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¿El partido o el entero?

¿EL PARTIDO O EL ENTERO?

Por Mauricio Vallejo Márquez,

Escritor y editor Suplemento 3000

 

Para un país como el nuestro en donde se pierde la noción de nuestra historia por el populismo, el hambre y el resentimiento resultan la motivación suficiente para votar por el candidato que alimenta los prejuicios, los miedos y las frustraciones. Construyendo particiones.

Lamentablemente así es como algunos edifican la política y afianzan por una temporada el poder, olvidando que la política es la herramienta para mejorar las cosas de la colectividad. Es decir que la participación de los partidos políticos debe buscar exclusivamente el bien común de la sociedad. Sin embargo, el hecho de ser partidos demuestra que no son enteros y por lo tanto sin margen de error tienen intereses individuales que dividen a nuestra sociedad. Tristemente así se hace política en nuestra nación con cielo por sombrero pisoteando la dignidad de los salvadoreños al construir sus palacios en las cimas y su legado en el extranjero.

Aunque no todo es oscuridad en la política partidaria, existen personas buenas dentro de esas instituciones. Lo triste del asunto es que existen candidatos que tienen buenas intenciones, pero no tienen los recursos económicos para una campaña política, les falta el apoyo de un partido ganador o carecen de competencia o de experiencia. ¿Y cómo no sería así? En nuestra nación de añil no ha existido una tradición de oportunidades, sobre todo porque el prejuicio es inmenso para la gran mayoría de banderas porque uno estuvo en el gobierno con los militares, porque otro era corrupto, el siguiente solo favorecía a los empresarios, el otro contrataba exclusivamente a familiares y compadres, el que sigue se aprovecha de todos esos prejuicios y utiliza la regla de simplificación del enemigo común y se canta y se celebra. Triste. Cada partido que llegó al poder dejó una huella llena de vicios aprovechables para algún conjunto de astutos.

Ahora que la gente cree menos en los partidos políticos y más en los cantos de sátiros la situación se vuelve confusa. A pesar de eso debemos ser positivos, en la crisis se da la oportunidad de mejorar. Quizá es tiempo de dejar de tener fe en las banderas de partidos políticos y tener conciencia y conocimiento en los individuos que son postulantes y candidatos a alcaldes y diputados. Debemos de creer ciegamente que todo lo nuevo es bueno o que todo lo viejo es malo. Es necesario verificar si de verdad esos candidatos están preparados para gobernar, si no son solo manipuladores de voluntades. El candidato a alcalde debe saber de administración, de contabilidad, de ley de Procedimientos Administrativos; debe conocer la legislación municipal; conocer la historia y la realidad de su municipio, y sobre todo debe amar a su pueblo. El candidato debe tener voluntad de servir al pueblo y no servirse del pueblo. Así de fácil, no es porque me caiga bien ni porque tenga barba o apellido raro o porque lo apoya algún fulano. Uno no pone en manos de un barbero una operación de corazón abierto, pone a un doctor con especialidad en cirugía cardiotorácica. El barbero corta el cabello y la barba, el doctor cura.

El poner a personas populares en sillas edilicias, en ministerios y el Ejecutivo o en la Asamblea Legislativa nos ha llevado a la hecatombe de sociedad que vivimos, donde la desconfianza prima. Aunque el hambre y el resentimiento alimenten partidos nuevos que tienen su encanto, encanto que se difumina con el pasar de los años cuando se dan cuenta sus seguidores que los intereses de individuos siempre priman sobre mayorías. ¿Acaso se puede confiar en un partido político que nació para exponer prejuicios, aumentar miedos y distraer frustraciones? Trágicamente sí. Pero, no debemos permitir que eso termine de dividir a un país que estuvo en guerra por diferencias e injusticias. Es tiempo de comprender que en esta república avanzamos como equipo o nos desmoronamos por buscar beneficios solo para algunos.

Este 28 de febrero se debe ir a votar, es un deber de cada ciudadano y un compromiso para defender nuestra democracia. El voto vale, por eso hay que pensarlo y no dejarse engañar por letras, colores o un individuo. El Salvador es un país y necesita que la unión, la libertad, la paz y la democracia no sean solo palabras.

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