Ramón D. Rivas*
En estos días en que todo mundo le apuesta a la educación y a la formación para el desarrollo integral de un país, store a las que sin lugar a dudas es importantísimo prestarles atención, medicine es necesario retomar una de las reflexiones más importantes en torno a esta temática, buy viagra que ha desarrollado y expresado el ex Presidente de Uruguay, Pepe Mújica, al señalar que es también de cardinal importancia prestarle atención al papel que juega en todo ello la familia, el núcleo familiar, origen y desarrollo de la personalidad y de la conducta de los futuros adultos. Como muy bien él lo señala, “No le pidamos al docente que arregle los agujeros que hay en el hogar”, pues ciertamente la educación básica comienza en el nido familiar, en los hábitos primerizos que se inculcan y se aprenden, hasta volverse práctica cotidiana, en los primeros años de vida; unos hábitos y usos que se volverán parte inherente de la personalidad del futuro adulto, hasta su muerte. Por ello Don Pepe Mújica resalta que en la casa se aprende a saludar, a dar las gracias, a ser honesto, a ser puntual, a ser correcto, a hablar bien, a no decir groserías, a respetar a los semejantes y a los no tan semejantes, a ser solidario, a comer con la boca cerrada, a no robar, a no mentir, a cuidar la propiedad y la propiedad ajena, a ser organizado. Evidentemente todos estos patrones de conducta, todo este andamiaje ético, es algo que se queda en la personalidad del niño y de la niña y los va a marcar de por vida. Ahí es donde es necesario, para construir ese modelo de sociedad tan sobrio, inclusivo y democrático que se ha dado en llamar el Buen Vivir, desarrollar todas las potencialidades de la familia en la correcta formación, en la enseñanza y práctica de valores, al niño y a la niña, para que desde pequeños vayan modelando como en un taller de orfebrería un patrón de conducta y de buenos hábitos que engarcen en la escuela con la formación docente para educar a los futuros ciudadanos que un país necesita para su progreso y desarrollo. En nuestro país desgraciadamente, en muchas partes del país, se ha roto en parte el tejido familiar, al grado de convertirse en una sociedad desintegrada, debido fundamentalmente a la emigración hacia el Norte, hacia los Estados Unidos de América, que ha llevado a nuestra nación a tener 3 de sus 9 millones de habitantes en dicho país. Uno de cada tres salvadoreños vive en Estados Unidos o allende las fronteras patrias. Ello ha conllevado que uno o los dos padres de familia emigren y que el núcleo familiar se desintegre, con las consecuencias catastróficas que estamos viviendo, hablo sobre todo del surgimiento de la abuela como figura paterna-materna que sustituye al padre o a la madre y quien es la que queda al cuidado de los niños administrando las remesas de subsistencia que el padre o la madre envían desde Estados Unidos. Y es allí donde se rompe el cordón umbilical de la familia, ya que la función del padre o de la madre jamás podrá ser sustituida por la abuela, la tía de la familia, o a veces por la vecina amiga de la familia. En este mes de julio, cuando estamos celebrando el 147 aniversario del natalicio del insigne escritor, pedagogo y filósofo salvadoreño, Don Alberto Masferrer, es necesario volver la vista hacia las preocupaciones cardinales que él ya había expresado en sus escritos y que nos han quedado como legado imperecedero del pensamiento salvadoreño, sobre todo al pasar la vista por sus páginas inmortales como “Pan o revólver”, “Leer y escribir”, “El dinero maldito”, o “El minimun vital”, que son parte de un pensamiento que ya en la década de los años veinte del siglo pasado están precononizando una filosofía del Buen Vivir, del respeto mutuo, del amor al prójimo, del rechazo al enriquecimiento ilícito y a los vicios como el alcohol y las drogas. Todo este andamiaje filosófico por supuesto que contribuye a la formación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, y debe de ser divulgado de manera masiva e insistentemente para inculcar valores de solidaridad, respeto al prójimo y amor a la democracia en las futuras generaciones a las cuales les dejaremos el legado de la patria. En este sentido la escuela también juega un papel fundamental. Puede decirse que el padre, la madre y el maestro es la santísima trinidad de la formación integral del futuro adulto, y que los hábitos y las prácticas aprendidas y aprehendidas en la familia y en la escuela, serán las bases del futuro castillo que en el futuro va a ser el niño o la niña durante su infancia y adolescencia. Y es que en la escuela como lo recalca don Pepe Mújica se aprende matemáticas, lenguaje, ciencias, estudios sociales, inglés, geometría y se refuerzan los valores que los padres y madres han inculcado en sus hijos. Por ello, él concluye que si no atendemos estas cuestiones básicas de aprendizaje en el hogar y en la escuela, y si no les damos la respectiva valoración para formar hombres y mujeres de bien, será muy difícil en el futuro hacer que el latón brille como el oro. Es por ello que la principal preocupación para la formación de la niñez debe de centrarse primeramente en el núcleo familiar, en las relaciones de padre-madre-hijos, que es donde se forman los futuros hábitos de respeto hacia los demás y de cariño al prójimo. Por supuesto que la escuela es, vistas así las cosas, un excelente complemento en la formación y la conducta de los futuros ciudadanos de nuestro país, que contribuye cardinalmente a articular la personalidad, a formar patrones de conducta reñidos con la ética y la solidaridad y a crear ciudadanos útiles a la sociedad, que es en resumen el objetivo último de la filosofía del Buen Vivir.
*Secretario de Cultura de la Presidencia