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El milagro de Monseñor Romero

Jorge Castellón
Escritor

Qué es un milagro? ¿De qué se habla cuando decimos que ha sucedido un milagro?  Quizás de algo ajeno a lo normal del ser de las cosas; es decir, there distinto de su orden natural, viagra de su esperado suceder o proceder. Probablemente, decir milagro es decir que algo extraño ha acontecido; algo inesperado, impensado, improbable.

El milagro es eso que ha acaecido y que ha roto el devenir normal del mundo, ese devenir  que la naturaleza, o los mismos hechos humanos, lo hacen ser y cambiar, en una esperada continuidad.

El milagro es una sorpresa, entonces, en el universo, natural y social. Mejor, es un arcano que se revela, un secreto que de pronto, se conoce. Por lo tanto, un acontecimiento, tan solo nuevo tal vez, a los ojos humanos, no a la eternidad ni a lo desconocido en el universo… no para Dios.

Obrar un milagro, es una alquimia secreta que produce un cambio en un sentido irracional, desde la perspectiva de la racionalidad humana. Obrar un milagro, es acometer un acto irracional. En ese sentido, devolver la vista a un ciego o despertar la conciencia a un pueblo centenariamente oprimido, son actos iguales, son milagros, hechos más allá de la razón. Esa presuntuosa facultad humana que quiere bastarse a si misma.

Monseñor Romero es el milagro mismo.  Al decir Ignacio Ellacuría que “con Monseñor Romero Dios pasó por la historia”, se está afirmando  el acontecimiento de un genuino milagro. La develación, la revelación de un arcano de la historia humana, el suceder de una hecho irracional, a saber: que al seno del dolor, la muerte y el genocidio premeditado, en un lugar lejano de la tierra, puede germinar la fe más profunda y la esperanza más clara en el corazón de esos mismos hombres y mujeres, niñas, niños y ancianos, que sufren los males de la historia: los pobres.

Monseñor Romero es el milagro mismo.  La hercúlea valentía de una fe transparente, frágil como la vida, que se enfrenta victoriosa, a la bestial agresión de una ideología asesina que ve en los pobres, la cantera de los muertos. Una lucha desigual que en el devenir de los siglos,  ha enfrentado a la bondad, bella y frágil, contra la más grande maldad: civilización contra barbarie, esperanza contra sufrimiento, violencia contra conciencia, amor contra terror, luz contra sombra, vida contra muerte, verdad contra mentira.

Monseñor Romero es el milagro mismo, al demostrar que en esa lucha desigual de la historia, la vida, lenta y tarde, triunfa sobre la muerte; la humildad, silenciosa, triunfa sobre la soberbia; la palabra y su memoria, vence sobre la ráfaga asesina, cambiando así, el orden de las cosas del mundo.

Es el mismo misterio de la vid, que hace germinar los mejores frutos, allá donde  más profunda se hunde la raíz del viñedo, en la más árida tierra. Haciendo de la uva más sufrida, la más apreciada, la más valiosa, la menos abundante, sí, pero la más apta para el mejor vino.

Monseñor Romero es ese milagro mismo de la vid. Un cáliz derramado, que no cesa de abrevar dulcemente las sed toda de un mundo que sufre, y que lucha.

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