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El origen de un sueño: La Equidad Educativa:

Oscar A. Fernández O.

El testimonio central que soporta a las políticas educativas neoliberales es que los grandes sistemas escolares son ineficientes, ailment capsule inequitativos y sus productos de baja calidad. De tal afirmación se deduce que la educación pública ha fracasado y se justifican políticas de reducción de la responsabilidad del Estado en la educación, for sale ailment presentadas como la única reforma posible.

En relación con el diagnóstico de ineficiencia de la inversión que se realiza en la educación pública, las soluciones propuestas no tienden a mejorarla sino a reducir paulatinamente la inversión, cuando no a eliminarla. Un conjunto de medidas que tienen ese objetivo, son presentadas al público como un discurso pedagógico cargado de atributos técnicos y de un lenguaje organizacional. Las más importantes de aquellas medidas son la descentralización y privatización de los sistemas, la flexibilización de la contratación, la piramidalización y la reducción de la planta docente y un fuerte control por parte de los gobiernos  y las clases gobernantes, mediante la imposición de contenidos y evaluaciones comunes (Puigrós, A: CLACSO 1996)

Uno de los puntales que sostiene el edificio de una transformación radical educativa en el contexto de la construcción de la democracia popular, es la equidad. La equidad parte del principio de que para sostener un servicio ineludible al Estado, como es la educación, los ciudadanos deben cumplir con sus obligaciones fiscales, exigiendo y comprobando que éstas sean devueltas en igualdad de condiciones, en mejoras y avances sustanciales en los servicios. Quienes poseen más capacidad de pago deben contribuir en esa proporción y los que estén en igualdad de condiciones, aportarán en igual proporcionalidad.

En un sin fin de documentos y análisis de organismos internacionales y nacionales, el problema de la equidad está explicado. La insistencia en este tema revela el carácter desigual de nuestras sociedades, la asimétrica distribución de la riqueza nacional y la desproporcionada participación de una minoría en el reparto de los bienes y servicios. Existe un reconocimiento generalizado de que el problema del ajuste estructural ha generado efectos sociales desastrosos que amenazan todo intento de profundizar la insuficiente democracia salvadoreña y violan la misma Constitución burguesa. Según el mismo Banco Mundial, Latinoamérica ha tenido siempre el reparto de la renta más desigual del mundo. El 20% de los pobres reciben sólo el 4% del ingreso y el 10% de los privilegiados concentra el 67%, los demás se reparten el 32%. (N. Minsburg: 2000)

En El Salvador, un país arrastrado, casi doscientos años, por poderes de facto económicos ultraconservadores y administrados por testaferros políticos obedientes a tales intereses, estos montos son más adversos. Los Estados comprometidos con las políticas de ajuste, ante el incremento acelerado de la pobreza y la miseria de sus pueblos, prometen desde hace más de una década, reparar este daño. El avance social equitativo sigue siendo el saldo histórico de los neoliberales.

La realidad de los empobrecidos, marginados y excluidos muestra un panorama desolador. El acuerdo social clásico (Rousseau), define por excelencia al Estado de iguales, como el mecanismo garante de la distribución de la renta nacional. Disminuido y liberalizado éste, no existen otros recursos eficaces y colectivos. Las políticas neoliberales ortodoxas aplicadas en El Salvador, consideran a las políticas sociales (como la equidad) “demandas agregadas”, es decir, no prioritarias.

La educación, si es establecida por la sociedad para sistematizar y ordenar objetivamente la herencia cultural de cada nación, tiene el fundamental objetivo de trasladarla a las nuevas generaciones para que se posesionen de ella, y a su vez contribuir a mejorarla, superarla y acrecentarla. Por eso, paralizar la educación es una injusticia y un delito, pues se desvalija el patrimonio público. Desde esta perspectiva, la Educación adquiere un rol fundamental en el desarrollo de los pueblos y a partir de ella podemos efectivamente afirmar que es una obligación del Estado y un derecho de los pueblos, a que todas las personas accedan a los servicios educativos sin exclusión alguna.

La educación pública es un bien representativo y una potestad fundamental de las personas, por lo que resulta esencial en el pleno desarrollo de los pueblos y está orientado al íntegro ejercicio de la dignidad humana, al respeto y uso responsable de sus derechos. La educación promueve la realización personal y colectiva, el ejercicio de las libertades, la tolerancia, la solidaridad, el respeto a la ley y una serie de principios que permiten a las personas prepararse para participar eficaz y activamente en el desarrollo equitativo y la transformación social.

Cuando las corrientes menos ortodoxas del liberalismo llamadas reformistas, sustituyen en sus discursos el concepto de la igualdad de oportunidades por el de la equidad sin que aparezcan las razones filosóficas y técnicas de tal cambio, tenemos que sospechar que su lenguaje –que nunca es inocente- obedece a razones políticas y propagandísticas. La igualdad de oportunidades en educación está indisolublemente ligada a las luchas emancipadoras de los pueblos y el logro de sus derechos sociales, ninguno de los cuales ha sido un  regalo de los que detentan el poder.

La equidad en educación tiene dos aspectos. El primero, es que suscita el avance social y por lo tanto, es una condición efectiva para promover la equidad social. El segundo, es que para acceder a la educación de forma en que ésta se traduzca en factor de equidad, es preciso y previo que el acceso al servicio educativo sea igualmente equitativo e incluyente. (Torres: Mito y Educación, 2000)

El concepto de equidad, en el campo de la educación, hace referencia al tratamiento igual, en cuanto al acceso, permanencia y éxito en el sistema educativo para todos, sin distinción de género, etnia, religión o condición social, económica o política. En otras palabras, la equidad, en materia educativa, es hacer efectivo para los seres humanos, el derecho fundamental de la educación con calidad, tantas veces proclamado.

Pero la equidad va más allá de la igualdad ya que, por razones de equilibrio, el Estado debe tomar medidas compensatorias o correctivas que restablezcan la igualdad ante situaciones desiguales. Proporcionar educación equitativa, significa darle a cada quien los recursos y condiciones que sean necesarios para alcanzar la igualdad de oportunidades y así acceder a la educación, continuar sus estudios y desarrollar al máximo sus capacidades, poniéndolas luego, al servicio del pueblo.

¿Cuándo estamos en presencia de inequidades educativas? Una de las peores inequidades son los millones de niños que en América Latina no asisten a escuela y las altas tasas de analfabetismo que aun presentan varios países de la región. Pero también se manifiesta en las elevadas tasas de analfabetismo funcional, en las altas tasas de deserción escolar, motivada principalmente por razones socioeconómicas (un tercio de los niños que en la región comienza la primaria no la concluye) y últimamente por la violencia criminal que nos agobia, también como producto de las brutales desigualdades provocadas por el actual modelo económico. Otro de los factores es lo poco que aprenden los niños que asisten a las escuelas rurales y de los barrios marginales, porque reciben una educación muy pobre. ¿No es una inequidad educativa ofrecer a nuestros niños, adolescentes y jóvenes una educación carente de excelencia y pertinencia?, nos pregunta Carlos Tünnerman (2010)

Pero en la actualidad, bajo el yugo del capital y del mercado, la mención de la equidad en las reformas educativas, sólo sirve para crear el espejismo de un contenido ético, que no aparece claro cuando la educación es mediatizada a los intereses de la oferta y la demanda.

Asimismo, son víctimas de la inequidad educativa los muchachos que no pueden acceder a una educación básica completa, o que se les hace imposible asistir al bachillerato o a la media superior, así como los que abandonan estos niveles sin completarlos, tanto por deficiencias en su formación previa como por razones económicas o de procedencia social o étnica.

La inequidad educativa es la herencia capitalista en América Latina, sobretodo en el nivel superior. La tasa de escolaridad promedio en este nivel, es de 36%, lo que significa que 64 jóvenes de cada 100 se quedan fuera de la educación superior, mientras en los países desarrollados estas tasas de escolaridad van ya por el 60 y el 85%. (Carlos Tünnermann B.: 2010) Aunque esto ha comenzado a cambiar con la derrota política de varios gobiernos neoliberales.

El gobierno actual de El Salvador, que pretende cambios graduales  en la forma de gobernar y de repartir las riquezas producidas con el esfuerzo de todos, dentro de los actuales parámetros de la cultura y el sistema económico-político burgués, está encaminado a realizar las reestructuraciones necesarias, para lograr avances inclusivos en la Educación en todos niveles, un rubro estratégico en la ruta hacia la independencia verdadera y el progreso social de los pueblos. Aunque esto no nos sitúa aún en el problema de la transformación radical del enfoque educativo tradicional, reconocemos que es un valiente paso en la dirección correcta. Apoyémoslo activamente, para que se profundice.

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