Ciudad del Vaticano / AFP
Kelly Velásquez
El papa Francisco emprende el miércoles su primera visita a Panamá, donde será recibido por miles de jóvenes latinoamericanos, a los que instará a «cambiar el mundo» ante la pobreza, la violencia y el drama de la migración.
Se trata de la tercera vez que el papa argentino viaja para presidir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) católica, después de las celebradas en Río de Janeiro, Brasil, en julio de 2013 y Cracovia, en Polonia, en julio de 2016.
A los cerca de 200.000 jóvenes de cerca de 150 países que asistirán, la mayoría latinoamericanos, el papa argentino los exhortará a cumplir una verdadera revolución.
«Esa es la fuerza de los jóvenes, la fuerza de todos ustedes, la que puede cambiar el mundo; esta es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la revolución del servicio», les dijo en un mensaje de video enviado pocas semanas antes de su viaje.
La primera edición en Centroamérica de la JMJ estará marcada también por la crisis migratoria que viven varios países centroamericanos, por la salida de miles de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños en caravana rumbo a Estados Unidos, huyendo de la pobreza.
Francisco, sumamente sensible a ese tema, aprovechará la ocasión para hablar a esos jóvenes migrantes del fenómeno regional.
«Es que muchos de los jóvenes que participan en la JMJ son inmigrantes. El papa quiere acercarse a ellos, a los que sufren, enviar un mensaje de esperanza», adelantó Alessandro Gisotti, director interino de la oficina de prensa del Vaticano.
El papa permanecerá del 23 al 27 de enero, ofrecerá varias misas, visitará un centro de detención juvenil y a enfermos de sida además de reunirse con los 70 obispos de Centroamérica.
Se trata del viaje número 26 del papa argentino desde que fue elegido pontífice a inicios del 2013, durante los cuales ha visitado 40 países.
Francisco regresa a América Latina un año después de su visita a Chile, ensombrecida por las protestas y los escándalos de abusos sexuales a menores por parte de curas y su encubrimiento.
«Un tema que genera mucha atención en la iglesia», recalcó Gisotti, quien aseguró que el papa «no tiene programado un encuentro con víctimas» de abusos durante su estadía en el istmo.
La mayoría de los jóvenes peregrinos se inscribieron para participar en las distintas actividades de la JMJ, entre ellas un viacrucis el viernes 25 y una vigilia al aire libre el sábado 26 en el Campo San Juan Pablo II.
– Sin Daniel Ortega ni Nicolás Maduro –
Al menos siete mandatarios tienen previsto acudir a la última misa el domingo que dará el papa Francisco en la JMJ.
Entre los presidentes que han confirmado figuran Jimmy Morales (Guatemala), Juan Orlando Hernández (Honduras), Salvador Sánchez Cerén (El Salvador), Carlos Alvarado (Costa Rica), Iván Duque (Colombia) y Marcelo Rebelo de Sousa (Portugal), además del anfitrión, Juan Carlos Varela.
Brillan por su ausencia los mandatarios de Nicaragua, Daniel Ortega, y Venezuela, Nicolás Maduro, países cercanos que atraviesan graves crisis políticas y económicas y con los que la iglesia católica mantiene relaciones complejas.
Según fuentes religiosas, más de 5.000 peregrinos viajarán de Nicaragua a Panamá, mientras la jerarquía de la Iglesia nicaragüense sigue tratando de mediar sin éxito entre el gobierno y la oposición.
La misa final se realizará en las afueras de la capital panameña, donde se ha levantado una gigantesca tarima para que a lo largo de casi 3 kilómetros los asistentes puedan seguir la intervención del pontífice.
Un gigantesco mural contra la xenofobia y el racismo, en forma de vitral, pintado por un grupo de artistas, decorará el altar.
La JMJ, el ‘Woodstock’ de los católicos como suele ser llamado, fue creada por Juan Pablo II en 1986.
Unos 471 cubanos, todo un récord, asistirán al encuentro, así como jóvenes franceses y polacos, quienes llegarán en veleros fletados especialmente.
El papa programó también para el sábado una visita a la Casa Hogar El Buen Samaritano durante la cual conversará con unos 15 pacientes con VIH y sida.
Con ese gesto el pontífice latinoamericano vuelve a tocar uno de los temas tabú para la iglesia y que generó muchas polémicas durante el pasado pontificado de Benedicto XVI (2005-2013).
Francisco reconoció en el 2015 que el uso del preservativo como método para prevenir el sida genera «perplejidad» entre los católicos y considera que lo importante por ahora es que el enfermo pueda acceder a los cuidados necesarios.
La gran «fiesta» de la juventud católica latinoamericana costará 54 millones de dólares, en parte aportados por patrocinadores y donantes.
La organización del evento constituyó un reto para ese pequeño país, conocido por el Canal que une al océano Atlántico con el Pacífico, ya que cuenta con una población de sólo 4 millones de habitantes, la gran mayoría católica.