Washington / AFP
Dave Clark / Francesco Fontemaggi
Un tema domina actualmente el debate político en las principales democracias occidentales y siembra la discordia entre países que durante largo tiempo fueron aliados: la inmigración.
«Hay una correlación entre el ascenso de los populismos y los nacionalismos y la inmigración. Se ve en Europa, con el Brexit y las elecciones italianas, como se vio anteriormente en Estados Unidos con la victoria de Donald Trump», dijo a la AFP Erol Yayboke, del Center for Strategic and International Studies (CSIS).
En nombre de la política de «tolerancia cero» a la inmigración ilegal pregonada por Trump para cumplir con sus promesas electorales antes de los comicios de mitad de mandato de noviembre próximo, niños migrantes fueron separados de sus familias en la frontera entre Estados Unidos y México, a menudo tras haber escapado a la violencia en América Central.
El nuevo gobierno populista italiano decidió por su lado bloquear el acceso a los puertos del país a un barco repleto de inmigrantes rescatados en el mar por una ONG.
La acogida a los refugiados amenaza también con hacer volar por los aires la coalición de gobierno alemana, integrada por conservadores y socialdemócratas. El ala derecha del partido de la canciller Angela Merkel presiona para que el Ejecutivo endurezca su política migratoria.
Según Naciones Unidas, en 2017 había en el mundo 68,5 millones de refugiados y desplazados, una nueva cifra récord, la quinta consecutiva en la materia.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, el italiano Filippo Grandi, llamó a un aumento de la «cooperación» internacional, estimando que no puede haber una solución a este drama «país por país».
Sin embargo, lo que parece dominar es el repliegue fronteras adentro.
«La gente tiene tendencia a manejarse con una visión simplificada de problemas complejos, y en la inmigración eso se traduce en ideas como ‘estos vienen a robarnos nuestros trabajos y sembrar el caos'», explica Yayboke.
«Dirigentes populistas ponen palabras a lo que la gente siente, simplificando al extremo estos complicados temas, y se basan en ellas como argumento para ganar votos», asegura.
Un establishment «vulnerable»
Pero una vez que llegan al poder los problemas les estallan, como lo ha podido comprobar el presidente estadounidense, que debió dar marcha atrás con su proyecto de separar a las familias inmigrantes ante las protestas masivas que la iniciativa suscitó.
«La administración Trump se dio cuenta de que estas cuestiones son mucho más complejas, que provocan emoción», señaló el investigador.
En Italia, en cambio, el poderoso ministro del Interior Matteo Salvini, líder de la Liga, un ascendente partido de extrema derecha, parece haber aumentado su popularidad por su postura de línea dura ante los inmigrantes.
Mientras Europa temía que Roma cuestionara su adhesión al euro, el gobierno italiano «se concentró finalmente en un tema en el cual el establishment europeo es más vulnerable: las cuestiones migratorias», escribió esta semana en el Wall Street Journal el analista Walter Russell Mead.
De acuerdo a este profesor de relaciones internacionales estadounidense, se trata de un tema «tres veces ganador» para Salvini: «Divide a la izquierda y unifica la derecha en Italia; desafía el consenso entre las élites europeas; y él logra imponerse en la escena internacional».
Queda por saber qué actitud asumirá la opinión pública cuando comiencen a multiplicarse las escenas desgarradoras. «Los dirigentes políticos de toda Europa van a observar de cerca lo que suceda. Si su apuesta migratoria sigue funcionando, Salvini tendrá quien lo emule», pronostica Russell Mead.
Mientras tanto, el pulso con la Unión Europea, protagonizado por uno de sus socios fundadores y ya no por una joven democracia de Europa central, demuestra que los gobiernos occidentales están más divididos que nunca.
Sismo
La referencia a un «eje de voluntarios» anti-inmigración creado por los ministros del Interior de Italia, Austria y Alemania, que hacen las veces de halcones, desató una polémica en la que se evocó el «Eje Roma-Berlín» entre el fascismo y el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque también da cuenta de un sismo en las alianzas tradicionales.
En este explosivo contexto, las relaciones transatlánticas están igualmente en tensión. Trump, que encabeza en Estados Unidos una ofensiva para torcerle la mano a un dividido Congreso, no duda en estigmatizar a Angela Merkel y a Alemania, un país aliado.
«El pueblo alemán se está volviendo contra sus dirigentes», afirmó en Twitter, y dijo que la criminalidad había aumentado en el país germano desde que, en 2015, Merkel abrió las puertas a más de un millón de demandantes de asilo.
Poco le importa al presidente estadounidense que las estadísticas demuestren lo contrario.
«Ser anti-inmigrantes está en el corazón del modelo de negocios de algunos partidos populistas de derecha. Prefieren que el tema continúe estando bajo los proyectores que buscar soluciones», dijo a la AFP Stefan Lehne, del think tank Carnegie Endowment for International Peace.
En Europa, pese a la fuerte caída del número de solicitudes de asilo desde 2015-2016, la fiebre anti-inmigrantes «en vez de disminuir aumentó», señaló.