Por: Iván Escobar
Colaborador
Las abuelas y abuelos en las comunidades indígenas son el conocimiento vivo de las tradiciones y costumbres. Hoy en día son los principales guardianes y referentes de nuestra lengua materna, en la cual expresan un canto respetuoso a la vida, a la naturaleza, a su entorno. El náhuat es una lengua viva, y son las mujeres quienes en el hogar, en la comunidad, se responsabilizan en promoverla en pleno siglo XXI.
A través de historias, cantos y rituales las comunidades indígenas siguen preservando la lengua originaria. “Cuando fue prohibido el náhuat y solo fue doméstico, los abuelos lo hablaban en el hogar. El canto les da vida, les hace reverdecer”, expresa Franco Huixtemi, conocedor de la temática, y uno de los profesionales que impulsa la iniciativa de aprendizaje del náhuat en las generaciones presentes. En El Salvador las poblaciones indígenas han sufrido marginación y exclusión desde tiempos remotos, también han sido víctimas de engaños y del robo constante de sus saberes, hoy en día la realidad no ha cambiado, siguen siendo víctimas de la pobreza, y la falta de oportunidades de desarrollo.
La lengua materna, es decir el náhuat, que es una vertiente del náhuatl (mexicano), aunque algunos estudiosos atribuyen mayor antigüedad a la lengua salvadoreña, ha sido motivo de persecución desde la masacre de 1932, cuando se acabó con la vida de miles de indígenas de la zona occidental del país. También existen registros de esa masacre en poblaciones de Panchimalco e Ilopango, comenta Huixtemi.
A 90 años de la represión y persecución contra las poblaciones indígenas, se evidencian las políticas de invisibilización que vienen desde el mismo Estado, lo cual ha llevado a casi exterminar al náhuat. Pocas son las comunidades que conservan la lengua ancestral. El municipio de Santo Domingo de Guzmán, ubicado en el occidental departamento de Sonsonate, es una población que aún preserva su lengua, y tiene nahuahablantes, es decir, salvadoreños que tuvieron como lengua primaria el náhuat, y de forma secundaria el castellano, el cual aprendieron a partir de los 7 ó 10 años.
“Hay razones curiosas por las que en este pueblo se ha conservado el idioma, una quizá es la geografía porque cuesta un poco el acceso, y las represiones que hubieron en tiempos pasados no llegaron a este pueblo, entonces, eso hizo que más abuelos pudieran conservarlo”, comenta el Temachtiani William García, un joven estudiante universitario, quien desde hace un par de años convive y aprende directamente en la comunidad.
García enseña náhuat a través de una iniciativa de conservación de la lengua ancestral, destaca que hoy en día hay muchos esfuerzos, y el Estado ha comenzado a interesarse en los últimos años, produciendo algún tipo de material didáctico que por ahora es impartido a docentes del sector público.
No obstante, algunas abuelas como Isabel viuda de Jiménez Ramírez, originaria de Santo Domingo de Guzmán, y del cantón Carrizal, cree que el método que las autoridades de educación promueven no es el idóneo, porque el náhuat es una enseñanza ancestral, por tanton no puede replicarse como una lengua joven. “No es repitiendo como periquitos que se aprende”, enfatiza la abuela, que comparte que en su hogar es cotidiana la lengua, pero hoy en día las nuevas generaciones ya no quieren aprenderla.
Esta apreciación la respalda, Margarita Guillén, consejera espiritual del municipio de Izalco, también en Sonsonate, quien reitera que la lengua materna no se aprende si la persona interesada no conoce sobre la cosmovisión, ya que es así cómo se desarrollan las comunidades indígenas.
“La mujer es la responsable de mantener la cultura, es una gran responsabilidad sobre ella, por eso se le llama lengua materna… y para poder hablarla primero hay que entrar en la cosmovisión, porque la cosmovisión es la forma cómo miran nuestros abuelos el vivir y relacionarse con toda la naturaleza y todo lo que está alrededor de nosotros”, señala Guillén.
Añade que un factor esencial para todo aquel que quiera aprender es el respeto: por la vida, por la naturaleza, por la comunidad, por la palabra. Y recuerda que las comunidades han sido víctimas de engaños y se irrespeta la palabra, el compromiso. “Si usted aprende a respetar va aprendiendo a sentir la energía positiva de cada lugar, usted ve que la espiritualidad tiene mucho que ver con la lengua, todo está conectado, todo es parte de un todo, nuestros abuelos eso tenían, el respeto por todo”, puntualiza.
Nantzin Isabel es una mujer que comparte sus saberes, pero es celosa con quien lo hace. “A mí no me gusta andar cantando o que me tomen fotos, porque no soy chacha”, replica, cuando algún visitante de Santo Domingo de Guzmán, se lo pide. Dice que otras personas se prestan a ello, por dinero.
Una realidad latente en las comunidades es la pobreza, y eso ha llevado a muchas abuelas y abuelos a ser parte de actividades o proyectos de investigación de profesionales o extranjeros. Pero están conscientes que muchas veces existe el aprovechamiento, y cuando se extrae la información no les apoyan. “Se meten a aprender de la comunidad… pero al final, a quienes menos toman en cuenta son a las ancianas, y se alejan de la comunidad… muchos están ganando de lo que la abuela les enseñó, pero no hay una retribución”, reclama Guillén.
Hay que agradecer la lucha de los abuelos
Por ahora, comparte William García que de acuerdo a cifras de la Casa de la Cultura de Santo Domingo de Guzmán, en esta localidad existen 350 hablantes del náhuat, que conservan la lengua materna. “Yo desde que estaba en la panza de mi mamá ya me hablaban en náhuat”, le comparten algunas abuelas, a García.
Nantzin Andrea López, desde hace 11 años forma parte del proyecto “cunas náhuat”, que en Santo Domingo de Guzmán trabajan por la difusión de la lengua entre las nuevas generaciones. Ella, también comparte que en su hogar siempre se habló náhuat, con el tiempo y la presión social se ha ido perdiendo, pero ella, se lo enseñó a su hija y a su nieta, porque no quiere que la lengua muera. “El idioma no lo olvidamos nunca hasta que me muera”, reitera, mientras recuerda que con el tiempo, se perdió el habla natal en gran parte de la población, además las mujeres renunciaron al uso del refajo, vestimenta tradicional. Al enseñar dice que “esa semilla la voy dejando en mi nieta y mi hija”, comenta la mujer, quien junto a sus otras tres hermanas son de las nahua hablantes de Santo Domingo de Guzmán, que apoyan la enseñanza. “Nosotros no queremos que muera el idioma, hay muchas personas que nos dicen, para qué vamos a aprender”, señala.
Día del náhuat
El decreto legislativo #598, de febrero de 2017, declara el 21 de febrero de cada año como el “Día Nacional de lengua náhuat”, tomando en consideración la legislatura 2015-2015, lo siguiente: “que en la actualidad la lengua náhuat pervive como un legado cultural de las comunidades indígenas asentadas en el occidente del país; sin embargo, su transmisión se remonta a varias migraciones de grupos nahuas hablantes que poblaron el territorio salvadoreño entre los siglos VIII y XIII”.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) estableció desde noviembre de 1999, el día 21 de febrero como: Día Internacional de la Lengua Materna. En El Salvador este año se cumplen cinco años de la declaración por parte del Congreso salvadoreño, del día dedicado al náhuat. Tanto los nahua hablantes como representantes de las comunidades, consideran positivo los esfuerzos encaminados a que no desaparezca el náhuat, pero hacen el llamado a que se entienda la cosmovisión, se atiendan las necesidades de las poblaciones indígenas, que sufren la extrema pobreza, además, la pandemia del COVID-19 aumentó su vulnerabilidad.
Cabe destacar que en nuestro país también hay esfuerzos en el oriente del país, por rescatar la lengua Potón, correspondiente a los Lenca, una de las impulsoras de este esfuerzo es la Nana Rosario Amparo, de Yucuaiquín, La Unión.
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