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El pastor Avendaño: de púlpitos, evangelios y política

Jaime Ordóñez

En materia de modernidad política, sovaldi sale libertad de cultos e independencia del Estado y la Iglesia, Costa Rica ha retrocedido, por los menos, 140 años. De ser uno de los países más avanzados de América Latina hacia fines del siglo 19— allá por las épocas de don Tomás Guardia, don Jesús Jiménez y nuestra brillante generación de patriarcas liberales— hemos venido retrocediendo (como un cangrejo medioeval e incombustible) y hoy, en pleno siglo 21, nos estamos convirtiendo en algo lamentable: en un Estado confesional, dónde los religiosos de distintas órdenes (la semana pasada le tocó el turno a los evangélicos, etc.) se arrogan el derecho de decirle a la población por quién votar y por quien no votar, so pena de amenaza del fuego eterno y demás flamígeros castigos. Como si estuviéramos en la Europa de la contrarreforma, en plena Inquisición, la misma que mandó a la hoguera a Giordano Bruno y obligó a abjurar a Galileo Galilei.

Todo ello con la complacencia y promoción de los principales medios de comunicación masiva de Costa Rica, de la TV y la prensa escrita, quienes le hacen eco a esas noticias y contribuyen así al retroceso general del país. Albricias!

Veamos los lamentables hechos: Un pastor evangélico metido a político (o político metido a pastor evangélico, eso no lo tengo muy claro), don Carlos Avendaño, se dejó decir la semana pasada una frase tan errada, tan equivocada desde el punto de vista conceptual, tan absurda desde el punto de vista del derecho público, de la teología y la teoría general del poder, que, sinceramente, da grima releerla. Dijo el pastor: “Hay un partido que está promoviendo el estado laico, que es lo mismo que el estado ateo” (sic). Y, su conclusión, es que por esa razón habrá que votar por el otro partido, etc., etc.

Hay varios errores de bulto que habría que informarle al pastor. En primer término, el estado laico (el cual hoy defienden y promueven varios líderes religiosos como el Papa Jorge Bergoglio, Francisco, el Dalai Lama y muchos otros) no es un estado ateo. Es algo totalmente distinto: el estado laico es aquel que no mezcla las políticas de Estado con los credos de las iglesias y, por esa razón, no puede tener una religión determinada. Justamente porque respeta a todas las religiones, no puede tener una confesión religiosa específica. Tiene que ser neutro. El estado laico, a diferencias de lo que dice el pastor Avendaño, es un estado que permite la libertad de todos los cultos, de todas las religiones (católicos, cristianos, evangélicos, judíos, luteranos, budistas, etc.) No sólo los permite, sino los protege constitucionalmente. Y, además, considera que los asuntos civiles tienen que ser resueltos únicamente por el poder civil, separándolos de las cuestiones religiosas, las cuales tienen que ser discutidas en el seno de cada iglesia específica. Así de simple. La mayoría de países europeos y varios de América Latina son hoy constitucionalmente laicos. Una cosa totalmente distinta es el estado ateo, el cual más bien prohíbe la confesión religiosa de sus miembros. Expresamente no permite la libertad y ejercicio de los cultos. Un caso típico fue la antigua URSS.

Tres barbaridades se suman en este evento. Primero, que un personaje como el pastor Avendaño diga públicamente un error conceptual de ese calibre. Segundo, que amenace con la espada flamígera del fuego eterno a los votantes que no sigan sus dicterios e intente influir en una elección. Tercero, que los medios de comunicación de la TV y la prensa escrita le hagan eco a una desaguisado de ese tamaño, convirtiéndolo casi en la noticia de la semana.

Lo dije en otro artículo hace meses: los huesos de nuestros patriarcas liberales, de don Tomás, don Jesús, don Ricardo o don Cleto– todos ellos masones, gente culta– deben estar revolcándose en sus tumbas de puro estupor. No deben entender como Costa Rica llegó a este punto. Por no hablar de los fundadores del PLN (hoy beneficiario de los favores del pastor Avendaño), quienes eran laicos, agnósticos, o algo similar. Empezando por don Pepe y siguiendo por Oduber, quien también sufrió en 1966 admoniciones y embestidas similares.-

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