Por Elder Gómez
Colaborador
Su edificio volcánico, es impresionante, imponente, de respeto. Son más de 2 mil metros de montaña arenosa, rocosa, con escabrosos barrancos en su falda, pintados a manera de rayas de tigre, que en más de alguna ocasión, han servido de escupidero de lava del poderoso coloso migueleño, difícil de escalar, aunque en el devenir del tiempo, miles han alcanzado su cono.
Sus procesos eruptivos, han sido impredecibles y variados. Los ha hecho con agua, lodo, lava, arena, y ha lanzado piroclastos o piedras incandescentes, al estilo del Vesubio, el que sepultó a Pompeya, o combinados.
Guarda en sus entrañas innumerables historias urbanas, desde cuando la imagen de la Virgen Católica de La Paz fue llevada a la Curruncha -Colonia Milagro de La Paz, erigida de entre los escombros de lava seca-, en el suroeste de la ciudad de San Miguel, para detener el avance de la masa pétrea incandescente que se cernía sobre la pujante metrópoli oriental, hasta cuentos de apariciones fantasmagóricas en sus alrededores.
Su última poderosa erupción la realizó la mañana del 29 de diciembre de 2013, después de un corto pero ágil proceso geológico que estuvo acompañado de explosiones y expulsión de gases, como el que atraviesa ahora.
En esa ocasión expulsó ceniza que cubrió en mayor o menor medida, unos 10 de los 14 departamentos de El Salvador.
Lo novedoso ha sido que el coloso ha expulsado piedras incandescentes en su última explosión -al estilo del Vesubio-, al filo del inicio de la tarde del sábado 26 de noviembre de 2022, por ahora, sin mayores consecuencias, a pocas horas del inicio del afamado Carnaval de San Miguel.