Por Jean-Louis de la Vaissiere/Celia Lebur/Bangui/AFP
El papa Francisco hizo este lunes una visita de gran valor simbólico a la mezquita de un barrio musulmán en Bangui, mind escenario de atrocidades en 2013 en el marco del conflicto con carácter religioso que vive República Centroafricana.
«Vengo a esta tierra por primera vez» como «peregrino de la paz y apóstol de la esperanza», dijo el papa de 78 años, tras aterrizar en uno de los países más pobres de África.
Los servicios secretos franceses habían aconsejado anular esta visita, la última etapa de la primera gira por África del papa, que llegó desde Uganda tras haber visitado también Kenia.
Francisco completó el corto trayecto hasta el palacio presidencial en un papamóvil descubierto, alentado por una multitud, muchos de ellos niños y jóvenes. Algunas personas agitaban ramas como signo de paz.
Cuando el papamóvil se puso en marcha, la multitud desbordó los cordones de seguridad de las tropas de la ONU y francesas, para seguirlo a pie, en bicicleta o motocicleta.
La República Centroafricana, devastada desde 2013 por una guerra civil con tintes religiosos entre las milicias seleka, mayoritariamente musulmanas, y las antibalaka, de mayoría cristiana, registra una fuerte tensión a pocas semanas de las elecciones presidenciales.
En el palacio presidencial, el papa se reunió con la presidenta de transición, Catherine Samba Panza, que aprovechó la visita del pontífice para pedir perdón por la violencia que ha golpeado el país.
«Depende de las hijas e hijos de este país reconocer sus faltas y pedir un perdón sincero, que su bendición transformará en un nuevo fermento para la reconstrucción del país», dijo la presidenta.
En su discurso, Francisco llamó a la unidad y a no ceder ante «la tentación del miedo al otro, a lo desconocido, a lo que no es parte de nuestro grupo étnico, nuestras opiniones políticas o nuestra confesión religiosa».
El papa dijo además que esperaba que las elecciones del 27 de diciembre ayudarán al país a abrir «un nuevo capítulo».
Visita a mezquita
«Cristianos y musulmanes son hermanos y hermanas», dijo Francisco en la capital de República Centroafricana, y recordó que «quienes claman que creen en Dios también deben ser hombres y mujeres de paz».
La visita a la mezquita tuvo lugar bajo fuertes medidas de seguridad, garantizada por la fuerza de la ONU en el país (Minusca), en el barrio PK 5, una zona donde se refugiaron los musulmanes de Bangui huyendo de la violencia.
El papa fue recibido por el imán Nehedi Tidjani en la mezquita, donde también había delegaciones católicas y protestantes, mientras cascos azules armados vigilaban apostados en los minaretes.
Este barrio es con frecuencia objetivo de ataques de los milicianos cristianos y animistas, conocidos como anti-balaka. Por eso hay instalados en la entrada de sus estrechas calles grupos de autodefensa armados, dispuestos a evitar cualquier intento de intrusión.
La Iglesia católica considera que el conflicto no tiene nada que ver con la religión, que sólo sirve como pretexto para intereses particulares, y ese fue el mensaje del papa durante su viaje.
«Estamos muy orgullosos de recibirle, el papa no sólo está aquí para los cristianos, es el servidor de Dios para todos los centroafricanos», dijo el portavoz de los desplazados, Ibrahim Paulin.
Frente a la mezquita, miles de personas recibieron entusiasmadas el cortejo del santo padre, que luego se dirigió hacia el estadio Barthélémy Boganda, con capacidad para unas 30.000 personas, para celebrar una misa multitudinaria.
Cerca del estadio una muchedumbre esperaba a Francisco y mucha gente se quedó fuera pero pudo seguir la misa en una pantalla gigante.
Poco antes de la llegada del pontífice, varios camiones con musulmanes que lucían camisetas de Francisco acudieron al barrio del estadio para asistir a la misa.
Se trata de un hecho insólito, porque los musulmanes no suelen venir a esta zona por miedo a la violencia, pero esta vez fueron recibidos con aplausos de la muchedumbre que gritaba «¡Se acabó el odio!»
Frente al estadio, centenares de motos tocaban sus bocinas para celebrar la presencia de Francisco. También se vieron pancartas con mensajes de bienvenida y protestando contra la presencia de las fuerzas internacionales y de Francia en el país.
Policías y gendarmes rodearon el estadio por miedo a los atentados. «¿Hasta cuando durará la impunidad y hasta cuando los crímenes servirán para ascender en la escala social?» se preguntó el arzobispo de Bangui, Dieudonné Nzatalaingam, durante la misa.
La cuestión de la impunidad es central en este país devastado por la violencia y donde no existe ni una policía ni un sistema judicial eficaces.
La etapa en Bangui de su gira africana era una apuesta personal de Francisco a pesar de la inseguridad, y durante su visita llamó a los centroafricanos «a no tener miedo» del otro y de alejarse de la espiral de la violencia.
El domingo abrió simbólicamente la «puerta santa» de la catedral de Bangui, preludio al Año Santo que empezará en Roma el 8 de diciembre e instó «a todos aquellos que utilizan injustamente las armas en el mundo» a dejar «estos instrumentos de muerte».
Tras su visita de 24 horas a Bangui, Francisco tomó el avión de vuelta a Roma, cerrando una gira regional que lo llevó antes a Kenia y Uganda.