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El nuevo gobierno de Nayib Bukele en El Salvador: desafios para la gobernabilidad democrática

Hugo Fajardo Cuéllar *

El primero de junio de 2019, tomó posesión de su cargo como presidente constitucional de la República de El Salvador el señor Nayib Bukele Ortez, quien es el por el momento el presidente más joven que registra la historia electoral salvadoreña, y al ser electo en las elecciones del 3 de febrero recién pasado ha generado muchas expectativas y nuevas esperanzas en la mayoría de la gente principalmente en los jóvenes de este país.

Con la llegada de este nuevo presidente El Salvador se encamina hacia una nueva etapa política de su historia, marcada fundamentalmente por la ruptura con el tradicional bipartidismo de los dos partidos tradicionales: ARENA y FMLN y la oportunidad histórica de devolver al pueblo la posibilidad de construir los verdaderos cambios, que no fueron posibles con las dos administraciones de gobierno del FMLN. Esta oportunidad implica desde luego enfrentar con firmeza y voluntad política los grandes desafíos que dicha misión requieren, de cara a construir una gobernabilidad democrática, entre los cuales se destacan entre otros los siguientes.

EL desafío de superar la ola de delincuencia e inseguridad que vive El Salvador.

Después de veinte años de gobiernos de ARENA y diez años del FMLN, el principal problema que mantiene sumergido a El Salvador en la inestabilidad política y la pobreza para las grandes mayorías es la ola de delincuencia y criminalidad, que sigue manteniendo a todo el país en una situación de permanente inseguridad e incertidumbre; afecta la necesidad fundamental de todas las familias salvadoreñas de vivir en paz y tranquilidad para el normal desarrollo de sus vidas. Este es uno de los primeros problemas que el nuevo gobierno tiene que enfrentar y tratar de solucionar con mucha sabiduría mediante el diálogo y concertación con los diferentes sectores sociales, para arribar a soluciones en beneficio de la nación entera. Ya que no podrá haber paz y desarrollo en una sociedad que se encuentra sumergida en la violencia y la criminalidad.

El fenómeno de la delincuencia e inseguridad, que vive El Salvador constituye un problema estructural que tiene a la base la injusticia económica y social que históricamente han prevalecido en este país, las cuales aun después de experimentar una guerra civil y firmar los Acuerdos de Paz, no han sido superadas, situación cuya superación es una condición necesaria e indispensable para profundizar la democracia y construir una sociedad más justa y digna para todos, puesto que solo disminuyendo significativamente la gran brecha entre los que tienen mucho y los que no tienen nada o apenas tienen para comer se avanzará en la construcción de una sociedad segura justa y digna para todos. El enfrentar este desafío requiere de una estrategia del gobierno que convine de manera equilibrada la represión con la inserción, para que al mismo tiempo que se persigue y se castigue a los delincuentes se les proporcione alternativas de inserción en la actividad productiva de la sociedad.

El desafío de mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías

Con la llegada del primer gobierno de izquierda en El Salvador en el año 2009, con el presidente Mauricio Funes, la esperanza del pueblo salvadoreño se enfocó principalmente en la posibilidad de mejorar la situación económica para los más pobres de este país, sin embargo, pese a algunos beneficios generados por los programas sociales de los dos gobiernos del FMLN, la realidad indica que la situación de pobreza de las grandes mayorías sigue igual o peor, solo dos de cada diez salvadoreños tienen un empleo seguro y más del 60 % de la población vive en situación de pobreza.

Para mejorar en verdad la calidad de vida de las grandes mayorías de salvadoreños, el nuevo gobierno tendrá que enfrentar como problema fundamental  el desmontar las estructuras enraizadas del modelo económico neoliberal que desde hace más de dos décadas ha generado hambre, pobreza, desempleo y delincuencia  en El Salvador; ya que de no desmontar dicho modelo, las promesas de que este nuevo gobierno es del pueblo y para el pueblo como lo ha dicho insistentemente el presidente Bukele, pasará a ser una falacia más con la que han engañado los gobiernos anteriores a la población salvadoreña.

Este desafío es grande y difícil pero no imposible, si hay realmente voluntad política y se enfrenta con tenacidad y firmeza  al poder económico real, a la oligarquía de nuestro país, lo que implica emprender desde ya un proceso de reformas o medidas tendientes a mejorar gradualmente la calidad de vida de la gente, como por ejemplo: bajar el costo de la canasta básica salvadoreña, generar más y mejores empleos, bajar los salarios suntuosos de los funcionarios públicos, mejorar los salarios de la clase trabajadora y hacer que los más ricos paguen más impuestos según les corresponda con una nueva reforma fiscal.

El desafío de consolidar la gobernabilidad democrática y la democracia participativa.

Los dos desafíos anteriores no podrán lograrse mientras el nuevo gobierno no genere cambios significativos en la forma de hacer gobierno, lo que implica en lo fundamental cambiar las viejas formas burocráticas, autoritarias y excluyentes de ejercer la gobernabilidad con la que actuaron tanto ARENA como el FMLN cuando fueron partidos gobernantes. Es decir, se necesita convertir la política como arte de gobernar en un instrumento de servicio noble y solidario para resolver de verdad los diferentes problemas que aquejan a la gente, y esta deje de ser como lo ha sido desde hace mucho tiempo atrás un instrumento de benéfico y negocio para unos pocos. Solo así el Estado salvadoreño a través de este nuevo gobierno podrá estar al servicio democrático y transparente de sus ciudadanos.

Lo anterior significa que el desafío central para el nuevo gobierno es el de consolidar la gobernabilidad democrática sobre la base de la participación de los diferentes sectores políticos económicos y sociales del país. Entendida esta gobernabilidad democrática, según Camou (2009) como: “La capacidad del Estado de responderá a la satisfacción de las demandas sociales de sus gobernados, sin necesidad de recurrir a la violencia ni la represión, sino mediante el consenso y la participación de los diferentes sectores de la sociedad”. En esta lógica el desafío es grande y complejo, pero no imposible de lograr, siempre y cuando el nuevo estilo de gobernar rompa con los viejos paradigmas de la política salvadoreña que hicieron de la misma un instrumento de enriquecimiento y corrupción para unos pocos y de exclusión y empobrecimiento para las grandes mayorías. Finalmente hay que destacar que estos tres desafíos deben desarrollarse de manera paralela o simultanea, por el nuevo gobierno, de tal manera que al mismo tiempo que se avance en el combate y erradicación de la delincuencia pandilleril y de cualquier otro tipo, también se generen oportunidades reales de empleo para la gente y sobre todo para los jóvenes tanto comunes como para los que abandonen o sean rescatados de las pandillas, todo esto a la par de que se genere un clima de gobernabilidad de nuevo tipo centrada en la participación real de la población en la toma de decisiones políticas del gobierno, en donde desaparezcan de una vez y por todas el reparto de cuotas de poder y de instituciones del estado por parte de los partidos políticos tradicionales.

*Profesor en Ciencias Sociales, Docente de la Universidad de El Salvador (UES), Sociólogo, Abogado y Notario, Master en Derechos Humanos y Educación para la Paz. Actualmente, Secretario General de la Asociación de Académicos de la UES, (ASAUES), en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente (FMOC).

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