Dr. Chirstian Bernard, F.R.C. (No. 5 y último)
(Imperator actual de AMORC)
El Karma es la Justicia Divina
Las desgracias y las pruebas inherentes a la condición humana tienen consecuencias y efectos negativos, quien quiera que sea el individuo, rico o pobre, místico o ateo, etc. Como a menudo tengo la oportunidad de decirlo, la diferencia se encuentra en la facultad, pero sobre todo en la voluntad para superar los acontecimientos.
Para volver a esta Ley del Karma, expresión de la Justicia Divina, la más importante y preocupante para nuestro presente y nuestros futuro, es esencial comprender bien su funcionamiento invariable e imparable. Desde el momento en que admitimos la Ley de Compensación y sus consecuencias en nuestra existencia, debemos y podemos controlar con anticipación nuestro destino. Asegúrense entonces de actuar siempre bien y de manera constructiva.
Si los errores son inevitables, no sólo los llamados de juventud, debemos reconocerlos y eso en ambos sentidos del término. Primero, reconocerlos, es decir, abrir los ojos y así verlos. Después, en segundo lugar, reconocerlos de nuevo, es decir, ser realmente conscientes de nuestros errores, de nuestras malas decisiones y reparar lo que se puede, expresando su arrepentimiento y, por supuesto, cambiando de rumbo. Esta toma de consciencia, si no borra todo, contribuye a mejorar nuestro potencial de suerte. Si la mala suerte es el resultado de nuestro karma llamado negativo, por lo que se refiere a la suerte, puede ser atribuida en gran parte al aspecto positivo de nuestro karma.
Si deseamos aumentar este potencial, sólo tenemos la opción de actuar bien y de poner nuestra fuerza y nuestras capacidades al servicio del Bien. Sé que para ustedes, amigos, esta noción no es abstracta y que saben perfectamente en qué consiste “hacer el Bien”. La elección es amplia y las oportunidades numerosas. Por lo pronto, ya no dañar a otros, ni a sí mismo. Después, según nuestras posibilidades, la sociedad el país, donde evolucionamos, nuestra profesión, etc., aportar nuestra ayuda benévola a nuestro entorno. A una causa, a la ecología, etc. Cada uno de nuestros gestos constructivos y amables, por mínimo que sea, es importante, desde una palabra de cortesía o de consuelo, hasta el don de sus talentos, de sus fuerzas, de su tiempo, o, en el momento oportuno, de su dinero.
La expresión del Bien se encuentra, por ejemplo, en el proceso de ayuda espiritual que propone nuestra Orden Rosacruz, en la fraternidad que manifestamos entre nosotros, en el eco que encuentra la palabra “paz” en nuestros corazones, que se trate de la Paz Profunda o interna, de la paz entre las naciones y los hombres, o de esa paz universal que los miembros de la AMORC celebramos cada año durante una ceremonia particular.
No todo lo que nos sucede es un efecto del Karma
Podemos ser víctimas de un accidente, contraer una enfermedad grave o encontrarnos en la indigencia materia sin que eso esté relacionado con la ley de compensación. Afirmar lo contrario equivaldría a pensar que Dios favorece el sufrimiento como lo afirman ciertas religiones. Podemos estar afectados física o moralmente, y salir gloriosamente de esta experiencia que nos sobrepasa, o si no podemos cambiar las cosas, por lo menos aceptarlas con filosofía. En general, aún si no tenemos consciencia de ello inmediatamente, somos capaces de superar el obstáculo que se levanta frente a nosotros.
Si todos los problemas que encontramos no son el resultado de un karma negativo, algunos pueden serlo. Pero en todos los casos, tenemos que pasar la prueba con valor y éxito. Incluso los más sabios y los más grandes Iniciados de todas las épocas han sido probados en su existencia, a veces hasta la tortura y la muerte. Esto es increíble con frecuencia en el contexto de su misión. Numerosos son los ejemplos y los conocemos.
¿Es esencial saber si nuestros problemas del momento son de origen kármico o son una lección que aprender? No lo sé, pero si para ustedes la respuesta es importante y determinante para sus reacciones y opciones, entonces el único medio de obtenerla pasa primero por la intuición y, si es necesario, por la meditación. También les pueden enviar señales, por ejemplo, a través de un sueño o una lectura. Pero, iluminados o no del origen de la prueba, en todos los casos, les será necesario enfrentarla.