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El Papa: África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear

Vatican News

África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear […] Fueron palabras del Papa dirigiéndose a las autoridades, los representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático de la República Democrática del Congo en Kinsasa, en el inicio de su 40º Viaje Apostólico Internacional, que lo verá también en Sudán del Sur a partir del viernes 3 de febrero.

En los inicios de su extenso discurso Francisco se adentra en la descripción de este país que es como un “continente dentro del gran continente africano”, donde “parece como si toda la tierra respirara”. Un país “lleno de vida” y, sin embargo, “golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago”, atormentado por la guerra, que sufre dentro de sus fronteras conflictos y migraciones forzosas, y “terribles formas de explotación, indignas del hombre y de la creación”. Un país donde se ha perpetrado “un genocidio olvidado”, dice Francisco, retomando las palabras del presidente del país en su saludo. Aquí el Papa ha querido encontrarse con los congoleños, que “luchan por salvaguardar su dignidad y la integridad territorial frente a los deplorables intentos de fragmentar el país”, en nombre de Jesús, “como peregrino de reconciliación y de paz”: Mucho he deseado estar aquí y por fin he venido para traerles la cercanía, el afecto y el consuelo de toda la Iglesia, y aprender de su ejemplo de paciencia, de valentía y de lucha.

Cada congoleño se sienta llamado a desempeñar su propia tarea

Francisco utiliza la imagen del diamante, que simboliza la belleza luminosa del Congo, verdadero “diamante de la creación”, para recordar a sus habitantes que son infinitamente más valiosos que cualquier bien que pueda brotar del suelo fértil. Estoy aquí – les dice – para abrazarlos y recordarles que tienen un valor inestimable, que la Iglesia y el Papa confían en ustedes; que creen en vuestro futuro, en un futuro que está en vuestras manos y en el que merecen invertir los dones de inteligencia, sagacidad y laboriosidad que poseen.

Los diamantes, generalmente raros, en la República Democrática del Congo “abundan”, observa Francisco, que señala que “si esto es cierto respecto a las riquezas materiales ocultas bajo la tierra, lo es mucho más en referencia a las riquezas espirituales contenidas en los corazones”.

Y es precisamente a partir de los corazones que la paz y el desarrollo siguen siendo posibles porque, con la ayuda de Dios, los seres humanos son capaces de justicia y perdón, de concordia y reconciliación, de compromiso y perseverancia en el aprovechamiento de los talentos que han recibido. Por eso, desde el principio de mi viaje, quisiera hacer un llamamiento: que cada congoleño se sienta llamado a desempeñar su propia tarea.

El Pontífice se refiere luego al desarrollo paralizado y de las diversas formas de explotación no solo en el país, sino en general en el continente africano. Constata que “tras el colonialismo político, se ha desatado un colonialismo económico igualmente esclavizador”, y así, este país, “abundantemente depredado, no es capaz de beneficiarse suficientemente de sus inmensos recursos”:

Se ha llegado a la paradoja de que los frutos de su propia tierra lo conviertan en “extranjero” para sus habitantes. El veneno de la avaricia ha ensangrentado sus diamantes. Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca. Sin embargo, este país y este continente merecen ser respetados y escuchados, merecen espacio y atención.

“No toquen la República Democrática del Congo, no toquen el África” es el llamamiento apremiante que realiza Francisco. “Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear”. Al mundo el Papa pide recordar “los desastres cometidos a lo largo de los siglos en detrimento de las poblaciones locales” y apela para que África, “sonrisa y esperanza del mundo, adquiera más importancia; que se hable más de ella, que tenga más peso y representación entre las naciones”. Que se abra paso a una diplomacia del hombre para el hombre, de los pueblos para los pueblos, que no tenga como centro el control de las zonas y de los recursos, ni los objetivos de expansión y el aumento de los beneficios, sino las oportunidades de crecimiento de las personas.

Porque se tiene la impresión de que la comunidad internacional casi se ha resignado a la violencia que devora el país, el pontífice no sólo alienta con todas sus fuerzas los procesos de paz, sino que pide que se conozca lo que está pasando allí:

No podemos acostumbrarnos a la sangre que corre en este país desde hace décadas, causando millones de muertos sin que muchos lo sepan.

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