Por Kelly Velásquez
Jerusalén/AFP
El papa Francisco instó este lunes en Jerusalén a judíos, remedy cristianos y musulmanes a dialogar tras visitar lugares emblemáticos para las tres religiones monoteístas: cristiana, judía y musulmana y condenar el Holocausto nazi.
En una jornada intensa y cargada de gestos simbólicos, el papa argentino visitó la Explanada de las Mezquitas, tercer lugar sagrado del islam y el Muro de las Lamentaciones, uno de los más sagrados del judaísmo.
Ante el gran muftí de Jerusalén que lo recibió en la mezquita, Francisco invitó a cristianos, musulmanes y judíos a ser «agentes de paz y justicia».
Se dirigió a las personas y comunidades «que se reconocen en Abraham», es decir en las tres religiones monoteístas.
«Mi peregrinación no sería completa si no incluyera también el encuentro con las personas y las comunidades que viven en esta tierra y por eso me alegro de poder estar con ustedes, amigos musulmanes», dijo el papa al líder religioso musulmán, Mohamed Hussein.
«Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas», concluyó el papa en la tercera y última jornada de su visita a Tierra Santa.
Luego recorrió un kilómetro para recogerse en silencio varios minutos ante el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, uno de los sitios sagrados del judaísmo.
El papa apoyó la mano sobre el Muro y dejó un mensaje entre las piedras, como es tradición entre los judíos.
Francisco fue recibido en ese lugar sagrado por el gran rabino.
Homenaje a las víctimas del Holocausto
Como sus predecesores Juan Pablo II (2000) y Benedicto XVI (2009), Francisco metió un sobre entre las piedras del Muro, vestigio del Segundo Templo de Jerusalén.
El sobre contenía el Padre Nuestro en español, según reveló el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi.
La cargada agenda de Francisco incluyó una visita al cementerio nacional de Israel, donde depositó una corona de flores en la tumba del fundador del sionismo, Theodor Herzl, un homenaje que ningún papa había hecho hasta ahora y que irritó a los palestinos.
Fuera de programa, el papa visitó también el monumento en honor de las víctimas civiles de atentados en Israel.
Un gesto que realizó a petición del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y que equilibra otro gesto a sorpresa del domingo: tocar con su propia mano el muro de la «vergüenza» que separa Israel de los territorios palestinos.
En todos los rituales, Francisco ha estado acompañado por dos amigos y compatriotas argentinos, el rabino Abraham Skorka y el profesor musulmán Omar Abboud.
El papa visitó a continuación el memorial de Yad Vashem que recuerda a los seis millones de víctimas del Holocausto perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
«Señor, Dios nuestro, sálvanos de esta monstruosidad», dijo tras lo cual besó la mano de seis supervivientes del horror nazi.
Con el ritmo de una oración, rodeado por las enormes piedras del imponente monumento, el papa condenó la «inconmensurable» tragedia del holocausto.
El jefe de la iglesia católica abogó ante las autoridades israelíes por un libre acceso a los Lugares Santos, abordando uno de los temas de fricción entre el Vaticano e Israel.
Pese a las formalidades y cortesías con el pontífice, las autoridades israelíes aprobaron este lunes la controvertida construcción de 50 nuevas viviendas en un asentamiento cercano a Belén.
Una respuesta indirecta a la denuncia la víspera del líder palestino Abas ante el jefe de la iglesia católica contra la operación para «cambiar la identidad y el carácter» de Jerusalén Este.
Por otro lado, la Ciudad Vieja de Jerusalén, que contiene monumentos santos para las tres grandes religiones, se encuentra en la parte que las Naciones Unidas no reconocen dentro de los límites de Israel.
La visita papal concluirá con una misa en el Cenáculo, donde según la tradición cristiana se llevó a cabo la Última Cena de Jesús con los apóstoles, lugar que alberga también la tumba del rey David, considerada sagrada por los judíos.
Francisco, que pronunció 14 discursos y homilías en tres días, evitó en general improvisar en ellos como es su costumbre.
El primer papa latinoamericano, conocido por sus gestos y propuestas novedosas, regresa a Roma con la promesa del presidente israelí Shimon Peres y el líder palestino Mahmud Abas de reunirse — probablemente el 6 de junio– para orar por la paz en Medio Oriente bajo la Cúpula de San Pedro.
Una audaz iniciativa del papa argentino para reactivar las negociaciones entre israelíes y palestinos, en punto muerto desde el fracaso de abril de una mediación estadounidense.
«La paz es cuestión de fantasía e inspiración. Tú tienes estos dos elementos. Gracias por esto», le confesó Peres al papa durante el encuentro privado en el palacio presidencia.