Óscar Sánchez,
Epistemóilogo e investigador
En el escrito anterior tratábamos de entender la naturaleza, según Weber, del calvinismo. Según este cientista social esta corriente religiosa favoreció al capitalismo en vista que racionalizó la vida de sus feligreses, generó mayor competitividad en su forma de vivir y reguló el control del individuo.
Los argumentos anteriores estaban sustentados en el estricto control moral al que estaban sujetos sus congregantes (cuya doctrina de fe les hacía no desviarse en cuestiones mundanas y centrarse exclusivamente en Dios). Para los fieles de la época en que Weber realizó este escrito, los papistas son mundanos, la única vía para llegar al puritanismo es a través del calvinismo. El sexo está hecho para gloria de Dios, debe darse para la procreación y no para el placer, las bebidas embriagantes enaltecen las bajas pasiones, por lo tanto el ser humano debe estar alejado de éstas.
Como se ha hecho referencia, acá no sólo se trata de llevar un control del individuo sino racionalizar su vida (vida guiada por la razón, alejado de los sentimientos, afectos, emociones y lo corpóreo). Según Weber, por eso es muy característico identificar a un calvinista por su carácter distante y frío.
Esta teología genera una gran angustia en la gente ya que todo su accionar está en función del trabajo y la economía (el ocio es pecado). Lo anterior genera un incremento en el rendimiento laboral, su énfasis es el trabajo por vocación cuyos elementos acompañantes son el pragmatismo y el utilitarismo.
Es una congregación donde “todos controlan a todos” (vivir una vida moral), surge un puritanismo arrogante y donde la comunidad es una comunidad de los elegidos por Dios (comunidad santa). Hay un fuerte control sobre los sujetos, una semejanza conductual en las personas (se oponen al deporte, al teatro, al arte por considerarlo sensual, entre otras manifestaciones culturales).
Según Weber, las iglesias calvinistas no tienen ningún referente. La gran revelación es la misma experiencia calvinista la que crea condiciones antropológicas, el enriquecerse para acercarse a Dios, el generar una disciplina en el individuo, el controlar la sociedad y sobre todo el papel del Estado quien debe reglamentar la vida de los ciudadanos.
Bien, con estas reflexiones hemos desarrollados los puntos uno y dos que esquematizamos en la primera entrega. Decíamos en ese momento que para entender a Weber –específicamente su teoría sociológica de la religión- hay que penetrar a la crítica que hace este autor a la teoría de la religión de Marx y discernir la relación establecida entre economía y religión (puntualmente la articulación entre capitalismo y protestantismo). Estos dos puntos consideramos abordados. Ahora continuaríamos con sus otras reflexiones, específicamente su visión de religión en China e India y finalmente caracterizar el papel de la religión como institución y carisma como formas de dominio social.
El “encontronazo” de culturas entre Europa y América (1492) es determinante. Lo que se constituye es el atlántico y no el mediterráneo: Asia se queda olvidada. En la China del siglo XVI había grandes condiciones para el desarrollo del capitalismo, pero recordemos que en China se privilegiaba el confucionismo (religión cuyo hombre superior estaba al margen de la búsqueda de la riqueza) y se imponía la aristocracia como forma de gobierno que controlaba al Estado. La adoración de dioses es cuestión del Estado, el Estado es tradicionalista.
En Europa del siglo XVI es el siglo de las invenciones (cogito de Descartes), la China de ese entonces rechaza las invenciones y mantiene la cultura, la tradición, el culto de antepasados (el culto del Estado es el culto a las tradiciones), es una sociedad estática.
Continuará en la próxima entrega.