Ciudad del Vaticano / Tokyo / AFP
Catherine Marciano / Ursula Hyzy
El papa Francisco, que de joven soñaba ser misionero en Japón, viajará por primera vez esta semana a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, donde pronunciará un mensaje contundente contra las armas nucleares.
«Rezo con ustedes para que el poder destructivo de las armas nucleares nunca más se desate en la historia de la humanidad. Usar armas nucleares es inmoral», deploró el papa, de 82 años, en un video dirigido a los japoneses y divulgado pocas horas antes de su viaje.
Japón «es consciente del sufrimiento causado por la guerra», reconoció el líder de 1.300 millones de católicos al reivindicar la necesidad de «defender la paz hasta con los dientes».
El pontífice pasará primero por Tailandia, del 20 al 23 de noviembre, y luego Japón, hasta el 26 de noviembre, una visita especial ya que se trata de dos países con minorías católicas, donde la mayoría es budista en un caso y sintoísta en el otro.
Francisco, gran defensor del diálogo interreligioso, fomenta ante todo la fraternidad entre diferentes tradiciones religiosas y suele programar visitas a países con pocos católicos.
– Nunca más bombas atómicas –
Durante su viaje número 32 al exterior, el papa argentino rendirá también un conmovedor homenaje a las víctimas de los primeros y únicos ataques atómicos de la historia en Nagasaki e Hiroshima.
Ordenados por Estados Unidos el 6 y el 9 de agosto de 1945, los bombardeos causaron la muerte de 74.000 y 140.000 personas respectivamente y precipitaron la rendición de Japón y el final de la Segunda Guerra Mundial.
La posición de Japón adquiere hoy en día una importancia particular «ante las amenazas a la coexistencia pacífica que hoy el mundo tiene que enfrentar, especialmente por los conflictos armados», recalcó en su mensaje el papa
El religioso Yoshio Kajiyama, director del Centro Social Jesuita de Tokio, nacido en Hiroshima hace 64 años, batalla como Francisco contra el uso de las armas nucleares.
«No conocí a mi abuelo porque murió el día de la bomba. Cuando creces en Hiroshima no puedes olvidar la bomba», reconoce.
Francisco lanzará un llamado «lo más vigoroso posible» a favor de la eliminación total de las armas nucleares, advirtió ante las Naciones Unidas a fines de septiembre el cardenal Pietro Parolin, número dos del Vaticano.
Para Shigeru Tokuyasu, ex consejero de la embajada de Japón ante la Santa Sede, la visita debe servir para despertar las conciencias y quebrar «la globalización de la indiferencia» sobre las armas nucleares.
En agosto de este año, la ciudad de Hiroshima pidió a Japón que firmara el Tratado de la ONU sobre la Prohibición de Armas Nucleares, rechazado por las potencias nucleares.
Japón, dotado de una constitución pacifista, en 1967 adoptó también el principio de «no producir, mantener o introducir en su territorio armas nucleares».
Sin embargo, el país depende del paraguas nuclear de Estados Unidos para su seguridad.
Francisco, que como superior de los jesuitas en Argentina visitó Japón en 1987, desde joven ha tenido una fuerte atracción por ese país, en el que soñaba ser misionero sin lograrlo y donde la Compañía Jesús llegó en el siglo XVI.
Francisco encontrará también a los damnificados por el terremoto seguido por tsunami que causó la muerte de unas 18.500 personas el 11 de marzo de 2011, un desastre natural seguido del accidente nuclear en Fukushima.
– Tailandia multiétnica –
El pontífice inicia su viaje con una etapa a Tailandia, una ocasión para fomentar el diálogo con una nación «multiétnica» que ha promovido «la armonía y la convivencia pacífica, no solo entre sus habitantes sino también en toda la región del sudeste asiático», dijo.
Con el mensaje enviado a los tailandeses, Francisco desea «fortalecer los lazos de amistad» con los budistas por lo que visitará en Bangkok a un templo para saludar al patriarca supremo Somdej Phra Maha Muneewong.
Francisco ha viajado a Asia en dos ocasiones para visitar primero Filipinas y Sri Lanka en 2014 y luego Birmania y Bangladesh en 2017, donde pidió «perdón» a los musulmanes rohingya por la indiferencia del mundo ante la limpieza étnica que padecen.