todo el camino alegrando el corazón de la gente. A veces la gente no tenía el pasaje completo y el negro Luis, sin ninguna ofensa los dejaba abordar dando lo que tuvieran o nada. _No tenga pena _ decía, mañana será otro día y la gente era muy feliz con aquel motorista que se mostraba campechano y bromeando y con las mujeres gentil y a veces muy enamorado. A veces la gente dejaba ir otros buses con tal de irse con él. Tanto era la demanda que tenía que yo por supuesto y la familia de mi esposa nunca nos cobraba el pasaje en la San Luis con lujosos asientos muy confortables era un bus que se distinguía de los otros buses que solían pasar como las otras camionetas llamadas la Lili y el Milagro que viajaban solo de Apaneca a Ahuachapán. Un día por cierto un sábado 24 de noviembre de mil novecientos sesenta y dos, con mucha emoción contraíamos matrimonio Blanca Alicia y yo en la iglesia con la bendición del padre Cea párroco del pueblo de Apaneca, para después gozar con popularidad una fiesta de gran pompa y alegría con marimba, Sarsofón y cornetas. Ese día ya estaba cumpliendo su promesa con gestos de cariño el Negro Luis esperando fuera con su Mercedes rojo un carro esplendoroso de lujos. A las cuatro de la tarde ya nos andaba buscando y haciéndonos de señas para que nos escapáramos de la fiesta y a escondidas nos fuéramos a nuestra luna de miel. Así que dejamos la fiesta solo nos despedimos de la familia y nos fuimos a subir al Mercedes Rojo mientras aquel hermoso vestido blanco como la nieve que lucía Alicia resplandecía con los rayos del sol mientras su velo volaba con el viento de la tarde. Dejamos la fiesta, nos subimos al Mercedes rojo y agarró rumbo al Hotel del Lago de Coatepeque donde pasaríamos nuestra ardiente luna de miel.
Allí en ese trayecto el Negro Luis nos contó con lujo de detalles y con mucho regocijo la historia de su Mercedes Rojo que todo mundo lo admiraba con buenos ojos y más por las hermosas mujeres del pueblo. Empezó su historia mientras salíamos de las afueras del pueblo rumbo al cerro verde, nos dijo que había sido motorista de don Alfonso Borja y que lo había andado llevando por todas partes donde aquel viejo chelón y millonario disfrutaba a su lado los viajes por los alrededores de la republica de El Salvador y Guatemala donde gustaba visitar las ruinas de los Mayas y Antigua Guatemala. Era de muchos gustos don Alfonso, decía Luis. Que además le daba buenas propinas para la comida y que lo quería mucho desde que tenía diez y ocho años decía que había trabajado con el Doctor Borja. Dijo que mientras él comía en los comedores de las plazas populares el Doctor Borja comía en los grandes hoteles y restaurantes más mencionados por el turismo. Estas propinas me permitían hacer mis buenos ahorros con el tiempo. Pues fueron quince años los que trabajé con él, sin faltar un tan solo día hasta que logré juntar mucho dinero con mis ahorros para hacer lo que quería hacer de mi vida, un sueño desde muy joven ser independiente en mi trabajo. Entonces compré la San Luis, conseguí con palancas la línea de buses a transito, y empecé a viajar a Ahuachapán a Sonsonate sin parar un tan solo día, _ nos dijo. Cuando le di la noticia al doctor Borja, de que me iba, se molestó mucho, y muy disgustado se puso. Porque me quería como a un hijo, me decía él.
_ ¿Que vas a hacer?, ¡Eso es una locura! te pago bien, te quiero como a un hijo, no tienes experiencia con esos negocios a fracasar vas ir qué más quieres conmigo!, me dijo. Pero lo cierto que me le fui de todas maneras y no me arrepiento por la gracia de Dios. Aunque con él me daba gusto estrenando autos de todas las marcas y del año. Viajé mucho, conocí muchos lugares. La gente te conoce más que a mí pues veo que eres muy popular -me decía-. Te dicen “adiós” en todas partes. Pues vio que la gente sacaba las manos para pedir vía y yo fingiendo les decía adiós zutano adiós mengano. Así él creía que todo mundo me conocía. -quiero luchar por mi propia cuenta para hacer mi vida”, le dije, que me dejara probar sino siempre volvía con él pues yo le tenía mucho aprecio al viejo también. Ya va a ver qué voy a tener éxito aunque me duele dejarlo porque Ud. ha sido como un padre para mí y lo voy a recordar siempre. He aprendido mucho de Ud. especialmente como se hace y se maneja el dinero. Porque él era también muy tacaño, muy rico, pero muy tacaño. Ahora con el tiempo el bus del San Luis me da la vida y gozo de ella en mis gustos personales y hasta con las mujeres tengo suerte. Y gracias a ella he logrado hacer todos mis ahorros para obtener lo que quiero pues cuando trabajaba con el Doctor Borja lo soñaba, ahora para mi todo oes diferente. Un día de tantos me fui a San Salvador tomé mis dos alforjas y las soco lié de dinero contante y sonante. Iba después a entrar de regreso en Atiquizaya manejand0o el carro de mi sueño. Ya van a ver cuando vaya entrando a Atiquizaya, pensaba y hasta el alcalde va a tratar de ser mi amigo. Ya en San Salvador en una de las agencias más prestigiosas de carros muy absorto estaba contemplando los Mercedes del salón de exhibición y nadie se me acercaba por nada, quizás me miraban incapaz de comprar un Mercedes, no se acercaban por nada. No les importaba que yo estuviera ahí soñando y soñando. Solo una señorita recepcionista me miraba y sonreía. Vi que se levantó yendo hacia mi mientras los agentes vendedores mostraban carros a otros clientes. Mientras la señorita me preguntaba si me podía ayudar en algo. Le dije que deseaba comprar un carro. Me mandó a un agente vendedor.
_ Soy el Sr. Gonzales ¿Y en qué puedo servirle? me dijo. Estoy queriendo comprar este carro le contesté amablemente. ¡Ah sí! son Mercedes Benz, lo último que ha venido al país, son carros de lujo de los mismos que usan los Rengifo, los De Sola, los Hill, los Borja y los Salaverría. Este rojo me gusta, le dije. ¡Tiene buen gusto joven!, me recalcó el agente. Es el último modelo, con aire acondicionado, frenos automáticos, cuatro puertas, asientos de puro cuero. Perdón y ¿cuánto vale? Ah vea Ud. da el diez por ciento de prima y luego se queda pagando las letras, pero tienen que esperar a que les aprueben el crédito. ¡Ah no! le dije, yo me lo quiero llevar ahora mismo.
-Oh no Señor eso es imposible. _ ¿Y por qué no? pregunté ¿Cuánto cuesta al contado? y entonces hablamos. Pero vale como treinta mil colones…! No importa yo lo quiero comprar así! ¡Mire aquí traigo el dinero! Y le mostré tocando mis alforjas que yo portaba al hombro repleto solo en billetes de cien. Entonces fuimos donde el gerente de la agencia y frente a su escritorio negociamos el precio. Les di dinero lo que yo creía. Y me lo dieron, aunque un tanto bastante extraños viendo mi forma sencilla de vestir, ¿Quién se imaginaba que alguien como yo, compararía un carro Mercedes Benz, si solo los más ricos de este país pueden tenerlo. Les dije que tenía un bus nuevo. Y que andaba a pie porque quería regresarme a Atiquiza, pero ya en mi carro nuevo y así fue para no aburrirles de contar. Y ahora este carro es el chinchín de las mujeres. Y la primera que lo estrenaría fue la secretaria que estaba en la oficina de la empresa de venta. Ahora todas la mujeres quieren tener el gusto del Mercedes rojo. Después que finalizó su historia mientras llegábamos a Ahuachapán, nos dijo. Ahora si no les molesta me gustaría pasar por donde una señora. Le he dicho que llevo a pasear a mi hermana y su novio en el carro. Y que sería bueno que su hija acompañara a mi hermana para hacerle ambiente, por eso vamos a pasar ¡Ja, Ja, Ja, Ja! Uds. por favor no digan nada para que la mamá de esta cipota no sospeche nada. Si la muchacha ve que va con Uds. no le negará el permiso. Entonces Luis nos llevó gentilmente hasta el hotel del lago, un hotel cinco estrellas de la época. Y ahí el negro Luis nos dejó por él fin de semana, mientras no supimos para dónde él se iba con la hermosa joven, mientras nosotros enmielados de la vida color de rosa y jazmín gozábamos de nuestra mágica luna de miel viendo desde un mirador aquel hermoso lago azul en su panorama del paisaje mientras Alicia y yo suspirábamos de amor. Dos días después regresamos a Apaneca para un Lunes en el bus de la tarde felices de la vida en que todo hasta hoy con la presencia de Blanca Alicia, mi vida ha sido como un sueño en nuestra historia de amor.