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El niño que nació en un pesebre y los niños en la frontera…

German Rosa, s.j.

En el 2015 al menos 40 mil niños llegaron a la frontera de Estados Unidos con México sin compañía de sus padres o de un adulto, y en el 2016 este número aumentó a 60 mil niños. La mayoría de estos niños provenían de Centroamérica. En el año 2017 los niños migrantes que llegaron a la frontera de los Estados Unidos sin la compañía de sus padres o adultos fueron 41 mil, al año siguiente llegaron a ser 50 mil y en el 2019 ascendieron a 63,624 niños. Esta dramática situación se agravó con la llegada de cientos de miles de familias a dicha frontera. En el año 2018 fueron 107,000 familias y se incrementó a 390,000 familias en el año 2019 (Cfr. Dakin-Grimm, L. 2020. Dignity & Justice. Welcoming the stranger at Our Border. New York: Orbis Book, pp. X-XII).

Además, una de las experiencias más horrorosas que han sufrido las familias de los migrantes en los Estados Unidos ha sido la separación de los niños de sus padres. En el año 2019 se registraban al menos 2,600 niños que habían sido separados de sus padres (Cfr. Dakin-Grimm, 2020, pp. 102-103). La separación de niños de sus padres fue una política aplica por la administración del Presidente Trump, y ha sido refutada y revertida por jueces de los Estados Unidos que han abogado por la reunificación de la familia dividida y fragmentada por dicha política porque la separación de la familia van en contra de la ley de los Estados Unidos.

Las migraciones de los niños y las familias de Centroamérica que se desplazan a la frontera de Estados Unidos y México, nos recuerdan a las posadas en estos tiempos navideños. Esta magnifica representación de la peregrinación de María y José desde Nazaret hasta llegar a Belén pidiendo posada de casa en casa para encontrar un lugar en dónde pudiera nacer el niño Jesús, y finalmente le ofrecieron un establo y el Salvador del mundo nació en un pesebre (Lc 2,1-7).

Millares de niños y familias tocan las puertas al llegar a la frontera de los Estados Unidos. Muchas de estos niños y familias migrantes no encuentran un lugar, ni son acogidos, otros pasan grandes filtros migratorios y jurídicos para poder encontrar un lugar y una casa en dónde vivir.

A pesar de todas las esperanzas de los niños y las familias migrantes que emprenden el viaje a la frontera de los países del norte, su futuro no está garantizado, ni sus talentos y sus capacidades pueden ser empleados con seguridad porque sus posibilidades son mínimas para lograr en ese contexto el sueño de renacer a una vida nueva. Cuando cruzan la frontera muchos engrosan las filas de millones de migrantes indocumentados, sin residencia ni ciudadanía, que realizan los trabajos que muchos no desean hacer. A pesar que esto pueda ser mejor que lo que han vivido en los contextos de violencia, pobreza y exclusión de donde provienen, sus sufrimientos muchas veces son inimaginables.

Muchas causas explican la presencia de tantos niños en la frontera del norte. Sin negar las diferencias y los matices de los casos particulares de los niños y también de las familias que migran al norte, de manera general podemos analizar que su situación se explica en gran parte porque en nuestros países han vivido trágicas y dramáticas crisis socioeconómicas y políticas desde hace décadas, guerras civiles, gobiernos de facto, golpes de Estado, democracias vulnerables y vulneradas, dictaduras y represión política, corrupción y despilfarro de los fondos del Estado, etc. Pero ademas, nuestra región centroamericana muestra grandes tendencias de la acumulación de la riqueza en pocos grupos y una gran desigualdad social. La descomposición del tejido social y económico es evidente porque grandes grupos de población son excluidos y marginados de los beneficios sociales y económicos en los países centroamericanos y no logran superar la linea de la pobreza. También estas dinámicas socioeconómicas y políticas, han favorecido la emergencia y proliferación de grupos organizados que difunden la violencia delincuencial y criminal en la región.

Las familias ante estas amenazas constantes y las pocas posibilidades para lograr una vida digna, encuentran en la migración hacia los países del norte una posible solución para no morir en sus lugares de origen, y prefieren asumir el riesgo de morir en un intento por dejar atrás tantas calamidades y violencia que les acechan a quedarse pasivamente en su triste realidad sin soluciones.

Otro relato evangélico propio para esta situación es la huida de la familia de Nazareth a Egipto que verdaderamente es un arquetipo de cada familia refugiada, exiliada o migrante (Cfr. Papa Pius XII, Exsul Familia Nazarethana), ya sea por motivos económicos, políticos, ecológicos, etc. Hace unos dos mil años, un pequeño niño también vivió la experiencia de un migrante. Sus condiciones eran algo parecidas a los niños de la frontera del norte en nuestros días. Una situación de pobreza, precariedad y sin tener un techo y un hogar en Egipto. Huía del rey Herodes y tuvo que salir de su tierra con sus Padres para proteger su vida. Semejante a los niños de las fronteras del norte. Los niños de su tiempo también sufrieron amenazas y muchos fueron asesinados. Pero este pequeño niño hijo de María y José tuvo siempre la protección de Dios. Y su vida fue liberada de toda persecución, calamidad y violencia (Mt 2,1-23). La vida de este niño fue extraordinaria. Poco sabemos en realidad de la infancia del niño Jesús, como poco sabemos también de tantos niños que están retenidos en la fronteras del norte.

Curiosamente un niño tan vulnerable se convirtió en un hombre inolvidable, y lo recordamos como el carpintero de Nazaret que cambió la historia de la humanidad. Hoy dividimos nuestra historia contemporánea en dos partes: antes y después de Jesucristo. Los niños siempre son un misterio extraordinario y maravilloso, nos sorprenden y no los conocemos hasta el final de sus vidas.

Muchos de los niños en la frontera del norte han sido víctimas de los abusos de sus derechos, e incluso la caravana hacia los países más desarrollados es con el propósito de encontrar un lugar en el que se reconozcan sus derechos y se respeten sus vidas y su dignidad. Cosa que les faltó en muchos casos en sus propios países de origen con mucha frecuencia.

Algunos de estos niños en la frontera del norte son enviados a la casa de los familiares residentes en los Estados Unidos, otros son deportados. La legislación para tener asilo para los niños es muy restrictiva y no siempre se logra este recurso legal.

Al reflexionar sobre la migración dadas estas circunstancias extremas no se trata solamente de reconocer el derecho a migrar, sino de proteger la vida de los migrantes que están constantemente amenazados.

En las fiestas navideñas en las que celebramos el nacimiento del Niño Jesús en un pesebre, es oportuno pensar en la niñez de nuestros países centroamericanos. La Navidad es tiempo para fortalecer nuestras democracias, crear las condiciones económicas para una vida digna de nuestros hermanos centroamericanos y proteger la niñez, pero ante la triste realidad existente que obliga a migrar hacia los países del norte, conviene también proponer una legislación adecuada y las respuestas jurídicas de los sistemas de justicia en esos países para cultivar una cultura de la hospitalidad y del encuentro pensando en la unidad de la familia y la protección de la niñez, siempre gravemente amenazada por todas las situaciones extremas de las que van huyendo. En la Declaración de Independencia de los Estados Unidos se expresó que “que todos los Hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad” (https://www.cato.org/sites/cato.org/files/documents/declaration-of-independence-spanish.html). De hecho, todos los seres humanos tenemos la misma dignidad, independientemente del color de la piel, la nacionalidad, la condición social, la religión, la opinión política, etc. Ya es tiempo de realizar una reforma migratoria justa por la dignidad humana de los migrantes.

El Papa Francisco en su mensaje para la jornada mundial del migrante y del refugiado el 29 de septiembre de 2019 expresó: “La respuesta al desafío planteado por las migraciones contemporáneas se puede resumir en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Pero estos verbos no se aplican sólo a los migrantes y a los refugiados. Expresan la misión de la Iglesia en relación a todos los habitantes de las periferias existenciales, que deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Si ponemos en práctica estos verbos, contribuimos a edificar la ciudad de Dios y del hombre, promovemos el desarrollo humano integral de todas las personas y también ayudamos a la comunidad mundial a acercarse a los objetivos de desarrollo sostenible que ha establecido y que, de lo contrario, serán difíciles de alcanzar”.

La Navidad es la fiesta de la Natividad del Salvador. Celebrémoslo cuidando y protegiendo especialmente a la niñez de nuestros pueblos centroamericanos.

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